Ruth Beitia, una mujer sin piedras en la mochila
Lo mejor de la larga carrera deportiva de la atleta cántabra sucedió cuando volvió después de su retirada de cuatro meses en 2012
Cuando se trata de celebrar un triunfo, de Ramón Torralbo habla Ruth Beitia más aún que de sí misma. En pluscuamperfecta reciprocidad, el técnico que empezó a entrenar a la saltadora cuando era una niña de 11 años, no sabe hablar de él, solo de la saltadora cuyo talento, y dedicación le permite decirle al mundo que él, “un entrenador de pueblo”, trabaja con una campeona olímpica. “Es una persona segura y firme en sus decisiones, que son todas muy meditadas”, dice Torralbo, quien ya ha sido capaz de dominar las emociones. “En su rendimiento en los últimos años ha influido mucho el que sean los años más tranquilos de su vida. No sale a competir, sino a divertirse en la pista, y eso hace que compita mucho mejor”.
Ruth Beitia, la campeona olímpica más veterana en salto de altura con 37 años, utiliza una metáfora para referir cómo se siente después de la gran tristeza con la que se fue de los Juegos de Londres. El cuarto puesto el día que mejor había saltado en una gran competición la dejó tan tocada que decidió retirarse. Tenía 33 años. Solo un mes antes había ganado su primer título europeo. “Y cuatro meses después, Ramón me engañó”, dice la saltadora, que también es política, diputada autonómica en Cantabria del Partido Popular. “Me dio por patinar para seguir haciendo ejercicio, pero llegó una temporada de lluvias y él me dijo que por qué no volvía por el pabellón cubierto para hacer ejercicio. Le hice caso y no tardé en volver a entrenar y a prepararme para la siguiente competición. Fue una retirada que no fue una retirada”. En marzo ganaba en Gotemburgo el Europeo en pista cubierta. Ya no había vuelta atrás. “La vida me dio una segunda oportunidad para demostrar tanto trabajo que había acumulado”, dice. “Y cuando volví, lo hice sin piedras en la mochila. Liberada. Pensando solo en disfrutar”.
Antes de Londres 2012, Beitia había ganado siete medallas en grandes competiciones, y solo una de oro, la del Europeo de Helsinki. Después de su regreso, en los últimos cuatro años, la cántabra ha ganado siete medallas más, y cuatro de ellas son de oro. Una la proclama campeona olímpica, dos palabras que aún no había asimilado cuando hablaba. “Estoy flotando, estoy en una nube. No he podido pensar en lo que significa eso”, dice Beitia, que solo puede asegurar, una y otra vez, que es feliz. “Disfruto de una felicidad extrema. La motivación ha sido el engaño de Ramón para que volviera y el sueño de la medalla que me faltaba”.
No piensa en el futuro
Cuando todas las saltadoras de su generación, la anterior y la siguiente, pues al menos tres hornadas han pasado por delante mientras ella permanecía, se han lesionado algunas veces en su carrera, Beitia, un caso único, apenas ha tenido percances. “Se debe su calidad muscular”, dice Torralbo. “Y, sobre todo, a lo mucho que trabaja los músculos. Es un portento y además muy trabajadora. Es capaz de hacer ejercicios casi músculo por músculo”. En los 12 años que lleva en la elite, desde su medalla de plata en el Europeo de Madrid en pista cubierta, Beitia ha subido al podio todos los años al menos en una competición –Europeos y Mundiales al aire libre y en pista cubierta, Juegos Olímpicos— salvo en 2008, cuando terminó séptima en los Juegos de Pekín, y en 2015, quinta en el Mundial de Berlín. Un palmarés que parece que nunca terminará de completarse.
Tanto es el ánimo que se le pregunta incluso si se ven saltando en los Juegos de Tokio, en 2020. “No quiero pensar en el futuro”, dice. “Quiero solo vivir el aquí, el ahora, el momento, pero ya os puedo decir que no me veo saltando en unos Juegos con 41 años”.
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