“Otro ciclo olímpico así y acabo chiflado”
Craviotto medita si llegar a Tokio 2020, donde vuelve el 500, su distancia favorita
Saúl Craviotto consiguió clasificarse para Río en el preolímpico de mayo. Eso le obligó a tener dos picos de forma en pocos meses. Desde noviembre a mayo trabajó para conseguir el pase y desde finales de mayo a agosto para luchar por las medallas. No es fácil hacer dos ciclos de preparación. Pero el que mejor le conoce, Miguel García, su técnico, dice que Saúl tiene una cabeza privilegiada. Fria. “Pero no soy una máquina, yo también soy humano”, respondía Craviotto a mediados de junio en el comedor del centro de tecnificación en el embalse de Trasona, a 20 minutos de Gijón, donde tienen montado el cuartel general.
“Las repescas te obligan a estar siempre alerta, preparado, nervioso. Los rivales que consiguen el pase antes, igual en enero, ya están relajados y eso a lo mejor a mí me viene bien. Físicamente, claro. De cabeza voy a acabar chiflado, otro ciclo olímpico igual y acabo loco, se pasa muy, muy mal. Llevo un año muy nervioso, pero si el resultado es este, volvería a pasar por ello”, explicaba ayer el piragüista nacido en Lleida pero afincado en Gijón.
No soy una máquina, yo también soy humano"
Después de Londres sí tomó unos meses sabáticos. No paró del todo, pero iba a entrenar sólo cuando le apetecía. Necesitaba descansar, olvidarse de la presión de los cuatro años de preparación y de la cita olímpica y saborear lo que había conseguido. “Si no paras no lo disfrutas”, contaba en junio en plena preparación, cómo no, para Río con dobles sesiones de entrenamiento de agua y también fuera del agua (carreras y bicicleta). ¿Y ahora?, le preguntaron ayer.
“Ahora mismo estoy pensando en las vacaciones, en estar con la familia y desconectar, que me hace muchísima falta. Luego ya veremos, ahora vuelven las distancias más largas. En Tokio vuelve el 500, la distancia en la que gané el oro en Pekín. Por mi edad me viene de maravilla esa distancia porque estoy perdiendo un poco de velocidad, se ha visto hoy que es en los metros finales donde yo empiezo a carburar”, contestó. En los brazos lleva tatuados los anillos olímpicos de Pekín y los de Londres. No queda espacio para otro tatuaje. “Macho, no lo había pensado, no sé ni donde me voy a tatuar los de Río, que encima han sido con dos medallas”, bromeaba ayer. “Ahora quiero desconectar y luego pensar en las ganas y en la ilusión que tenga. Con esa distancia podemos hacer algo grande”. Ni falta hace que lo jure.
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