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El Deportivo se encuentra con el triunfo

El Eibar mereció más en Riazor, pero acabó víctima de una remontada y de un penalti que debió evitar en el tramo final del partido

Mosquera celebra el primer gol del Deportivo.
Mosquera celebra el primer gol del Deportivo.Cabalar (EFE)

En el campeonato de la ilusión, en la ebullición de la pretemporada, el Deportivo había fichado a Pelé y Maradona, además con tiempo para acoplarlos, e iba a impactar a su efervescente afición. En la Liga de la realidad y la certeza resulta que todo el mundo se mueve con idéntico ánimo y esperanza. Todos tratan de crecer, también el ejemplar Eibar, que quiere dar pasos para consolidar su milagro y logró controlar durante bastantes minutos al inquilino de Riazor. Ganó el Deportivo, pero no sería correcto concluir que lo hizo con justicia. Un penalti evitable en el tramo final del partido, un error en definitiva, castigó al combo de Mendilibar.

El Deportivo partió burbujeante, empujado por Bruno Gama, que ha regresado a la Liga española en una versión mejorada tras un desigual periplo en Ucrania. El portugués aportó algo que no le sobró al equipo de Garitano, una vis incisiva. Pero no acabó de mezclar con Lucas Pérez, el puñal por excelencia del equipo. Tras ellos campó una cierta molicie, un plan que no acabó de funcionar por más que Carles Gil partiese desde la derecha para dejar el flanco al galope de Juanfran y buscar la sorpresa. Por ahí llegó un posible penalti de Gálvez sobre el lateral al poco de iniciarse el juego. Gil trató de asociarse por dentro, pero no lo consiguió y ahí al Deportivo le faltó colmillo porque además el carácter industrioso de Fayçal Fajr, que operó como mediapunta, le aleja de lo decisivo. Allí donde se fabrica el fútbol el equipo de Garitano fue irrelevante.

El Eibar controló todo ese despliegue y supo crecer en cuanto palideció la presión inicial del Deportivo. Se había aliviado de inicio con las galopadas de Bebé en la zurda y derivó hacia una cierta pausa, un control que incomodó al Deportivo, que se quedó pronto sin el hilo del partido, sin apenas llegada más allá de un par de intentos desde la frontal del centrocampista Guilherme desde la frontal o alguna porfía de Lucas Pérez. Ni directo no combinativo, con la excitación del debut, pero gélido por sus prestaciones, el Deportivo no respondió a la fe de su gente, se ganó algún silbido del sector más exquisito de la grada, y se vio en desventaja al poco de iniciarse la segunda parte. Bebé apuntó en un disparo que sacó Lux a una mano a córner y en el saque dio en la diana Ramis, que remató en el primer palo para colocar la pelota entre Lux y el palo y poner en ventaja al Eibar. Garitano que ya necesitaba soluciones las buscó en Florin Andone y un esquema con dos delanteros, llamó a la concreción. La encontró cuando había dado un segundo viraje, nada más dar cancha a Luisinho para armarse con una zaga de tres y dos laterales largos. Empató en una acción de estrategia, una falta botada por Lucas Pérez al segundo palo para que Mosquera marcase su primer gol como deportivista.

Hubo un tiempo en el que en el fútbol el dibujo era algo sacrosanto para un equipo, un módulo del que no era posible salirse salvo que mediase un sesudo gabinete de crisis. Esa rigides es cuestión superada. En el fútbol contemporáneo se transita por varios dibujos a lo largo de un partido, se exige al futbolista dominarlos y acoplarse a ellos al chasquido de unos dedos. Que el Deportivo tuviese que recurrir a esas mudanzas delata los problemas que le asolaron y sobre los que deberá trabajar por más que el resultado le acompañase. Remontó tras una igualada que tuvo un efecto gaseosa para los blanquiazules, que se achisparon, pero sin desparramarse. No dejó el Deportivo de sufrir en su área por la codicia de su rival en el juego aéreo, tampoco llegó a manejar las riendas del partido y buscó el control con una última sustitución de carácter amarrete al suplir a Bruno Gama por Borges. No mereció ganar el equipo de Garitano, pero llegó a la victoria tras un innecesario penalti de Juncá a Lucas Pérez transformado por el delantero. Un tesoro al que llegó con cinco minutos para defenderlo y cantar su primer triunfo, algo nada baladí para un equipo que la temporada pasada solo alzó los brazos cuatro veces en su estadio.

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