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Zidane, desde el kilómetro cero

El técnico francés afronta la temporada con menos fichajes en las dos etapas de la presidencia de Florentino Pérez

José Sámano
Zinedine Zidane, durante la Supercopa de Europa contra el Sevilla.
Zinedine Zidane, durante la Supercopa de Europa contra el Sevilla. Michael Steele (Getty Images)

Después de más de 1.000 millones invertidos en unos 50 fichajes, Florentino Pérez cambió el tiro el verano pasado tras 13 agostos como gran agitador del bazar futbolístico. A cambio de 55 millones llegaron Danilo y Asensio, publicitados antes de finalizar la temporada, los readmitidos Kiko Casilla, Casemiro, Lucas Vázquez y Cheryshev, y Kovacic. Esta vez, solo repesca y limitada a tres repatriados: Morata, Asensio y Coentrao. Resulta paradójico que el gran frenazo se haya producido con Zinedine Zidane en el banquillo. Hasta la llegada de tres de sus actuales jugadores, Cristiano, Bale y James, nadie había superado los 75 millones que costó el francés-jugador en 2001. Zizou, santo y seña de aquel despegue galáctico que se inició con Figo un año antes, tiene ahora que defender la Undécima y reconquistar una Liga que se le resiste al Madrid —ha ganado una de las ocho últimas— casi con el mismo cesto con el que debutó en enero. Y no es un cesto cualquiera. Aun sin fichajes, el Real Madrid mantiene su extraordinario chasis y gana pujanza con Morata y el fulgurante Asensio, el gran gancho de la pretemporada, para suplir las bajas de Arbeloa y Jesé, que se cansó de anidar en la sala de espera. Tan comprensible como larga es la distancia que le separa de Cristiano Ronaldo, Benzema y Bale.

Zidane tiene cuajo sobrado para afrontar su primera gran aventura desde la línea de meta

Pese a no tener que enhebrar a un nuevo fichaje de otra galaxia, Zidane tiene tajo. Ya no podrá apelar a su presunta interinidad. Tiene mando en plaza desde el inicio, le avalan dos trofeos, la Champions y la Supercopa de Europa, y el favor de una hinchada tan exigente. Buena parte de la afición que le idolatró como el maravilloso futbolista que fue y que ha brindado por sus éxitos como míster, por agónicos que estos fueran. Zidane tiene cuajo sobrado para afrontar su primera gran aventura desde la línea de meta. Entre sus tareas prioritarias estará mecer con tacto al grupo para que no se quiebre entre los titularísimos y los frustrados aspirantes. Un trance similar al de su colega Luis Enrique. En un Barça y un Madrid con tanta excelencia, tan perfilados sus equipos de etiqueta, es casi milagroso que alguien pueda meter una cuña. Ni siquiera por el hecho de que para ser suplente en un Real Madrid también hay que tener caché. La situación desgasta a quienes se ven con razón como teloneros, casos madridistas de Jesé, James, Isco... Jugadores de primera línea que se resisten a su papel secundario. Basta con certificar que en la plantilla actual del Madrid tan solo el novicio Rubén Yáñez, un tercer portero de 22 años, no ha sido internacional absoluto. Zidane, como ha proclamado con reiteración, los quiere a todos, pero cinco quedarán descartados cada jornada.

El galo tendrá que combatir desde el diván el riesgo de cualquier desmotivación. En momentos puntuales del curso, con la interferencia de ese Mundialito de Clubes que poco da y tanto quita, tendrá que recurrir a los reservistas. Entre ellos a Morata, cuyo puente aéreo ha costado 30 millones tras forjarse en el Juventus ante carcelarios de élite como Chiellini, Bonucci y Barzagli. El ariete madrileño, con el muro de la BBC por delante, defiende su puesto en la selección española, puerta que está a punto de derribar Asensio y ya ha cruzado Lucas Vázquez. Estos dos últimos deberán abrirse camino entre Modric, Kroos, Isco y James, si es que alguno no arroja la toalla antes del cierre del mercado.

Zidane tendrá que combatir desde el diván el riesgo de cualquier desmotivación

Zidane tiene un equipazo titular y mucho y bueno donde elegir. No le falta de nada, salvo quizá un relevo claro para Casemiro, el único que se siente a gusto como ancla. El club ha preferido que Kroos, pese a que le incomode el puesto, cargue con la mochila de Casemiro cuando no haya más remedio, y ceder a Marcos Llorente al Alavés con otra idea de reenganche no lejana. Tampoco el incombustible Marcelo tiene sombras. Coentrao ha vuelto como se fue, por la gatera.

Al margen de cómo guíe al segundo pelotón y sosiegue los egos, será interesante comprobar si se alteran los papeles de los dos jugadores bandera, Cristiano y Bale. De alguna manera, dos ganadores de la Eurocopa. Ambos, pese a la lesión en la final de CR, fueron decisivos, y lo fueron por vías diferentes de su tránsito por el Madrid. Uno, Cristiano, explotó la veta que ya venía apuntando en su club. Cada vez habita más en el área dedicado a descerrajar porterías. Alejado del perímetro del gol ha perdido influencia; cerca de las redes mantiene intacto su incontenible colmillo depredador. El caso de Bale es otro. Con Gales se mostró como un futbolista más versátil, con mayor campo de acción, no limitado a una banda. Bale no solo fue el atacante total que se atisbaba, sino que tuvo el remangue defensivo que tantas veces le ha faltado de blanco, donde parece haberse establecido porque sí que el pico y la pala no es cuestión de los delanteros. En el galés, si remite la frecuencia de sus molestias físicas, hay mucho más que un cañonero. Ya lo sabe Zidane. Es cuestión de que lo interiorice Bale, piedra angular en el proyecto del club. Tampoco será cuestión menor el rendimiento de Benzema, futbolista capital en la arquitectura ofensiva del equipo, tras tantas turbulencias personales. Para sosiego madridista, ninguna influencia mejor para Karim que la de su compatriota Zidane.

Encajadas las piezas desde el exitoso curso pasado en Europa y sin nuevos cromos con brillantina, le toca a Zidane, ahora ya desde el kilómetro cero, gestionar tanto la pizarra como el espíritu de un equipo respaldado como nunca por un club que se ha contenido en el rastrillo como jamás. Un Madrid insólito, pero igual de atractivo por sus veteranos que por sus noveles.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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