Antonio Conte, el jefe de la manada
El seleccionador de Italia ha conseguido una adhesión total a sus ideas y la fidelidad del grupo que le considera una especie de pastor
“Conte es una bestia, un animale da campo [un técnico para trabajar en el día a día más que un seleccionador]. Eso significa equilibrio y organización y vale lo mismo que una gran jugada o una chilena. Nuestra fuerza es el equilibrio y la solidez”, explica Daniele De Rossi. “Estamos a total disposición de Conte porque creemos en lo que hacemos. El míster explica todo lo que ordena en los entrenamientos. Cuando juegas y ves que lo que has probado funciona, aumenta la confianza en él. Es un martillo: le da igual que sea un amistoso, un partidillo, pretemporada o competición oficial; él siempre es el mismo”, le define Leonardo Bonucci.
Conte es como el jefe de la manada. El técnico, de 46 años, ha conseguido que todos le sigan como si fuera un pastor. La dinámica y el discurso son los mismos que utilizó cuando llegó a dirigir a la Juventus: “Nos han llamado mediocres, demostremos que se equivocan”. El grupo está entregado. Primero porque muchos están en la selección por él; segundo porque algunos (como Giaccherini y Bonucci) le deben sus carreras deportivas. Al centrocampista le fichó del Cesena y al defensa, considerado un central más bien mediocre, le convirtió en el gran líbero que es hoy. Hay una adhesión total a su idea y a su forma de trabajar.
Si en la Juve la plantilla acabó exhausta después de tres años —Conte hablaba hasta con los camareros en los hoteles de concentración para averiguar si alguien se había concedido un capricho de más—, en la selección se han dado cuenta de que un mes a sus ordenes —y sin respiro— es asumible. El día de la victoria contra Bélgica, Conte apareció diciendo que no habían hecho nada todavía. Estaba previsto que los jugadores tuvieran el día libre, pero el técnico cambió los planes. Convocó a todos a las 10.30 en el campo de entrenamiento. Primero el deber y luego el placer. Concedió, eso sí, la tarde libre, y aunque el toque de queda estaba fijado a medianoche, el grupo regresó antes para cenar junto.
Cuanto mejor esté el equipo, más aprieta Conte. Cuanto más sufre, más lo defiende. Como el día de la derrota contra Irlanda. Quería con toda su alma que los suplentes ganaran; no lo consiguieron y él apareció en rueda de prensa diciendo que no podía pedir más a sus jugadores. No hay estrellas en la selección italiana. La fuerza es la organización, el trabajo y la solidaridad. Por eso la frase más repetida de Conte es: “Somos hijos de nuestro trabajo”.
Sufre sin el día a día. Por eso, también, decidió poner fin a su experiencia como seleccionador después de la Eurocopa. “Me siento como un coche encerrado en un garaje”, dijo en marzo cuando explicó los motivos que le habían llevado a firmar con el Chelsea. En este último mes ha recuperado costumbres —y manías— del trabajo diario. En las dos semanas de concentración en Coverciano (Florencia) machacó a los jugadores. Los hizo trabajar como locos. Conte no concibe la recuperación como parte activa de la preparación, para él el descanso es tiempo muerto. De hecho, organizó una verdadera pretemporada con grandes cargas de trabajo. Sabe que a falta de talentos técnicos, las diferencias se suplen con organización táctica y frescura física.
Maniaco de la alimentación —en Coverciano ha colgado carteles por todo el comedor—, también es muy celoso de su intimidad; está obsesionado con que espíen sus métodos. Eligió Montpellier como sede de la concentración no solo porque las instalaciones son nuevas sino también porque no hay colinas alrededor a las que subirse para espiar los entrenamientos. El mensaje que ha repetido estos días a sus jugadores es el mismo que empleaba en la Juve. “Nos tildan de tener poco fútbol, vamos a demostrar lo contrario”. No hay mejor rival que España, entiende, para hacerlo.
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