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La última obra del mejor solista

A sus 34 años, el genial Zlatan Ibrahimovic afronta un reto más personal que colectivo en su querido París

Ramon Besa
 Ibrahimovic, durante un entrenamiento de Suecia.
Ibrahimovic, durante un entrenamiento de Suecia. CHARLES PLATIAU (REUTERS)

“Estoy convencido de que si no le hubiéramos traspasado, aunque haya sido la peor operación económica del club en toda su historia, le habría pegado. Y no es una broma. Nos lo había anunciado repetidamente: cualquier día le suelto una patada”.

El desencuentro de Zlatan Ibrahimovic con Pep Guardiola, descrito por un directivo de la junta de Sandro Rosell, pudo acabar como un combate de taekwondo en el que el jugador, cinturón negro (1,95 metros y 95 kilos), derriba al entrenador “filósofo” en el Camp Nou.

El sueco se la tenía jurada al técnico, que le sustituyó por Bojan Krkic en la Liga de Campeones contra el Inter de José Mourinho y en el tramo final de la Liga, ganada finalmente por el Barça. No entendía sus argumentaciones futbolísticas, ni su obsesión por Leo Messi y su papel de falso 9, motivo por el que siempre ha frivolizado con la figura de Guardiola.

Zlatan Ibrahimovic.
Zlatan Ibrahimovic.

Agasajado el día de su presentación por una cifra récord de 60.000 aficionados, necesitados de un ariete después de la partida de Eto’o, Ibrahimovic abandonó un año después el Barça de forma casi furtiva, mal vendido por 25 millones después de que Joan Laporta hubiera pagado 71. El ariete nórdico nunca pudo demostrar que se bastaba con Messi para conquistar el mundo con el Barcelona.

Asegura la mayoría de entrenadores que el secreto del fútbol consiste en controlar el ego de los jugadores, y el de Ibrahimovic es único, nada fácil de compatibilizar, por otra parte, con la marca institucional, y menos si es un club como el Barça. No hay seguramente un solista más poderoso en el fútbol como Ibrahimovic. No se habla de Suecia en la Eurocopa sino de Ibra, un personaje muy popular en Francia desde su paso reciente por el Paris Saint-Germain.

De regreso a París

No se han cumplido ni tres semanas desde que conquistara con el PSG la Copa en Saint Denis, el mismo estadio al que vuelve hoy con la intención de convertirse en el primer jugador que marca en cuatro ediciones de la Eurocopa. “La presión me la pongo yo”, afirmó ayer, desafiante. “Los demás pueden sentarse, ir al campo y hacerlo lo mejor que sepan. Yo no me conformo con ver actuar a los demás. Me siento muy fuerte”.

Seguid haciendo historias sobre mi futuro que me divierten. Cuando me canse ya os diré dónde voy Zlatan Ibrahimovic

Le motivan los desafíos y sabe cómo generar grandes expectativas, convencido de su poder de convocatoria, como se advirtió la semana pasada, cuando citó a la prensa en un antiguo almacén, cercano a la estación de San Lázaro. La llamada de Facebook auguraba una “noticia bomba”, supuestamente el nombre de su futuro equipo, presumiblemente el Manchester United. Más de 90.000 personas siguieron por Periscope un evento que al final se dedicó exclusivamente a la presentación de la marca de ropa del jugador: A-Z. Ibrahimovic pidió paciencia a sus fans cuando se le requirió insistentemente si su futuro estaba ligado al de Mourinho: “Seguid haciendo historias sobre mi futuro que me divierten. Cuando me canse ya os diré dónde voy”.

La paciencia y la lentitud

Igualmente hermético se volvió a mostrar ayer en vigilias del partido contra Irlanda. Ibrahimovic prefirió adoptar el perfil de jugador de equipo y medió en la polémica organizada por su compañero Markus Berg, quien aseguró la semana pasada que la pareja de centrales de Irlanda es un poco lenta. “Yo también soy lento”, argumentó. “Los lentos también podemos ser buenos”. La autoestima de Ibrahimovic sube en París. “Han sido cuatro años de vida. Va a ser un partido difícil para mí”, añadió, para después, matizar: “Voy a ser más paciente con mis compañeros suecos que con los del PSG. A unos no les puedo pedir tanto como a los otros. Yo, por mi parte, cada vez me siento mejor jugador”.

No olvidan los suecos que si compiten en la Eurocopa es porque Ibrahimovic eliminó a Dinamarca con dos goles en el Parken de Copenhague

No olvidan los suecos que si compiten en la Eurocopa es porque Ibrahimovic eliminó a Dinamarca con dos goles en el Parken de Copenhague. A sus 34 años, afronta seguramente su último torneo internacional después de completar una temporada excelente: 50 goles en 51 partidos. No le alcanzaron, sin embargo, para cumplir el que sigue siendo su sueño imposible: ganar la Champions. No pudo con el Ajax, la Juve, el Inter, el Barça, el Milan, ni tampoco con el PSG. El desencanto fue tan grande que le llevó a renegar de Francia —“este país de mierda no merece al PSG”— y también del presidente François Hollande: “Ayudo a este país más que él; yo continúo pagando mis impuestos, pago siempre mis tasas”.

Irónico, comentó incluso que muy bien se podría sustituir la Torre Eiffel por una estatua suya por su contribución al fútbol de Francia. Nunca fue un telonero, ni siquiera en una selección que no ha pasado de los cuartos de final de la Eurocopa, su mejor clasificación en 2004. Ibrahimovic siempre fue un jugador de goles exquisitos, de gestos técnicos únicos, también de actuaciones controvertidas muy singulares, seguro de que es el mejor jugador del mundo, siempre dispuesto a medirse con Cristiano Ronaldo y Messi. “Leo era la gran estrella. El equipo era suyo. Era tímido y buena gente. Y me gustaba, pero yo también dominaba en el campo. [Mi llegada] debió ser para él como si alguien entrara en su casa y se tumbara en su cama”, ha escrito para referirse a su paso por el Barça de Messi.

“Ibra sostenía que no necesitaba entrenador si tenía al lado a Messi”, concluye el directivo del Barça que se asustó cuando amenazó con patear a Guardiola.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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