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Los grandes Alpes esperan para coronar a Kruijswijk

El generoso Brambilla trabaja duro para que Trentin logre una espectacular victoria en Pinerolo

Carlos Arribas
Matteo Trentin celebra su victoria por delante de Moser y Brambilla.
Matteo Trentin celebra su victoria por delante de Moser y Brambilla.LUK BENIES (AFP)

En Pinerolo, territorio Coppi, otro grande, Gimondi, presenta otra autobiografía y aprovecha para decir sus verdades como puños, las mismas que le decían a él cuando era joven los viejos de entonces. Habla de la belleza del instinto, que es lo que distingue a los campeones, y de cómo los directores de ahora lo asesinan nada más verlo asomar. El instinto son corazón y piernas, y ahora, sigue el gran Felice, solo corren con el corazón. Todas las verdades absolutas contienen grandes mentiras, por supuesto. Matteo Trentin, el véneto de cultura flamenca que ganó después de pasar dos veces el muro al 20% adoquinado de la calle de los Príncipes de Acaja, rozando la catedral de Pinerolo y el palacio arzobispal en el que monjitas de hábito blanco se asoman a las ventanas a gozar del ciclismo, corrió con corazón, con piernas, con cabeza y, por si le faltara poco a su inteligente triunfo, con la generosidad de su compañero Brambilla, aquel véneto que fue maglia rosa unos días. Entre los dos mataron a Moreno Moser, quien tuvo la desgracia de comprobar que el instinto no se hereda, no viene incluido en el paquete genético de base.

CLASIFICACIONES

ETAPA:

1. M. Trentin (ITA/ETX) 5h 24m 34s

2. M. Moser (ITA/CAN) mt.

3. G. Brambilla (ITA/ETX) mt.

4. S. Modolo (ITA/LAM) a 20s

5. N. Arndt (ALE/GIA) a 30s

GENERAL:

1. S. Kruijswijk (HOL/LNL) 73h 50m 37s

2. E. Chaves (COL/OGE) a 3m

3. A. VALVERDE (MOV) a 3m 23s

4. Vincenzo Nibali (ITA/AST) a 4m 43s

5. I. Zakarin (RUS/KAT) a 4m 50s

Cuatro de los 12 hermanos Moser, altos viticultores trentinos de cargadas espaldas, fueron ciclistas profesionales, Aldo, Diego, Enzo y Francesco, y cuatro de sus hijos también lo han intentado ser, Ignazio, hijo de Francesco, Leonardo, Matteo y Moreno, hijo de Diego, el único que ha resistido para sufrir la ignominia en Corso Torino, donde, convencido de su superior velocidad llevó a rueda a Brambilla, su último compañero de fuga, en el último kilómetro. En ningún momento miró a sus espaldas Moreno, quien se quejó de que no le funcionaba el pinganillo, justamente el aparato de esterilizar instintos nacientes, y no vio llegar exhalando con el ácido láctico saliéndole por las orejas después de su tremendo esfuerzo, al veloz Trentin, compañero de equipo de Brambilla, gregario y ganador de etapas en el Tour y de clásicas, que lo pasó veloz y feliz con la camiseta abierta luciendo un pecho flaco y un corazón opulento para conseguir, a los 26 años, su primera victoria en su país.

Nibali cree correr de instinto y todos se lo dicen y lo alaban, y corre engañado, solo con el corazón, como dice Gimondi. El único atacante verdadero de este Giro a su pesar repite todos los días que no sabe lo que le pasa, porque él siente que tiene buenas piernas antes de atacar y que por eso se mueve y que luego no aguanta nada y en las contras los otros, el líder Kruijswijk, el cerebral Chaves, el ardiente Valverde, lo dejan clavado. Y se desespera y llora hasta que le explican que no, que cuando atacó en el Falzarego por ejemplo Valverde no se quedó porque él estuviera fuerte sino porque el murciano estaba ya muerto. De ese error de cálculo, de la flojera de Valverde atontado por la altura que le ocultó a Nibali su errónea preparación para el Giro, nació el gran malentendido que condenó al siciliano al cuarto puesto de ahora y su actitud previsible de mera supervivencia en las dos grandes etapas alpinas que quedan, que para muchos sobran pues piensan que ya está todo decidido.

Estos muchos hablan de un ganador pecoso que no corre de instinto ni de piernas, sino de ciencia, y que sencillamente ha sido regular cuando todos los demás, Nibali, Valverde, hasta el luminoso Chaves, han tenido malos días. El Kruijswijk añada 2016, dice su entrenador, Mathieu Heijboer, no es mejor que el de 2015 o el de antes, cuando sencillamente solo aspiraba a estar entre los 10 primeros del Giro, la carrera a la que ha dedicado su vida. Sus vatios, rozando los seis por kilo, poco más de 350 mantiene durante media hora, son los mismos que entonces y no son excepcionales. Su gran valor ciclista es su capacidad de recuperación y de mantener esos valores durante tres semanas, cuando los de los otros bajan. Y si este año está primero, añade, es porque ha tenido una primera semana perfecta y porque los demás, ausentes Contador, Landa, Aru o Nairo, los que le superaban, está por debajo de él este mayo.

“Kruijswijk no es joven joven, pero va bien. Es el más fuerte de este Giro”, dijo Eddy Merckx, otro grande en Pinerolo cálido de castaños brillantes al sol. “De lo que queda de Giro lo más duro es el sábado, y ahí solo veo a Chaves, el colombiano de las alturas. Hará daño, pero no ganará el Giro”.

Al Giro le quedan aún dos llegadas en alto y cinco puertos de más de 2.000 metros para marear a Valverde, que sufre mal de altura, y para que cante Chaves, que nació a 2.600 metros y sigue esperando paciente que todos caigan antes de rematarlos con su mirada limpia e inocente de niño que hace exclamar colmadas de ternura a las señoras de Pinerolo que lo ven tan minúsculo también: “¡Es tan valiente! Pobrecito”. Si supieran…

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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