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Murray detiene a Nadal en Madrid

El escocés, soberbio, tendrá la oportunidad de revalidar su título en la Caja Mágica tras batir al español por 7-5 y 6-4 (después de dos horas y 11 minutos). Djokovic (6-3 y 7-6 a Nishikori) será su rival en la final

Alejandro Ciriza
Nadal se lamenta durante el partido contra Murray.
Nadal se lamenta durante el partido contra Murray.GERARD JULIEN (AFP)

Después de 13 triunfos consecutivos sobre tierra, de elevar dos trofeos y de firmar la secuencia más ilusionante de los últimos tiempos, Rafael Nadal cedió. Cayó el de Manacor frente a Andy Murray (7-5 y 6-4, después de dos horas y 11 minutos), ante un espléndido Murray que este domingo (18.30, La 1) tendrá la oportunidad de revalidar el título obtenido el año pasado en Madrid. El británico, dos del mundo, se enfrentará al número uno, Novak Djokovic. El serbio, firme ejercer en este regreso a Madrid, se deshizo del japonés Kei Nishikori: 6-3 y 7-6.

En la Caja Mágica se masticaba desde el principio un ambiente de tensión. Porque el señor Murray, con todos los respetos, no es ni Andrey Kuznetsov (inconsistente), ni Sam Querrey (registro único) ni Joao Sousa (inerme), los rivales previos en esta edición. El británico, jugador con mayúsculas, ha dado un salto cualitativo sobre la tierra durante el último año. Ya no concibe la arena como un territorio extraño. Ha descifrado su lenguaje, el patinaje y la interpretación de los tiempos, la pausa; ha aprendido a elaborar el punto con un registro diverso, bajo el firme propósito de dar el golpe este año en Roland Garros.

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Él, campeón el año pasado, fue quien llevó la iniciativa en el primer parcial. Intentó cercar a Nadal para impedir que este cogiese vuelo. Examinó una y otra vez al de Manacor con derechas planas y reveses profundos, con dejadas liftadas que hicieron al español patear su perímetro de un lado a otro. Y no tuvo el mejor despertar en el partido Nadal. Una volea clara que tropieza en la cinta y habilita un punto del escocés; varias bolas demasiado cortas; un golpe con la caña que eleva la pelota al cielo y aterriza en uno de los palcos… Ni estaba fino, ni Murray le permitía estarlo.

El británico quebró al cuarto juego (3-1) y tomó distancia. No ofrecía ni una sola rendija, un flanco por el que poder hacerle daño. A su ofensiva se unió su solidez defensiva, su capacidad para recular y devolver la bola en las posiciones más forzadas. No advertía una sola fisura Nadal, que pese a la circunstancia no inclinó las rodillas. Anímicamente recuperado, rebatió al escocés a base de agallas y lo que parecía irremediable (5-2 en contra) fue transformándose en un escenario bastante más ilusionante. Remó y remó el de Manacor, hasta resquebrajar el muro con un break y conseguir el equilibrio.

Erosión sin efecto

Ocurre que Murray, este nuevo Murray que goza de la arcilla, actúa en Madrid como el Nadal de antaño. Domina e impone, y es capaz de revertir una inercia negativa, tanto en el plano puramente técnico como desde la perspectiva mental. Por eso logró escapar del lío, del Nadal que le achuchaba (5-5) y le oprimía poco a poco, de un público que empujaba para hacer que su héroe sintiera un impulso extra: “¡Rafa, te quierooo!”, se declaró una joven desde la grada. Sin embargo, ni el amor ni la erosión surtieron efecto. Murray solventó el apuro, se adjudicó el primer set y en la prolongación del pulso mantuvo la misma línea de autoridad y buen gobierno.

Nadal, batido el año pasado en la final por el de Dunblane, no lo veía nada claro. Sus opciones pasaban por arrebatarle al escocés el bastón de mando, en tocarle la fibra y alterar la gráfica psicológica del partido. No estuvo demasiado lejos, con ese último hilillo de esperanza (break para 5-4), pero al final no hubo modo. No atinó (2/13 en opciones de rotura, demasiada indulgencia en este sentido) y se finiquitó la secuencia victoriosa que traía desde Montecarlo –dos trofeos y 13 triunfos sucesivos–. No hubo un último tren para el de Manacor.

No lo hubo porque Murray jugó de forma majestuosa, con elegancia e inteligencia, como si fuera ya todo un especialista de la tierra. Su repertorio de dejadas, en formato variado, fue delicioso. Con ese librillo de estilo demarró (4-2) y acaparó la victoria, que le conduce directamente a una nueva final en Madrid. Enfrente estará Djokovic. Con Nole, 22-9 adverso en el particular, 3-0 en arena; 6-3, 6-3, 5-7, 5-7 y 6-1 abajo en el último cruce con el serbio (semifinales de Roland Garros del año pasado). Pero ojo: Murray defiende la corona y ha crecido sobre polvo de ladrillo. Y mucho.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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