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“Nunca nos íbamos a rendir con lo de Hillsborough. Así es el Liverpool”

La tragedia ha dejado secuelas imborrables en familiares y aficionados del Liverpool, aliviados con la sentencia exculpatoria de las víctimas

Recordatorio a las víctimas de Hillsborough en Liverpool.
Recordatorio a las víctimas de Hillsborough en Liverpool.PHIL NOBLE (REUTERS)

Liverpool no quiere olvidar a los 96 aficionados reds fallecidos una tarde del 15 de abril de 1989 en Hillsborough, en Sheffield, víctimas al fin demostradas de la negligencia de la policía y la nefasta organización por parte de la Federación Inglesa de Fútbol de la semifinal a partido único que enfrentaba al Liverpool con el Nottingham Forest. El veredicto exculpatorio de los seguidores reds tras la sentencia de un jurado 27 años después, supone un consuelo, para muchos el fin de media vida de lucha por limpiar el nombre de algún familiar que se acudió feliz a Hillsborough y perdió su vida por dar calor al equipo de su vida. La representante de los familiares, Margaret Aspinall ha empeñado su existencia buscando la verdad de la muerte de su hijo James con tan solo 14 años. En 27 años nunca ha podido marcharse de vacaciones.

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“La sentencia me parece bien, pero llega muy tarde. Me cuesta entusiasmarme porque no veo que se haya hecho justicia”, explica Billy Fegan que contaba con 32 años en el momento de la tragedia, presente en Hillsborough. “La justicia ha reconocido lo que aquí sabíamos todos, más que nadie los que estábamos ahí aquel día. Cuando empezaron a sacar cuerpos nos fuimos. Yo ya tenía móvil en el coche por entonces, cosa poco común y dejé llamar a gente a sus familiares. ¡Fue horrible! Pero no hubo violencia ni nada”, relata con dolor Fegan, indignado por el trato de cierta prensa al suceso. “El artículo del The Sun hizo mucho daño, difamando a un pueblo de luto de forma vil y sin piedad”. La manipulación de las pruebas para inculpar a las víctimas no les vino de nuevo. “Los informes de la policía y el gobierno de entonces no sorprendió a nadie. Ellos nunca llegaron a entender lo que significa “You’ll never walk alone”. Nunca nos íbamos a rendir. Así es el pueblo, así es el Liverpool”, sentencia Billy Fegan de corazón y orgullo red.

Es unánime el sentimiento que invade al pueblo de Liverpool. “Estamos contentos con el veredicto. Todos sabíamos que las muertes fueron por culpa de la organización y de la policía”, asume con resignación Alan Robinson, escocés residente en Riverside. Del mismo modo piensa su mujer Angie. “Se hubiesen evitado muchas muertes de haber tomado medidas de seguridad. Para los familiares es un alivio la sentencia pero el dolor seguirá presente mientras vivan”.

Desde aquel fatídico 15 de abril se suceden en Liverpool año tras año homenajes a las víctimas, siempre presentes. La memoria individual, en todo caso es selectiva, y para muchos habitantes de la ciudad del norte de Inglaterra, en el aniversario de la tragedia, es un momento de dolor, de volver a recordar un suceso dantesco que estigmatizó su existencia. Los números oficiales hablan de 96 muertos y 800 heridos. Las víctimas con el alma destrozada fueron muchísimas más, no pudiendo borrar de sus mentes la agonía que sufrieron cual mártires los aficionados que fenecieron aplastados o por asfixia. “Mi hermano pequeño estuvo en la grada superior de Leppings Lane. Vio como sacaron gente de abajo como pudieron. No habla de ello nunca por motivos obvios”, manifiesta con pesar Billy Fegan.

“Después de la tragedia ha habido vidas destrozadas, depresiones, divorcios y hasta suicidios. No se cuenta lo que hay dentro de cada uno de los presentes, solo lo superficial”, explica Juan Morán, fundador de la peña Madridreds de la capital de España y que vivió cuatro años en el Reino Unido, apasionado del equipo de Riverside y activo colaborador con los familiares de los que perdieron su vida para que al fin se hiciera justicia. Muchos de ellos no han podido conocer la sentencia, fallecidos antes de la resolución prolongada más de un cuarto de siglo después.

Cada uno de los 24.000 aficionados del Liverpool presentes en Hillsborough, encierra una historia. “Conocí a un aficionado que no entró al estadio porque revendió su entrada. La conciencia le remordía pensando que quizá el que compró su asiento estuviese muerto. No paró hasta encontrar vivo al comprador. Después no volvió a decir una palabra”, cuenta Morán, una historia más, otra vida marcada por la maldita tarde en Hillsborough. Una enfermera, Ann Williams, consiguió fotografías en las que su hijo era transportado en una valla publicitaria a modo de camilla. La versión oficial de los hechos sentenció que todos los muertos murieron a las 15. 15. Mintieron. Williams demostró que su vástago murió a la cuatro de la tarde. Se lo dijo la enfermera que lo atendió mientras el chico preguntaba por su madre mientras su vida expiraba. Un testimonio más que desautorizaba la versión oficial de los hechos.

“Hay mucha gente que todavía se siente culpable porque fueron a ver un partido de fútbol y volvieron a casa mientras 96 de sus amigos no lo hicieron. Ellos fueron héroes. La gente que ayudó a otra gente. Y son los que siguen sufriendo”, confesó a Morán en una entrevista concedida por Margaret Aspinall dos años atrás una vez ya reiniciado el proceso. “Yo quiero que esta ciudad y, especialmente los aficionados, tengan algo de paz, que no tengan ningún tipo de angustia, tormento, de rabia y que sean capaces de tener paz. Ni siquiera tuvimos tiempo para llorar a nuestros muertos”, dijo Aspinall. Al final prevaleció la verdad y cierto consuelo para la gente de Liverpool, que conviven entre el recuerdo y el olvido.

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