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Colosal empate sin goles en Balaídos

Celta y Atlético brindan un ameno espectáculo sin generar apenas ocasiones para marcar

Radoja y Thomas pugnan por el balón
Radoja y Thomas pugnan por el balónMIGUEL VIDAL (REUTERS)

En un grato espectáculo Celta y Atlético firmaron un empate sin goles. A veces el cero a cero es ameno, en ocasiones a un magnífico esfuerzo ofensivo se impone una colosal destreza defensiva. Algo de eso ocurrió en Balaídos para dejar abierta una eliminatoria que concederá un pase a las semifinales de la Copa del Rey.

Es complicado interpretar este partido sin considerar el que ambos equipos jugaron en idéntico escenario hacía diez días. Entonces el Atlético consiguió desactivar al Celta en un excelente ejercicio de paciencia y desgaste. No resulta sencillo hacerlo, mucho menos repetirlo. El Celta fue en esta ocasión más indomable porque se juntó mejor, apretó en la presión y cerró los caminos a Griezmann, que fue quien había marcado diferencias en aquel partido de Liga. Encontró además salidas el equipo de Berizzo por los flancos, desde donde operaron con libertad para incidir también por dentro tanto Iago Aspas, desde la diestra, como Orellana, que partió de la zurda. Fue a más el combo celeste en cuanto el chileno comenzó a entender el partido y trabajar a la espalda de su ex compañero Augusto. Por ahí se corrigió el Celta, que había empezado con algún susto en su meta disipado en cuanto consiguió que el partido dejase de ser un ida y vuelta descontrolado, en cuanto su presión evidenció algún problema del Atlético para hacer circular la pelota.

Celta, 0-Atlético, 0

Celta: Ruben Blanco; Jonny, Cabral, Sergi Gómez, Planas (Hugo Mallo, m. 87); Wass (Borja Fernández, m. 90), Radoja, Pablo Hernández; Orellana, Guidetti y Iago Aspas (Beauvue, m. 73). No utilizados: Sergio Álvarez, Bongonda, Drazic y Señé.

Atlético: Moyá; Jesús Gámez, Savic, Godín, Filipe; Gabi, Augusto Fernández, Koke; Griezmann (Thomas, m. 79), Jackson Martínez (Correa, m. 59) y Ferreira Carrasco (Vietto, m. 65). No utilizados: Oblak, Juanfran, Giménez y Óliver Torres.

Árbitro: Estrada Fernández. Amonestó a Jackson Martínez y Orellana.

Balaídos. Unos 16.000 espectadores

Con todo, Orellana no tuvo continuidad y el Atlético tampoco precisó que Moyá se mostrase mucho. Su engranaje defensivo está tan automatizado que apenas importó que entrasen en él dos futbolistas poco habituales como Jesús Gámez y Savic. Se plegó con su habitual impermeabilidad el equipo del Cholo, que controlado ese aspecto se aplicó para tratar de encontrar soluciones a su déficit ofensivo situando a Griezmann más cerca de Jackson Martínez. En todo ese batiburrillo, entre toda esa batalla técnica y táctica el partido nunca mudó una característica: se jugó a todo trapo, con una exigencia física brutal.

Hubo codicia y en la ambición se despidió cualquier atisbo de especulación. En un partido sin especial exigencia para los guardametas el gol siempre estuvo en la mirilla de ambos equipos. El Atlético estuvo mandón cada vez que se sacó de centro. Salió a hacer diana de inicio y se volvió a mostrar nada más salir del descanso. Ahí pudo hacer daño a su rival porque, en esas acciones de estrategia marca de la casa, Savic conectó un testarazo en el primer palo que se fue bien cerca del segundo y poco después Rubén Blanco, firme toda la noche para olvidar alguna desafortunada pasada actuación, sacó una mano para enviar a córner una rosca de Jackson, activo, trabajador, pero una vez más sin pegada. Y va ya para tres meses sin cantar gol, un pecado para un delantero que costó un dineral.

El Celta se mantuvo en pie. Y buscó su momento casi más en los espacios que en la posesión, siempre con cautela para no perder la pelota en zonas sensibles y propiciar una respuesta rápida del Atlético, que además pronto se armó con dos velocistas como Correa y Vietto. Trató de retirarle referencias Simeone a la zaga local y fue a encontrar una clara opción en una clásica acción de centro y remate en la que a Correa le faltaron los centímetros de Jackson para conectar con solvencia un cabezazo goleador. Para entonces, a un cuarto de hora del final, la liza ya iba dejando damnificados. Aspas se fue del partido agotado y golpeado, Guidetti se fajó como un gladiador, en la medular nadie dejó de encimar, Godín dirigió la zaga rojiblanca como lo que es, uno de los mejores y más infravalorados defensas del planeta. No hubo goles, no hubo excesivas oportunidades para lograrlos por más que cerca del epílogo entre Augusto y Moyá casi se metiesen uno en propia puerta y el árbitro pudiese pitar un penalti por una clara mano de Thomas que interpretó sin intención, pero Celta y Atlético brindaron un magnífico espectáculo que alimenta un partido de vuelta que apunta a memorable.

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