Con Luis Suárez basta para llegar a la final del Mundialito
Tres goles del uruguayo dan la victoria a los de Luis Enrique, que se imponen al Guangzhou con las ausencias de Messi y Neymar
A Luis Suárez tanto le da. No es que se la repampinfle no tener a Neymar y Messi –sufrió un cólico nefrítico la noche anterior que le impidió jugar- al lado, porque con ellos siempre se garantiza varias ocasiones de gol, pero le alcanza consigo mismo para crear el mayor de los desaguisados. Como ante el Guangzhou Evergrande, que padeció la viveza y la puntería de un delantero centro sin igual, de un 9 de los de verdad que se las bastó para descomponer al contrario y clasificar al Barcelona en la final del Mundial de Clubes, que será el domingo frente al River Plate argentino.
FC Barcelona, 3 - Guangzhou, 0
FC Barcelona: Bravo; Alves, Piqué, Mascherano, Alba (Adriano, m.76); Sergio Busquets, Rakitic, Iniesta (Sergi Samper, m.81); Munir, Sergi Roberto (Sandro, m.72) y Luis Suárez.
Guangzhou Evergrande: Li Shuai; Zhang Linpeng, Feng Xiaoting, Kim Younggwon, Zou Zheng (Li Xuepeng, m.35); Paulinho, Zheng Zhi Ricardo Goulart; Huang Bowen, Zheng Long (Yu Hanchao, m.56) y Elkeson (Gao Lin, m.67).
Goles: 1-0, m.39. Luis Suárez. 2-0, m.50. Luis Suárez. 3-0, m.67. Luis Suárez, de penalti.
Arbitro: Joel Aguilar (ESA). Amonestó a Feng Xiaoting (m.16).
Suelen ser los equipos asiáticos de lo más dinámicos e intensos, predispuestos a la carrera de área a área. No así el Guangzhou, la excepción que confirma la regla debido a la acentuada influencia de Luiz Felipe Scolari, un entrenador bien tacaño con el juego porque siempre se entregó al talento de los de arriba, como ocurriera, por ejemplo, en el exitoso Mundial de 2002 cuando Ronaldo, Rivaldo y Ronaldinho se las apañaban para encontrarse entre ellos y perder a los rivales. Pero más que despersonalizado, el equipo chino ha mutado de piel porque ante el Barça supo de sobra a lo que quería jugar y proponer, con la zaga cosida al portero y dos líneas de cuatro bien abrochadas. Existían, en cualquier caso, dos salvedades: la de Goulart, que se quedaba al rebote por si le caía el balón y debía actuar de trampolín; y la de Elkeson, presto para el sprint definitivo por detrás de las espaldas de la zaga rival. Tampoco la vieron. Resulta que apenas tocó el balón el Guangzhou, por más que no le importara –hasta su afición celebraba casi como goles las ocasiones repelidas-, confiado a su inspiración y buen tino en los metros finales. No se dio.
Se amontonaban las piezas en el área del Guangzhou y al Barcelona se le multiplicaban los problemas porque no había rendija por donde filtrar el último pase
Se amontonaban las piezas en el recibidor del área del Guangzhou y al Barcelona, que le gusta entrar hasta la cocina con el juego asociativo, se le multiplicaban los problemas porque no había rendija por donde filtrar el último pase. No le quedaba otra que ejecutar una pared oportuna, dar la sorpresa con la profundidad de los laterales o probar fortuna con un disparo lejano. Soluciones que tardaron en llegar porque Munir no supo resolver ese pase interior que le puso Iniesta y chutó al bulto, desatino demasiado pertinaz en lo que va de curso. Tampoco Alba y Alves lograban crear el guirigay con sus ascensiones porque saltaban los laterales rivales y los interiores cerraban por dentro en caso de que se diera el centro. Aunque sí que funcionó la tercera vía, validada por el portero Li, que tiene manos de mantequilla. Así, no supo blocar un chut fuerte pero centrado de Rakitic, y Suárez, que se las sabe todas y que jamás deja un balón huérfano porque para él sería engañar al fútbol, acudió al rechazo y puso la punta de la bota para festejar el gol.
Es lo que tiene Suárez, que con media te hace dos. Messi es un genio que descascarilla cualquier defensa, que se las basta por sí solo para romper tantas cinturas como redes, pero que genera juego con el balón en los pies. También Neymar reivindicó ese protagonismo en ausencia del 10 porque puso el desequilibrio y absorbió el esférico para hacer jugar a los demás. No es así Suárez, por más que ahora sea el mejor delantero centro del planeta. Lo suyo es iniciar la presión y acabar las jugadas, futbolista que convierte todo lo que ocurre a su alrededor en oro, pero al que ni le van ni le vienen los preliminares porque para él todo se reduce al gol. Y no falla. Sobre todo si pone de su parte Iniesta, excelente una vez más porque fue el único que supo mirar al frente en la zona de creación. Así, el uruguayo se la cedió al 8, que se la devolvió por arriba y con precisión –la vía de la pared-, y Luis Suárez puso de nuevo el gancho para marcar el segundo.
Poco replicó el Guangzhou, encerrado como estaba a la espera de un fallo en la entrega o un robo avispado para salir a la contra. Se ayudó, eso sí, en las jugadas a balón parado porque en una falta lateral Elkeson exigió la estirada de turno de Bravo del mismo modo que Paulinho remató un córner que obligó la intervención de Piqué para despejarlo. Poca cosa y más ante un Suárez en racha, que aprovechó que Munir se dejó caer en el área y provocó un penalti para que el uruguayo hiciera el tercero. Un hat-trick que evidencia que el Barça tiene una salud envidiable en cuanto al gol, que expresa que Luis Suárez, al menos ante el Guangzhou, se las basta solito.
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