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La apuesta más discutida de Berizzo

El técnico del Celta insiste con Pablo Hernández, clave en su triunfo en Chile y protestado por Balaídos hasta hace un mes

Pablo Hernández presiona a Capa, del Eibar.
Pablo Hernández presiona a Capa, del Eibar.Iñaki Nadrés (Efe)

“¡Es linda Galicia!”, exclama Pedro Pablo Hernández (San Miguel de Tucumán, 1986) al sol de Vigo. Para el fin de semana se anuncia algún chubasco, pero se necesitan bastantes para nublar el presente de un futbolista forjado a 1.200 kilómetros de los focos de Buenos Aires y que pasó por modestos de Argentina, Uruguay y Chile, también por una breve experiencia en Estados Unidos, escenarios menos granados que por el que se compite en Balaídos: el liderato de la Liga española frente al Real Madrid.

El camino no ha sido grato para un tipo que hace poco más de un mes se encontró con una pitada de su propio público cada vez que cometía un error. Le exigen porque llegó al Celta de la mano de Toto Berizzo, con quien ganó el campeonato chileno para O’Higgins. En Balaídos es una apuesta del técnico no siempre entendida por la grada. A veces Hernández, espigado como es, parece un cuerpo extraño en medio del frenesí de Nolito, Aspas, Augusto, Wass u Orellana, bajitos que juegan a un ritmo endiablado. El suyo es otro, la técnica pausada, la llegada al área. “Después de todo lo que he pasado, miro atrás, veo tanto sacrificio y un silbido o un reproche no me pueden afectar. Estoy en la mejor liga, titular con un entrenador tan estricto y que obliga a ganarte el puesto en el día a día… Este juego es ingrato en ocasiones y yo disfruto de lo que tengo”, explica.

Hace poco más de un mes, Berizzo era silbado por la grada de Balaídos cada vez que cometía un error

Hernández no luce como en Chile, donde en 2014 fue elegido mejor volante del campeonato y se ganó una unánime reclamación para optar a un pasaporte que le corresponde por las raíces de su padre. Se quedó fuera del Mundial por una lesión tras marcar 11 goles en 29 partidos en el campeonato del país andino. La campaña pasada, la primera en Vigo, la cerró con apenas dos dianas y una cierta indefinición sobre su rol en el equipo, sí mediapunta, mediocentro, ambas cosas o ninguna porque hasta él describe su trabajo actual como el “de un doble cinco tirado hacia la mediapunta”, en todo caso una pieza rodeada de talento. “Cuando me conoció Berizzo me llevó a jugar un poco más adelante de lo que acostumbraba, ahora últimamente me pone más atrás y no me disgusta porque participo más”.

En ese papel entiende Hernández que ha mejorado su aportación al equilibrio de un equipo que arriesga tras pérdida para recuperar la pelota y que en ocasiones se destapa en esa labor. “Lo hemos trabajado mucho y ahora sabemos quién ataca y quién llena sus espacios si hay contragolpe. Es difícil que nos encuentren mal parados, pero un rival como el Madrid te puede complicar justo en eso”. Cree tener la receta para evitarlo: “Terminar todas las acciones de ataque. Tendremos mucho el balón y haremos bastantes pases en campo contrario, pero hay que estar finos para no padecer si tenemos que correr para atrás”.

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El plan del Celta es cristalino. Le juega igual a Barcelona, Madrid o Getafe. Pero la tensión y la intensidad que pide Berizzo es complicada de mantener noventa minutos. “No podemos tener baches”, demanda el entrenador. “Necesitamos manejar los momentos de desgaste con el balón en nuestros pies”, reflexiona su futbolista. En bastantes ocasiones la grada ha encontrado en él una diana por una relación que les llevó a cruzar juntos el charco. Hernández es agradecido: “Berizzo es una gran persona que me hizo ver el fútbol de otra manera y me ayudó para llegar adonde estoy, a un gran equipo”.

El técnico dudó entre él y Radoja para un puesto en el once titular. En Villarreal ya fue titular, y repetirá en el once de salida ante el Real Madrid. “Imagino un partido en el que la pelota se debe jugar de manera muy segura, un mediocampo dinámico, físico y agresivo que deberá presionar y sostener el balón. Creo que Pablo nos podrá ayudar en esas facetas”, aguarda Berizzo. Rápido o lento, con pausa o sin ella, extraño o no entre tanto bajito bullicioso, Hernández tiene claro lo que debe hacer: “Cuando esté de mitad de cancha para arriba, apuntar a uno de celeste y dársela al pie”.

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