Rossi, un líder de la vieja escuela
El maestro de la guerra psicológica pelea por el Mundial a los 36
Hubo un tiempo en que Valentino Rossi se ponía peluca, orinaba en baños portátiles o daba la vuelta de honor con una muñeca hinchable de paquete en su moto. Así celebraba. Así mandaba mensajes. Así competía. Ahora, en la treintena, no guarda disfraces en el armario, ni orquesta celebraciones maquiavélicas. Se conforma con subir al podio con una camiseta del Pelusa, como hizo en Argentina, o con estrenar casco en Misano, como cada temporada. Este año, por ejemplo, se presentó como un inocente pececillo al que asediaban los tiburones. Pero no engaña a nadie. “No es un pececito, es el rey tiburón”, espetó Márquez, antes su admirador, hoy su rival. Él, como todos, lo tiene claro. Valentino sigue siendo mucho Valentino. Y por eso es también el líder de MotoGP, con 14 puntos de ventaja sobre Lorenzo. Y aspira a ganar su décimo título.
Rossi tenía toda la picardía imaginable a los 17. A veces hiriente, jamás burdo, siempre utilizó su encanto natural para encandilar al público y doblegar a los rivales. A los 36, su fina ironía, su discurso, su actitud o su entorno le ayudan, también, a ganar carreras y a imponerse moralmente a sus rivales. No le está resultando tan fácil con Lorenzo o Márquez como años atrás hizo con Biaggi o Gibernau, pero tanto entonces como hoy echa mano de lo que se llama guerra psicológica.
Y funciona. “Claro que funciona. ¿Cómo si no iba a ser el líder del Mundial después de tantos años? A lo mejor no es el más fuerte, o el que está más en forma de los que pelean por los títulos, pero es el líder”, reflexiona, ya desde la distancia, Sete Gibernau, subcampeón de MotoGP en 2003 y 2004. “La moral cuenta mucho para ganar, como la actitud. Es fundamental”.
“La psicología le ha funcionado de alguna manera con Lorenzo y poco o nada con Márquez, pero la ha utilizado siempre. Él tiene ese punto de picardía. Sabe comerles el coco a los rivales”, apunta Jorge Martínez Aspar, que se encontró con Rossi cuando este llegó al Mundial en 1996. “Él me retiró”, asume.
“Tiene ese punto de picardía. Sabe comerles el coco a los rivales”, asegura Jorge Martínez 'Aspar'
Su relación, recuerda, era buena: “Era todo muy divertido, todo risas, pero en cuanto podía, pam, te la pegaba. Y sigue haciéndolo. Entonces ya no eres tan amigo suyo. Él lo seguiría siendo, pero tú ya no quieres. Con este no se juega. Es su estrategia, lo sabe hacer muy bien. Y es el único, los demás no lo hacen. Ya no quedan pilotos así. Antes se hacía mucho. Había muchos que tiraban de picaresca”. Y añade: “Nieto era brutal. Levantaba antes el cuerpo a final de recta para simular la frenada y confundir al que iba a rueda. Yo aprendí mucho de él. Me iba a ver a los rivales en la parrilla y les hacía alguna broma. Ahora están tan concentrados y es todo tan profesional que no se concibe”.
Las broncas que más entretuvieron a los aficionados fueron las que mantuvieron Rossi y Max Biaggi, con quien la rivalidad sigue candente, tanto que hoy el romano no pisa territorio Yamaha cuando visita los circuitos, pese a que fue piloto de la fábrica japonesa y le une una buena amistad con Lorenzo. Antes incluso de que compitieran en la misma categoría ya había piques. Biaggi le pedía al joven talento que se lavara la boca antes de hablar de él y aquel tiraba de ingenio, como cuando sacó a pasear a una muñeca que decía ser Claudia Schiffer (Mugello, 1997). Una humillación para Max, que entonces, se rumoreaba, tenía una relación con Naomi Campbell.
Entre ellos hubo de todo: incluso peinetas en plena pista (Suzuka, 2001) y puñetazos entre bambalinas —“un mosquito”, dijo Biaggi cuando se le preguntó por una rojez que tenía en la cara— justo antes de la ceremonia del podio en Montmeló (2001). “En las conferencias de prensa, e hicieron muchas, nunca se miraban a la cara. Y nunca se referían al otro por su nombre de pila”, relata Nick Harris, veterano narrador de las carreras de MotoGP. Así de fría era y todavía es su relación.
“Sabe ser el más fuerte dentro y fuera de la pista”, apunta Sete Gibernau
La que mantuvo con Sete, que era buena en los inicios, explica el español, se torció cuando empezó su mano a mano por las carreras. “Llevó esa rivalidad hasta lo personal. Sabe ser el más fuerte dentro y fuera de la pista, aunque haya otros pilotos más rápidos que él. Es el que mejor sabe hacerlo. Y esto es un halago”, dice.
Dos episodios escenifican sus enfrentamientos en aquellos años en que Rossi lo ganaba todo (cinco títulos consecutivos entre 2001 y 2005). El primero remite a Qatar (2004), cuando Honda, o sea, Gibernau, denunció al italiano por haber quemado rueda en su zona de la parrilla para mejorar la adherencia. Rossi (y Biaggi) fue castigado a salir desde la última línea. Aquel sería, a la postre, el último triunfo de Sete en MotoGP. Al siguiente gran premio, en Malasia, Rossi barrió la pista como burla para celebrar su triunfo. Ganó, también, las últimas dos carreras y el Mundial.
Y comenzó 2005 con un adelantamiento marca de la casa. Fue en la última curva de Jerez. El italiano sacó de la pista al español en la última vuelta y ganó. Tras el incidente, el entonces presidente de la Federación Internacional de Motociclismo, Francesco Zerbi, pidió a los pilotos que aquello no se volviera a repetir. Los trataba a ambos por igual, como si Sete tuviera alguna responsabilidad, lo que enervó a su equipo. “Estamos lejos de que todos tengamos los mismos derechos”, respondió Fausto Gresini, director del equipo Honda.
“Respeto sus formas. Y lo recuerdo con cariño, fueron años mágicos”, dice hoy Gibernau. “Ver a Valentino delante me sigue gustando. Sigue teniendo muchísima ilusión en lo que hace después de tanto tiempo”, cierra.
Otros, como Stoner, no han logrado que la distancia les endulce los recuerdos. Tras dominar en 2007, Rossi se sacó de la manga un adelantamiento imposible en el famoso sacacorchos (Laguna Seca, 2008). El duelo se alargó durante toda la prueba hasta que, desquiciado, el australiano, acabó por los suelos. Aún así, fue segundo. Pero se sintió ultrajado. El rencor marcó su relación desde entonces.
Y sobre todo cuando Valentino recaló en Ducati. Un día Stoner le llamó “perrito faldero” y otro le negó el perdón con una frase lapidaria: “Esta vez tu ambición ha superado a tu talento”. Rossi no pudo controlar su moto en una frenada y se lo llevó por delante (Jerez, 2011). Poco después Stoner le animó a “tragarse sus palabras” después del fracaso del italiano con la Desmosedici pues había insinuado que no podía ser tan difícil. Y así, un sinfín de encontronazos. El australiano, siempre a punto para responder con el gesto serio; el italiano, listo para tirar de ironía. Áspero y huraño, el uno, sociable y bromista, el otro, difícil que la rivalidad se torne en amistad.
Sí ha cambiado la relación que Rossi tenía con su compañero de equipo, Jorge Lorenzo, con quien se jugará el título en este final de temporada trepidante. Vuelven a compartir taller tras haberlo hecho entre 2008 y 2010. Entonces, un muro que persistió a petición del italiano, dividía el box e impedía que se compartiera información. Hoy ese muro ya no existe. Y la relación entre ambos es profesional, “llevable”, dice Lorenzo. “Nos respetamos. Y sabemos que el otro es muy bueno. Pero no deja de ser mi mayor rival, porque compite con mi misma moto y es el primero al que tengo que batir. Si me gana él estará demostrando que es mejor que yo”.
Han tenido piques en la pista (Montmeló, 2009 o Motegi, 2010) y aunque casi siempre ha sido Rossi quien ha salido vencedor, la explosividad y velocidad de Lorenzo le han permitido mantener la entereza: “Le gusta la lucha, es un gran motivador. Y eso le ha ayudado a dar la vuelta a la tortilla en muchas carreras en las que no parecía que pudiera ser tan competitivo. Muchos rivales se han venido abajo al ver que era capaz de ir mucho más rápido que en los entrenamientos”.
Por sus gestos fuera de la pista dice no sentirse aludido, ni siquiera por el hecho de que hace unas semanas ralentizara el ritmo en los minutos finales de la clasificación e interfiriera en su último intento de mejorar la pole. “Quiero pensar que no lo hizo a propósito”, dice Lorenzo. “Valentino es muy inteligente, lo es respondiendo a los periodistas y en el trato con la gente. Tiene una personalidad muy alegre y es querido por la gente, pero todo lo que dice o hace no me afecta mucho”.
Lo mismo opina Márquez, que llegó a MotoGP con Rossi en un pedestal y hoy lo tiene por uno de sus mayores adversarios. Sobre todo después de carreras como las de Argentina —el italiano le venció en un duelo en el que nada se le puede reprochar— o Assen —donde ganó después de haberse saltado la chicane de entrada a meta—, cuando el español dijo: “Una vez más Valentino ha sido el más listo. Nos ha enseñado una cosa nueva”; y aquel, que de tonto no tiene un pelo, respondió: “No sé si Marc me hace un cumplido o me toma el pelo”. Todavía no le tiene la moral ganada al chico de Cervera, pero lo ha intentado: “Valentino es un especialista en eso de gestionar situaciones al límite y a la hora de salirse siempre con la suya. Tiene carisma y el apoyo de la gente, en eso, además de en su talento, se basa parte de su éxito”.
Lorenzo viaja a Japón con un esguince en el hombro
Jorge Lorenzo se lesionó el hombro izquierdo este sábado mientras se entrenaba en moto. El de Yamaha se visitó en el Hospital General de Cataluña, donde se le diagnosticó un pequeño esguince. Ayer a mediodía embarcó rumbo a Japón con el brazo en cabestrillo por precaución. Se espera que pueda correr en Motegi sin problemas. A falta de cuatro pruebas para que el Mundial ponga el cerrojo quedan cuatro pruebas por dispitarse (Japón, Australia, Malasia y Valencia). Rossi dispone de 14 puntos de ventaja sobre su compañero. El mallorquín cuenta más triunfos (seis) que su adversario (cuatro) pero también un cero (Misano), y otros tantos cuartos puestos en días en los que Rossi se subió al podio.
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