Los ‘All Blacks’ recuerdan su plaza maldita
Una dubitativa Nueva Zelanda vence a Georgia (43-10) en su regreso mundialista a Cardiff ocho años después de su debacle ante Francia
Antes de bordear por primera vez el precipicio en el cruce de cuartos de final, Nueva Zelanda ha realizado este viernes un ejercicio de fogueo en la misma plaza, en su gran cementerio. El Millennium Stadium de Cardiff presenció en 2007 la gran debacle de aquellos All Blacks grises ante Francia, la única vez que los vigentes campeones del mundo se despedían antes de las semifinales. En su regreso mundialista, el cuadro de Steve Hansen recordó su infinita gama de efectivos, pero el nivel de su grupo titular desmereció al cartel, como lo hiciera durante una buena fase del encuentro ante Argentina. En su supremacía, mostraron sus resquicios de debilidad ante una voluntariosa Georgia.
Algunas aristas de los neozelandeses son la consecuencia natural de su dinamismo, las imprecisiones propias de tanto pase atrevido. Cuando Waisake Naholo abrió el marcador, a los 73 segundos de juego, no necesitó pasar; le bastó con acelerar y rechazar con el brazo la esforzada estirada de la última guarnición georgiana. Fue la presentación al mundo del máximo anotador de ensayos del Super Rugby, recuperado en tiempo récord de una fractura de peroné gracias a la medicina alternativa de si Fiyi natal. Desde el otro ala ensayaría Savea por partida triple, titular en los tres encuentros de su selección.
Y aun así encontraba Georgia motivos para sonreír. Muchos de sus jugadores presenciaron con gesto iluminado la primera haka que vivía el rugby georgiano. También sonrieron con el marcador, enorgullecidos por igualar a siete tras una de tantas pérdidas evitables del rival. El zaguero Beka Tsiklauri pateó en tierra de nadie un oval desviado por el pie de Dan Carter y conquistó a placer la zona de marca. Poco después se dejaría su honor en un placaje desesperado para echar a Savea a la banda, pero el ala, impasible, gravita sobre su propio eje.
Si los All Blacks querían poner a prueba a su apertura anotando siempre junta la banda, Carter no superó el examen. Marró tres de los cuatro intentos de transformación en el primer tiempo; patadas exigentes, sin duda, pero la ejecución fue de mal en peor. Su lenguaje verbal no transmitía para nada comodidad, máxime tras mandar a zona de marca un golpe de castigo que pretendía atinar en la touch.
Sin apuros en defensa, Nueva Zelanda se mostraba imprecisa en ataque para sus extraordinarios estándares. Sus opciones son eternas, y llegó el imponente segunda línea Brodie Retallick para ampliar la cuenta bajo palos tras el descanso; Savea elevaría a 35 ensayos su inmaculado registro en 38 partidos y Fekitoa, que se disculpó por no asistirle en el que habría sido su cuarto ensayo, también hizo marca.
El final de una noche simbólica se lo llevó el capitán georgiano Mamuka Gorgodze, elegido en las votaciones a mejor jugador del partido frente a unos All Blacks que tenían a un centenario en internacionalidades como Ma'a Nonu llevando el agua a los compañeros, peto incluido. También hubo lugar para el Sweet love, sweet chariot, el eterno canto inglés en tierra enemiga, ahora también verduga. Porque todo cabe en Cardiff, hasta un resquicio para que el planeta rugby crea posible otro batacazo de la superpotencia.
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