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Benítez converge con Ancelotti

Convencido de que la problemática del equipo no ha cambiado, el técnico del Madrid estudia insistir en el 4-3-3 y devolver a Bale a la banda

Diego Torres
Benítez da instrucciones ante el Malmoe.
Benítez da instrucciones ante el Malmoe.REUTERS

Cada minuto que pasó Rafa Benítez de pie junto al campo en Malmoe fue un minuto contra sus nervios. El entrenador madrileño comenzó el partido impasible. Oteando el horizonte desde sus gafas de lector de tabletas como un funcionario ejemplar del servicio nacional de meteorología. Pero poco a poco fue transformándose. Somatizando angustiosamente el movimiento inevitablemente aleatorio, biológico, de los jugadores, incapaces de mecanizar acciones, fatalmente humanos, irremediablemente frágiles en el esquema táctico de 4-3-3 que el entrenador se afanó en compactar a grito pelado. “¡Varane!”, se desgañitaba, moviendo las manos ordenando el achique para que el central se pegara a los volantes. “¡Karim!”, gritaba al otro extremo, pidiéndole al punta que se retrasase. “¡Arbeloa!”, invocaba, clamando una basculación para presionar el saque de banda de un jugador sueco. De vez en cuando se giraba hacia el banquillo y lanzaba una maldición porque no había caso. No había modo de que los muchachos actuasen como autómatas.

“El equipo ha estado bien”, dijo Benítez, pálido y exhausto. “Hemos tenido el 75% de posesión”. El Madrid le había ganado al Malmoe por 0-2, el miércoles por la noche, pero en el rostro del técnico no había rastros de satisfacción. Solo señales de quien carga con una pesada responsabilidad. La que le indica el calendario de la Liga, que el próximo domingo prevé un derbi en el Calderón.

El entrenador dice que la clave será que los tres centrocampistas aguanten el esfuerzo

Benítez emitió un discurso optimista. Pero su lenguaje gestual evidenció la preocupación íntima de quien se obsesiona con una perfección imposible de lograr. Porque cuando Benítez habla de sus ideas, los jugadores y los auxiliares creen escuchar la voz de Ancelotti. Hasta el punto de que en la directiva, bien informada de lo que dice el entrenador, cunde la convicción de que es amigo de su predecesor italiano. Deben hablar. De otro modo no se explican que diga las mismas cosas: que si Cristiano es un superjugador; que si Bale es el prescindible segunda espada; que si Benzema es el fundamental porque hace que los otros brillen; que no descarta implantar el 4-3-3 y jugar al contragolpe; que entonces Bale debería volver a la banda derecha, si es que quiere; y que la clave será encontrar tres centrocampistas capaces de aguantar la exigencia física de cubrir un mediocampo gigantesco. Esta última cuestión es la que más amargaba a Benítez en Malmo cuando se esforzaba por agrupar a sus futbolistas en un espacio reducido para que así los volantes como Kroos corrieran lo menos posible y no acabasen fundidos.

En Malmoe, el Madrid monopolizó la pelota el 75% del tiempo de juego. Pero eso no es necesariamente un remedio cuando lo único que garantiza el sistema es orden sin pelota. Con balón la cosa cambia. Con balón al equipo le cuesta demasiado trabajo encontrar vías hacia el gol. Como dijo Yotún, el lateral peruano del Malmoe: “En el primer tiempo la única ocasión del Madrid fue un contragolpe, y nos hicieron el 0-1. En el segundo, nos metieron el 0-2 cuando nos quedamos con diez”.

Contra el Shakhtar, Benítez devolvió a Bale a la banda derecha y recuperó el 4-3-3. Pero Bale se lesionó. Esto sirvió a Benítez para añadir un centrocampista en su lugar y así dar un paso más hacia el “equilibrio”, lo que en teoría supone defender y atacar con más recursos. La evolución, sin embargo, ha sido imperceptible. En los cuatro partidos disputados con cuatro volantes el Madrid ha manifestado los mismos problemas de creatividad y contención que padecía con tres puntas. Como si después de cinco años y medio de contragolpear no resultase nada sencillo reprogramar la mentalidad y las costumbres.

El regreso de Bale parece inminente, y con él, el 4-3-3 que inventó Ancelotti.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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