El invisible Benzema
Sin un volante entre las manos, Benzema circula por el fútbol tan de puntillas que solo suele destilar murmullos y silencios. Tan opaco resulta que, por lo general, su gran obra ni se ve ni se contabiliza. Como si fuera un fantasma, invisible. De nada le sirve mantener un registro del que no puede presumir ni Cristiano: ser el único en alborotar a Florentino Pérez en un palco (el récord data del 23 de febrero de 2011 en Lyon). No se le ha valorado mucho ser capaz de descorbatar al mismísimo presidente, prevalece la cantinela de que, al menos hasta llegar Bale, era su mimado.
A rebufo de tal etiqueta, cada verano se anima el cotarro con la cháchara de que el Madrid necesita un nueve, cuestión machacona para los dogmáticos más involucionistas, puesto que la principal delación contra el francés no es más que numérica. Hace unas cuantas cavernas que el nueve ya no es estrictamente el pichichi. Además, el Madrid ya tiene un no nueve insuperable como nueve —CR, ya que Messi no parece a tiro madridista por ahora—. Benzema no atiende a los dorsales. Con ese aire ermitaño, él recorre el ataque en todas las direcciones, siempre sigiloso, ya sea por las vías del 9, el 10, el 7 o el 11. Porque todo eso es este futbolista capaz de dar geometría al juego, poner el punto final en la red o bailar en los costados para habilitar los paseíllos a otros más ilustres. E incluso a quienes se tienen por más conspicuos sin merecerlo.
El galo es un desmentido perpetuo: un arquitecto del gol que golea como casi nadie
Los que no perciben al Benzema agudo y disimulado, se aferran a que se trata de un jugador vaporoso, que no embarra el uniforme. No reparan en que no lo necesita para el más relevante de sus perpetuos desmentidos. Sin necesidad de arrebatos y furia demagógica, Benzema tiene una contabilidad secreta que no cuadra a sus detractores. Pero el muchacho es un poco apocado, no se toca los pectorales ni mordisquea el escudo. Sin la ortopedia populista, le cuesta dar transparencia a unas cifras irrefutables, las que recientemente exponía en Radio Marca el periodista Julio César Iglesias. En las últimas cinco temporadas, si se mide el futbolscopio por meras estadísticas, resulta que el galo ha marcado 124 goles y hecho de mensajero en 66 asistencias. Otros nueves de primera referencia mundial, los llamados a suplirle: Luis Suárez (102 goles y 42 pases de gol); Lewandowski (115 y 33); Agüero (123 y 28); Falcao (114 y 9); Diego Costa (94 y 24) y Reus (77 y 47). Benzema lidera ambos apartados.
Es tiempo pasajero de Benzema, porque lleva cinco partidos encadenados con dianas y parece que Benítez le ha espabilado en esa faceta al reclamarle de 20 a 25 goles en Liga. Quizá haya funcionado el diván del técnico, pero no le conviene al Madrid que el jugador se obsesione con el reto y se deje ir en otras latitudes de la cancha. Mejor atribuir su despegue goleador a una racha de casino, como las de casi todos los atacantes de ayer, hoy y mañana. Pero, a diferencia de la inmensa mayoría, cuando el gol le saque la lengua, este futbolista tirará del mucho repertorio que tiene. Hará feliz a Cristiano, a Bale y a otros. Dará igual. Volverán los sermones en su contra, las cruces que le acompañan en su carrera desde que decidió que él solo se desmelena al volante.
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