Ni Guardiola ni Xavi; ahora le toca a Iniesta
El capitán del Barcelona aspira a asumir también en la selección la función de metrónomo y jugador de equipo
A Guardiola no le ha servido de nada desmentir aquella leyenda según la cual le habría dicho a Xavi: “Fíjate en Andrés porque un día te sucederá a ti por la misma ley de vida que tú me has sustituido a mí. Iniesta nos retirará a los dos”.
A Andrés Iniesta le toca hacer ahora de Xavi en la cancha, sobre todo como volante por el que pasa el juego del equipo azulgrana; en el vestuario, en cuanto capitán del equipo de Luis Enrique; y en la selección, sobre todo porque es el barcelonista con más galones, el más dispuesto para compartir liderazgo con Casillas.
Iniesta se sintió a menudo Messi con La Roja. Aquel jugador desequilibrante, profundo, luminoso, un futbolista de apariciones y momentos célebres, pocos como el de Johannesburgo, cuando marcó el gol que le dio a España el título de campeona del mundo. Nada sorprendente, por otra parte, en un personaje muy querido por el barcelonismo desde el tanto que marcó en Stamford Bridge y llevó al equipo hasta la final de Roma.
Hay la sensación de que durante un largo tiempo Iniesta ha sido muchos jugadores en uno: a menudo solo cabía en la alineación como falso extremo; a veces le tocó jugar de medio centro, como una noche en Lisboa contra el Benfica en que el Barça cuadró el partido perfecto sin goles (0-0); y en ocasiones hasta tuvo la suerte de responder como volante, normalmente por la izquierda, el carril del 10, por más adicto que sea al 8, el número que sigue llevando en la zamarra porque el 6, por más dolor de ojos que provoque, se lo ha quedado el aventurero Alves, nada que ver con el sereno Xavi.
Iniesta quiere ser por fin Iniesta después de que Xavi demostrara que podía ser Xavi y no el sustituto de Guardiola. El juego barcelonista dejó de fluir desde el medio centro para emerger a partir del costado derecho y después del izquierdo, sobre todo desde que Rakitic se ha consolidado como el interior más generoso por su despliegue físico para controlar las ausencias defensivas de Alves y de Messi.
El brazalete
Las últimas actuaciones de Iniesta confirman que, con el permiso del 10, está dispuesto a ser el centro de referencia del Barcelona. Interviene en nombre de la plantilla en los actos públicos, parece dispuesto a mediar en los conflictos del vestuario y defiende el brazalete en los estadios más duros, como San Mamés, un campo que se la tiene jurada desde que provocó la expulsión de Amorebieta.
Aunque nunca fue un jugador de gestos exagerados sino de detalles exquisitos, la hinchada del Athletic le acusa de fingir para que el árbitro le sacara la roja a su marcador. La conclusión es sorprendente si se atiende a su carácter y a su capacidad de sufrimiento, expresada en su cara de monje. Iniesta siempre fue un chico responsable, paciente y comprometido, sereno y clarividente, y también un futbolista único, especialmente deslumbrante por sus regates, paredes y desbordes, un bailarín en las baldosas marcadas por Guardiola, Luis y Del Bosque. Luis Enrique le alargó el campo unos cuantos metros y tuvo que aprender a conducir la pelota, a mezclar el control con el pase, a cambiar de ritmo para habilitar a los delanteros, como ocurrió con Neymar en la majestuosa acción del gol marcado al Paris Saint Germain. Y ahora se reivindica como metrónomo y líder dispuesto si hace falta a pleitear con el árbitro por una falta, cosas que conlleva el cargo. La jerarquía exige una continuidad que siempre se puso en el debe de Iniesta, hoy más jugador de equipo que nunca.
Ahí está precisamente su reto; hoy le corresponde hacer lo que pide el juego y el partido y no la jugada, ya no alcanza con la finura, el desborde y el silencio, sino que hay que cargar también con lo grueso del encuentro, circunstancia que exige una buena forma, un mejor estado de ánimo y un poco de voz. A sus 31 años y padre de dos hijos, Iniesta aspira a ser más completo y más sabio, también más maduro, para demostrar que el legado de Guardiola y Xavi, la esencia del juego de la Masia, en la selección y en el Barça, está en los mejores pies.
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