Radiografía de un raquitismo
Pese al oro de Miguel Ángel López, el responsable técnico español, Ramón Cid, considera “muy floja” la actuación del equipo
La ganadora del maratón femenino, la favorita Mare Dibaba, la primera etíope que lo consigue (2h 27m 35s), nació etíope, compitió unos meses con Azerbaiyán y volvió a ser etíope; la segunda, derrotada en un sprint frenético iniciado por Dibaba en la cuesta abajo del túnel de entrada al estadio, a 200m de la meta, es una keniana, Helah Kiprop (2h 27m 36s), que vive en el Trentino italiano. La tercera, Eunice Kirwa (2h 27m 39s), es una keniana que corre por Bahréin desde hace unos años. El podio de la carrera refleja el nomadismo del maratón, la globalización del atletismo, y la figura triste de la española Alessandra Aguilar es una fotografía de todo el atletismo español en Pekín.
Alessandra Aguilar, de 37 años, termina 17ª el maratón (2h 33m 42s) y casi llora ante la prensa porque se ha quedado a solo dos puestos de su clasificación para los Juegos de Río, que era su objetivo, y cuenta de qué poco han valido sus sacrificios y su esfuerzo, y cómo ahora tendrá que empezar de nuevo, otros años, otros maratones, para clasificarse para los Juegos.
“Ha sido un buen Mundial, con el récord del mundo de Eaton y muy buenas marcas en muchas pruebas, pero la actuación de España ha sido muy floja”, dice Ramón Cid, el responsable técnico de la federación. “La valoración es floja salvo muy honrosas y no muchas excepciones: 20 de los 40 participantes españoles han competido claramente por debajo de las expectativas. Y mi cálculo, con una gota de optimismo, era de dos medallas y cinco finalistas”.
Poca aristocracia
Como en Daegu hace cuatro años, España termina el Mundial con una medalla, entonces de bronce (Natalia Rodríguez en los 1.500m), ahora de oro, la del impecable marchador murciano Miguel Ángel López, la única gran figura del atletismo español, y un atleta más entre los puestos de finalista. “Me repito, pero es así, el atletismo español tiene bastante clase media, como se aprecia en el nivel de los campeonatos nacionales, pero muy poca aristocracia. Y la clase media no luce en el escaparate mundial, por eso la que imagen que deja el equipo es peor que la realidad”. Ausente por lesión el saltador Eusebio Cáceres, uno de los que podría formar parte de la elite mundial, los dos aristócratas de Pekín fueron los mismos que los del pasado Mundial de Moscú, López y la saltadora Ruth Beitia, bronce en 2013 y quinta en Pekín. En la capital rusa hubo tres finalistas más: Cáceres, la maratoniana Aguilar, magnífica quinta, y la marchadora Beatriz Pascual.
Como los resultados, al igual que los discursos, se repiten, la radiografía de raquitismo que de ellos se extrae, comparando lo de la última década con las dos décadas anteriores, es difícil que esté errada. El oro de López es el octavo español en los 15 Mundiales disputados tras los Valentí Massana y Chuso García Bragado (1993), Martín Fiz (1995), Abel Antón (1997 y 1999), Niurka Montalvo (1999) y Marta Domínguez (2009). Los dos puestos de finalista son una gota en el océano de los 120 obtenidos en las 14 ediciones anteriores. Solo en la década 1997-2007 (seis Mundiales), se lograron 72 finalistas. En los tres Mundiales de esta década, nueve.
Cid no buscó excusas para el excesivo número de malas actuaciones en Pekín (“ha habido momentos muy malos, puestos muy malos conseguidos de mala manera y ha habido actitudes que no me han gustado”, dijo, “pero nadie ha venido de vacaciones”), pero sí de los motivos. Habló del “tsunami económico” que tanto dura, que afecta no solo al atletismo sino a todo el deporte español y cuyos efectos se notarán grandemente aún en Río 16 y, dando por perdida la generación actual, mostró sus esperanzas de que los nacidos a principios de los 90 serán otra cosa en Tokio 2020. “En Pekín han venido 18 atletas de menos de 25 años, que, pese a sus resultados, van a salir con mucho más de lo que han entrado”, afirmó Cid.
“Aparte de Beitia, solo tres atletas (Kevin López, en 800m, Yidiel Conteras en 110m vallas y David Bustos, en 1.500m) superaron la primera eliminatoria. Los tres cayeron en semifinales. Por segundo Mundial consecutivo, no hubo ningún español en la final de 1.500m, la prueba con la que desde los tiempos de González, Abascal, Cacho y Estévez se ha identificado más el aficionado español.
Desde que la crisis económica tocó duro al atletismo español, Cid habló de la necesidad de una refundación cultural, de aceptar que hay que volver a los tiempos en los que la pasión estaba por encima del dinero. “Y, además, tampoco ganan tan poco. Hay atletas que se quejan que ganan más que investigadores del CSIC”, dijo Cid. Recordó, además, a Adel Mechaal, el atleta de Palamós de 1.500m quien explicó que como no gana lo suficiente con el atletismo tiene que trabajar en otra cosa y así no puede ser mejor, que ese es un “diagnóstico equivocado que le aleja de la solución”. “El eritreo de 19 años que ganó el maratón gana 70 euros al mes y trabaja aparte de entrenarse”, dijo Cid, lo que le da pie a filosofar. “Se puede hacer atletismo por dos razones. Porque disfrutas y lo haces por afición, o hacerlo por dinero, y el dinero mata la afición. Seremos fuertes si lo hacemos porque nos gusta, y el dinero vendrá por añadidura. Y creo que los jóvenes van por esta dirección”.
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