Froome ha vuelto
El británico muere y resucita en Benitatxell donde ganó Dumoulin que es nuevo líder
Esto de morir y resucitar es muy propio del ciclismo. Ahora te quedas sin aliento, ahora echas bocanadas de viento que barre la carretera. Y morir y resucitar es un modo de vida ciclista de Chris Froome, un ciclista al que es difícil de adivinar cuando sufre y cuando disfruta. Su manera de correr, con esa gestualidad de los brazos y ese pedaleo lleno de vatios, tipo molinillo, engaña como el sirimiri, el orvallo y toda esa gama de mojaduras que en castizo se llama calabobos. Froome tiene esa facilidad para el engaño. Le das por muerto y te cornea, le das por vivo y sonríe y te acaricia. Después de la amargura de Murcia, el pelotón llegaba a tierra dulce, tierra de moscatel donde se habla tanto inglés como valenciano. No es que eso le inspirase a Froome, es que le puede la combatividad, la rabia, el orgullo, la jerarquía, incluso la anarquía. Con olor a uva dulce, el pelotón transitó junto a la costa, donde prevalece el colorido de los bañadores, mezclados con los culotes de los ciclistas que miraban envidiosos a las playas bajo los peñascos.
Había que subir dos veces el Alto de Puig de Llorença, la primera vez más corta; la segunda, hasta la cumbre del sol como se llama la urbanización que domina al pueblo y que tuvo sus problemas con la Ley de Costas. La primera subida fue un asunto personal de Omar Fraile por puntuar y firmar su maillot de mejor escalador. Hasta ahí se peleaban 14 escapados, sabiéndose condenados al fracaso, pero buscando sus asuntillos particulares.
La segunda subida, la verdadera, fue más estruendosa de lo que se esperaba. Eran cuatro kilómetros explosivos, de esos que obligatoriamente señalan a Valverde y a Purito Rodríguez. Y Valverde no esperó ni un minuto para desatar la tormenta. Fue un cohete que sirvió para elegir a los señalados que siguieran su luz, o sea a muy pocos. Y Froome se fue quedando y quedando. Parecía que se repetía la historia de La Alpujarra, con el británico haciendo la goma de los ciclistas dolientes, y el resto tan contento pensando que el jefe se iba de vacaciones. Y atacó Nairo Quintana y otra vez Valverde y Dumoulin y Gonçalves y Fabio Aru. Y Froome que se queda otra vez descolgado. Y Dumoulin que se vuelve a marchar.
Y llega Froome. Sí, llega el británico, se supone que a descansar al rebufo de sus rivales. Pero el británico tenía el orgullo herido y fue llegar al grupo, progresar y lanzar un ataque demoledor. El molinillo giraba como las aspas de un molino de energía renovable. Solo Purito Rodríguez pudo oler el viento que desprendía Froome empeñado en ganar la etapa y darse un baño de autoestima. Lo necesitaba tras algunos traspiés que hacían dudar de su estado de forma, de su convicción por ganar la Vuelta. Y lo peleó hasta el final, perseguido por Purito y alcanzando a Dumoulin que, sin embargo, fue más fuerte en ese sprint violento, en cuesta, desalmado. El holandés apretó el manillar, empujó con los riñones y soportó las andanadas de un Froome furioso por ganar.
Ganó Dumoulin y se convirtió en nuevo líder. Esteban Chaves, el colombiano sonriente, el ciclista educado, menudo y hasta sorprendido por el éxito, falló en los dos últimos kilómetros. Él sí se fue quedando y quedando, agarrado al asfalto, mientras veía como se desteñía su maillot rojo y se enrojecía el blanco de la combinada de Dumoulin. Sabía que el lugar más alto del podio le había mandado a paseo y esperaba a un holandés grandullón y fortachón que se dejó media vida en Benitatxell para volver a ser líder y por ganar una etapa.
El éxito fue suyo, pero Froome, sonriente y feliz, saboreaba una victoria moral que le devolvía los galones un poquito descosidos por algún enganchón en La Alpujarra. La montaña elige siempre muchos triunfadores y muchos perdedores. Quien más perdió fue Chaves, pero no perdió ninguna guerra. Quien más ganó fue Froome, que no ganó ninguna guerra pero ganó una batalla importante. Medio perdió y medio ganó Purito Rodríguez, aún sin triunfos parciales, pero segundo en la general a 57 segundos de Dumoulin. Y medio perdió, sin ganar nada, Valverde, que acusó el dolor de la caída “como si tuviera un cuchillo clavado”
Han de pasar muchas cosas aún de aquí hasta el final. Muchos irán y volverán, la goma se estirará y se encogerá muchas veces. Incluso se romperá para algunos, que verán los éxitos desde la distancia. Pero persisten las dudas. ¿Cómo está Nairo Quintana? ¿Qué pasará con Valverde después de las pruebas que le van a hacer en el hospital? ¿Cómo está Fabio Aru que se queda siempre a mitad de camino? Lo que parece claro es que Froome ha vuelto. No se sabe si para quedarse.
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