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Memorias de África

El campeonato se inicia por primera vez en más de tres lustros sin Xavi y Casillas, que empezaron su historia futbolística juntos en el Mundial sub-20 de Nigeria

Xavi y Casillas se saludan en la final de Copa de 2014.
Xavi y Casillas se saludan en la final de Copa de 2014.Cordon

"¿Qué se puede decir de Xavi y Casillas que ya no se haya dicho?", se pregunta Dani Aranzubia, tantos años guardameta de Athletic o Deportivo, que acepta sumergirse en sus recuerdos para evocar a dos chicos con los que compartió un campeonato memorable, el que finalizó con la única copa del mundo que el fútbol español alzó antes de Sudáfrica, la del Mundial sub-20 celebrado en Nigeria 11 años antes de la gloria de Johannesburgo. El ejercicio suscita un sentimiento entre la admiración y la gratitud entre él y otros futbolistas que se cruzaron con ellos. No hay ni un nubarrón verbal sobre dos mitos del fútbol español y de su liga. Xavi Hernández llegó a ella en 1998, Iker Casillas un año después, ambos con apenas 18 años. Comienza la Liga con uno en Catar y otro en Portugal y brota la nostalgia: "De los mejores de la historia, en dos grandes equipos, rivales y compañeros, ganadores y dos tipos sencillos y cercanos", anticipa Aranzubía.

Así que el retrato común es inevitable. "Han hecho y les han sucedido cosas extraordinarias y no dejaron de ser normales", recalca Pablo Orbáiz, tantos años mediocentro pródigo en brega y generosidad, que no tiene dudas a la hora de catalogar la influencia de sus dos compañeros para entender el fútbol español contemporáneo. Nadie mejor que él lo vio venir. A uno lo tenía justo al lado: compartía medular con Xavi en aquellas primeras memorias de África. "Ya estaba claro que no era un jugador más porque marcó totalmente la forma de jugar de aquel grupo, que se supo adaptar a lo que él nos proponía". Todavía no había llegado el inolvidable narrador Andrés Montes para bautizar como tiki-taka esa propuesta, contracultural con lo que el fútbol español a nivel de selecciones pregonaba apenas unos años atrás. Pero Orbáiz y aquel joven equipo campeón la esbozó en 1999. "Sin duda que lo hicimos. Xavi siempre fue el mismo, futbolista de toque, imposible quitarle el balón, orientándose siempre muy bien para recibir y apoyarse. Hacía mejor a los compañeros".

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A veces no es preciso ver a un futbolista regatear rivales, anotar decenas de goles o detener goles cantados para catalogar lo excepcional. "Eso es lo que eran, increíbles. Ahora es fácil decirlo, pero se veía que eran especiales", asegura Aranzubía, ya retirado y afincado en Bilbao. En el recuerdo queda como Xavi y Casillas progresaron rápidamente, pero también los problemas del primero para asentarse en la titularidad de la selección mayor. En 2004, en la Eurocopa de Portugal, Aranzubía fue convocado como tercer portero y no jugó ni un minuto. A Xavi le ocurrió lo mismo. "Tardó en recibir los galones -recuerda su entonces compañero en el banquillo- pero luego demostró que debía llevarlos". Para entonces Casillas, aunque discutido, ya era titular en la selección. Superó la competencia de Cañizares y las prevenciones de quienes se ocupaban de resaltar carencias ante una descomunal virtud, aquella en la que Orbáiz también reparó cuando coincidió por primera vez con él en Nigeria: "La capacidad para responder al más alto nivel en los momentos más decisivos".

Casillas había llegado el último a aquel grupo de juveniles. Tenía dos años menos que la mayoría, pero le precedía un cierto aura porque un par de años antes había ido convocado con el Real Madrid a un partido de Liga de Campeones en Noruega. Le habían sacado de su clase en el instituto para viajar con el equipo y su imberbe y sorprendida cara salió retratada en todos los diarios. "Yo fui su compañero de habitación en aquel viaje", recuerda Víctor Sánchez del Amo, ahora técnico del Deportivo. Aquel adolescente de 16 años le dejó una huella. "Estuvo muy tranquilo y mostró unas cualidades que provocaron que tras el viaje se incorporase a los entrenamientos del primer equipo".

Tardó dos años en debutar en Primera, pero ya tenía un nombre. "Le conocíamos de eso porque en la selección no había jugado con nosotros. A esas edades un año se nota mucho y se lo recuerdo siempre a quienes me dicen que Casillas fue en ocasiones suplente mío", recuerda Aranzubía con un deje simpático.

En Nigeria se rotaron, pero Casillas jugó la final contra Japón (4-0) y había dejado su sello en la tanda de penaltis que sirvió para eliminar a Ghana en cuartos. "Esa capacidad para tomar decisiones de repente es un talento que, aparte del trabajo de mejora, va dentro de uno y es algo que a Iker le ha convertido en único", abunda Víctor. "¿Cuántas veces no ha repetido algo así en los instantes más delicados?", se pregunta Orbáiz. "Siempre destacó por sus cualidades físicas, pero también mentales", ilustra David Aganzo, que también estuvo allí. Él y Casillas eran los benjamines del grupo, madridistas, uno de Móstoles, el otro de Leganés. Por fuerza acabaron en la misma habitación, con cama de matrimonio, en Nigeria, esa en la que entró un lagarto que de tan recordado ya casi se glosa como si fuese un cocodrilo.

"Verlos ahora en Catar y Portugal no me gusta", dice David Aganzo

Eran tiempos de ilusión. "A Iker lo conocí en el cadete B del Madrid, fuimos creciendo y llegamos al primer equipo. Verlo ahora en Portugal o a Xavi en Catar no me gusta, pero ahí están la historia, los éxitos y para el resto el orgullo de haber jugado con ellos". Aganzo, castigado por las lesiones, ha decidido este verano colgar las botas.

Resta el fútbol y su épica, tantos partidos jugados y conquistas que nadie en España había abordado hasta su llegada, pero queda también un comportamiento, una pauta de la que la Liga queda huérfana. Justo en su último partido en esta competición, en pleno homenaje popular del Camp Nou, Xavi tuvo la lucidez y la bonhomía de acercarse a un amigo con el que habia coincidido en la selección y compartido interminables tertulias futboleras.

Quedan profesionales que hablan y hablan sobre un oficio que es pasión. Xavi y Víctor Sánchez del Amo profundizaron en su relación a partir de ese sentimiento. Y en sus primeros instantes como ex jugador de la Liga, recién escuchados los tres pitidos que ponían fin a un periplo de 505 partidos, el capitán del Barcelona se acercó al banquillo del Deportivo para darle un abrazo y felicitar al compañero que había conseguido salvar la categoría en su estreno como técnico. Y éste no tiene dudas: "Ese detalle en un momento tan especial lo resume todo".

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