Superaduriz
El delantero, un tipo de 34 años que sigue disfrutando con los entrenamientos, simboliza todos los sentimientos del Athletic
Si la mejor defensa es un buen ataque, el mejor defensa debe ser un delantero. En el caso del Athletic, este extraño aforismo cobra su sentido cuando juega Aritz Aduriz. En busca de la Supercopa, es decir, de un título, por preliminar y ocasional que sea, el Athletic apeló a la cultura de la presión, la que mejor domina y la que mejor le define. Y a eso se apremiaron todos, pero sobre todo Aduriz dominando el juego aéreo, controlando con el pecho, ofuscando a sus marcadores, taconeando, controlando la pelota, dialogando con el árbitro, recriminando a sus contrarios y marcando el gol, porque siendo el mejor defensor es y será el mejor delantero. ¿Se puede pedir más a un tipo de 34 años que sigue disfrutando de los entrenamientos?
Solo dudó el Athletic cuando Piqué dijo adiós y la rabia empujó al Barça hacia el abismo o hacia la gloria. Entonces perdió la pelota, los nervios y le entró el vértigo, el que no le dio al Barça cuando decidió hacer puenting hacia el área. Entonces necesitó el Athletic 11 como Aduriz, aunque el guipuzcoano hizo valer su veteranía para enredar el partido, embarullar el juego y aletargar el ímpetu azulgrana.
Con Messi, Iniesta y Luis Suárez en el campo en los dos partidos, la Supercopa fue de Aduriz, autor de cuatro goles e intérprete del mejor manual del delantero centro, siempre actualizado, con el secreto de la eterna juventud. No fue el único meritorio. Balenziaga volvió a encontrarse con Messi y volvió a elevar su autoestima. Cierto que la mejor virtud del argentino no se exhibe en los comienzos de temporada, pero el trabajo del barbudo fue encomiable. Dijo una vez Balenziaga que para él sería un placer enfrentarse a Messi todos los días. Y es cierto. Bastaba verle ayer celebrar personalmente cada balón que le robaba a Leo, cada regate que evitaba, cada despeje que proponía. Y la sensatez de Beñat para combinar arte y esfuerzo a partes iguales con su permanente mirada de hombre exhausto. Sonaron cohetes en Bilbao nada más concluir el encuentro. Como en los viejos tiempos, aunque no sean tiempos de gabarra, reservada para glorias más excelsas. Aunque nunca lleguen. Los goles de Aduriz también han alentado ese debate gabarra sí, gabarra no. Un club tan profundo en sus sentimientos debate las esencias con pasiones desbocadas. Por eso cuadra bien Aduriz en el Athletic, porque él y el club son idénticos.
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