Los primeros locos del volante
El bádminton fue un deporte muy marginal en España hasta principios de los ochenta
El bádminton llegó a España de casualidad. Incluso sin querer. En cierta medida porque a unos locos les dio por probarlo a principios de los ochenta. El tenis era el deporte estrella de la raqueta, con grandes campeones como Manolo Santana o Manuel Orantes. Un volante no dejaba de ser un elemento de los coches. Para nada algo que se pudiera pasar de un lado al otro de la red. "Fue mi profesora de gimnasia, en 1981, quien me dice de qué va el bádminton. Yo ni lo conocía", explica David Serrano, que compitió en Barcelona 92, la primera vez que el bádminton fue olímpico en el programa oficial.
Recuerda los Juegos con gran alegría. Define este momento como el más importante de su vida. El resultado le daba igual, tanto que lo eliminó en el primer partido el japonés Hideaki Matoyama. "Solo poder entrenar con los asiáticos era increíble, aunque no nos querían ni de sparring. Nadie quería jugar con nosotros", comenta el granadino.
La Federación Española no se fundó hasta 1983. El bádminton era un deporte exótico y absolutamente minoritario. Había un pequeño circuito, con cuatro torneos, y jugar en el extranjero era poco más que una proeza. La Federación pagó algún billete de avión en los ochenta a Serrano, de 48 años, pero nada más. Destaca que cuando se desplazó a Bulgaria, Eslovaquia o Polonia los hoteles en los que se alojaba no tenían ni comida. "Todo era precario. No había dinero para nada", apunta.
Loli Marco también abrió el camino para el bádminton femenino. Empezó su idilio con el volante en 1982, aunque fue de casualidad. Lo que le apasionaba era la gimnasia deportiva hasta que un día su entrenador le propuso cambiarse a la raqueta. "Era tal el desconocimiento que me llevó a una pista al aire libre. El volante se iba para todas partes". Pero todo daba igual y a los pocos días ya había competencia por reservar la pista. Hasta 10 personas hacían cola para quitarle el sitio en la pista.
Si para Serrano no había dinero, para una de las pioneras españolas, de 43 años, tampoco. Los padres, y un poco la Federación, le ayudaron económicamente a competir. Lo más lejos que viajó fue a Toulouse, en Francia. Sus progenitores la subían al coche, ella se dormía en los asientos traseros y a competir con chicas casi profesionales.
El bádminton español, que cuenta con 7.000 licencias, según datos del Consejo Superior de Deportes, vivía en precario hasta hace poco más de ocho años, cuando la Federación puso en marcha el proyecto Se busca campeón. De aquí ha salido el rostro de este deporte, Carolina Marín, que es bicampeona del mundo y campeona de Europa.
Sin referentes
La trascendencia de poner nombre y apellidos al bádminton es esencial para que quienes son más pequeños se interesen por este juego. "Nosotras no teníamos referentes y no nos podíamos fijar en nadie. Ahora mi hija me dice que quiere ser como Carolina Marín", afirma Marco, que ganó nueve veces el Campeonato de España.
Los chinos tienen auténtica devoción por el bádminton
El bádminton atrae en todo el mundo a unos 200 millones de jugadores y 120 son solo de China, según datos de la Federación Española. Estos son datos de jugadores ocasionales, pero los números de licencias profesionales también están copados por los asiáticos. Indonesia, con 325.000 y Japón, con 250.000, son dos de los países con mayor devoción por el volante.
Esta situación contrasta con la española que, aunque tiene a Carolina Marín, la bicampeona del mundo, solo cuenta con 7.000 federados —en 2012 la cifra ascendía a 6.700—. En el caso de Europa, Francia es la nación que más licencias tiene, con un total de 170.000.
La transición hasta convertir el bádminton en profesional ha sido muy dura. Los primeros jugadores solo pudieron sacar la cabeza a base de esfuerzo y horas de entrenamiento; aunque en alguna ocasión no sirvió para nada. Serrano no pudo clasificarse para los Juegos de Atlanta 96 porque no pudo competir lo suficiente. La falta de torneos y de dinero le privó de repetir el sueño olímpico de Barcelona.
Serrano y Marco están encantados de que el bádminton haya derribado todas las barreras que padecieron en sus comienzos, aunque al granadino le gustaría que se mantuviera una tradición. "Antes esto era un deporte de amigos. Nos conocíamos todos y uno de los días del torneo montábamos una fiesta por la noche".
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