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Gregorio Paltrinieri: “Canto bajo el agua para no aburrirme”

El doble campeón europeo de 800 y 1500 busca en Kazán su primer oro mundial y analiza su forma de nadar: “soy muy descoordinado, ningún entrenador te enseñará a nadar como nado yo”

Eleonora Giovio
Gregorio Paltrinieri posa después de la entrevista
Gregorio Paltrinieri posa después de la entrevistaPEPE MARIN

Lo ves en el borde de la piscina con esas piernecitas y esos brazos tan poco musculosos comparados con el prototipo de nadador y te preguntas cómo aguanta tantos kilómetros en el agua. “Cuanto más ligero, mejor me deslizo”, dice Gregorio Paltrinieri (Carpi, Italia, 20 años). El doble campeón europeo de 800 y 1.500, bronce en el Mundial de Barcelona en el 1.500, busca el oro en Kazán. Sentarse a charlar 45 minutos con él equivale a una sesión de risoterapia. Tiene una alegría contagiosa, se divierte haciendo las fotos y vacilando a sus compañeros. Quedan menos de dos meses para el Mundial cuando recibe a El País en el CAR de Sierra Nevada donde está concentrada Italia y lo que más le preocupa es conseguir billetes de avión baratos para ir a Berlín a ver a su Juve en la final de Champions.

Pregunta. ¿Por qué está siempre sonriendo?

Respuesta. Me sale así. La natación es bastante aburrida… ¡A veces me pregunto quién me habrá mandado a mí! Me lo tengo que tomar un poco a risa y a broma.

P. ¿Qué le aburre de la natación?

R. Los entrenamientos, son interminables. Las competiciones me molan, siempre me han gustado. Desde pequeño lo que quería era competir… en todo. De hecho, aquí reto a todos a las cartas, al ping-pong, a cualquier cosa. Competir es lo que me gusta y no me crea tensiones, ni agitaciones. Está claro que para poder competir tienes que entrenarte duro y más yo que nado 800 y 1.500.

P. ¿Qué piensa durante las horas y horas de largos?

R. En carrera te centras en los detalles y en los rivales. En las dos horas y media de entrenamiento, en todo. Hasta me pongo a cantar. Claro que a los dos kilómetros ya me he cansado también de cantar.

Mi padre era el encargado de la piscina en la que empecé. Con cuatro meses me tiraron al agua…”

P. ¿Cuándo era pequeño que quería ser de mayor?

R. Quería nadar. Mi padre era el encargado de la piscina en la que empecé. De no haber sido nadador habría jugado al baloncesto o al tenis. Y de no haber sido deportista, me habría gustado ser arquitecto. Todavía hoy. Ojalá tuviera tiempo para estudiar arquitectura. Me es imposible ahora pero leo revistas y me he apuntado a Ciencias Políticas. Me gusta estudiar.

P. ¿A qué ha tenido que renunciar?

R. A todo. He tenido que decir que no a muchas cosas. Los sábados por la noche sólo podía salir hasta las 2. Llegar más tarde me dejaba muerto toda la semana.

P. ¿Qué caprichos se concede?

R. El chocolate. Me vuelve loco pero no puedo exagerar… hay días que lo hago y me duele la barriga cuando me tiro al agua.

P. ¿El sacrificio más grande?

R. Irme de casa con 16 años para venir a Roma a entrenarme con Il Moro [Morini, su entrenador]. Dejé a todos mis amigos.

P. ¿Siempre nadó 800 y 1.500?

R. No, también porque de pequeño no hay distancias tan largas. Con cuatro meses mis padres me tiraron al agua… Empecé a competir con 6 años y hacía braza. Cuando me desarrollé, mi cuerpo y me forma de nada cambiaron tanto que tuve que dejar la braza. Con 12-13 años empecé a hacer distancias más largas, tenía resistencia y aguante y me gustaba entrenar, así que todo ha salido solo.

P. ¿Va a clase de baile para mejorar la coordinación?

R. Soy muy descoordinado. Y sí, en la piscina donde entreno en Ostia hay una especie de bedel que es bailarín y da cursos. Y un día me dijo: ‘con lo patoso que eres creo que te vendría bien apuntarte a baile’. Olvídate, le contesté. Ya me bastaba con el gimnasio, la piscina, los estiramientos… , pero este año quise probar, con los demás chicos del grupo y antes del entrenamiento nos pasamos media hora en clase de baile.

Me gusta estar delante. Hay centenares de maneras de nadar un 1.500, a mí me gusta salir rápido, encabezar la carrera e ir distanciando a los rivales”

P. ¿Y sirve?

R. Son estiramientos con música, algún pase de baile para trabajar la coordinación y después una especie de yoga. Todavía no tengo claro que me haya ayudado, es que soy muy patoso, sólo me encuentro bien en horizontal y en el agua.

P. ¿Le resta centésimas su descoordinación?

R. No porque en el agua voy bien aunque sé que mi brazada y mi forma de nadar son muy diferentes de la clásica. No verás a ningún entrenador que te enseñe a nadar como nado yo, pero es que la forma de nadar es personal, a mí me sale así y nado así. Tengo mucha resistencia, soy flaco… esa es mi suerte. Para carreras tan largas hay que ser ligero en el agua, hay que deslizarse, por eso tengo tanta frecuencia de brazada. Son cosas que te desaconsejan cuando aprendes a nadar pero a mí me han ido muy bien y no quiero cambiarlas. Eso sí, hay cosas que tengo que mejorar porque no nado bien, los virajes, las salidas…

P. Siempre sale como una bala y siempre dice que no consigue dosificarse. ¿Es un problema?

R. Podría serlo si no llegara con ventaja al último largo. En Berlín, cuando hice doblete, distancié tanto a todos [llegó con 11 segundos de ventaja en el 1500 y cuatro en el 800] que no necesitaba más fuerzas para esprintar.

P. Se le ve siempre conduciendo las carreras. ¿Está delante porque le gusta, le da tranquilidad y no le gusta tener que perseguir?

R. Me gusta estar delante. Hay centenares de maneras de nadar un 1.500, a mí me gusta salir rápido, encabezar la carrera e ir distanciando a los rivales Es normal que si sales así, a mitad de carrera tienes un bajón fisiológico, por eso mis segundas partes nunca son tan rápidas como las primeras y suelen recortarme. Está claro que si nado un Europeo y llevo 20 segundos de ventaja no es un problema…, pero en este Mundial vamos a ver.

Muchos no salen rápidos porque tienen miedo de reventar. Y tener miedo te condiciona psicológicamente y te lleva a equivocarte”

P. Si eso no le frena psicológicamente y no se come la cabeza con ‘tengo que dosificarme y guardar energías’…

R. No, eso nunca me ha limitado. Y es un punto a mi favor. Nunca me ha pesado salir rápido, muchos no lo hacen porque tienen miedo de reventar. Y tener miedo te condiciona psicológicamente y te lleva a equivocarte. El único problema sería no tener energías para disputar un sprint, pero bueno, es una carrera y gana el más fuerte.

P. ¿Hay algo que le pone nervioso antes de las carreras?

R. No. No soy supersticioso, no tengo manías… Lo único es que intento reducir los esfuerzos al mínimo. En eso sí soy paranoico.

P. ¿Eso es que le pide a alguien que le ate las zapatillas?

R. Jajajaja, casi. Por ejemplo, si estoy en el comedor me llevo tres vasos de agua para no tener que volver a levantarme. Si veo que hay tres escalones que subir y un ascensor, cojo el ascensor así no me canso. No quiero gastar energías.

P. ¿Gasta más energías físicas o mentales?

R. Buena pregunta. Físicas muchas, llegas a un punto en que notas que muscularmente estás tan muerto que necesitarías media tarde de descanso. Mentalmente es duro el periodo de espera entre una competición y otra… cuando dices: ‘jo, falta un montón, sólo tengo que entrenarme y entrenarme’. Eso de no poder ponerte a prueba, divertirte, es duro. Tienes que ser fuerte mentalmente para aguantar eso, aunque creo que lo que más me machaca es físicamente. También porque yo no guardo nada. Y hay días que estás muerto y eso te hace perder sensibilidad en el agua y cuesta luego volver a encontrar el ritmo. Hay que encontrar el justo equilibrio, ni ir demasiado lento ni gastar demasiadas energías.

Estoy seguro de que soy el que más nada en el mundo. No sé si hay muchos que nadan 18 kilómetros al día. En Italia y en Europa somos de la vieja escuela: cuanto más nades, mejor"

P. Se fue un mes a Australia. ¿Qué tipo de trabajo hizo?

R. Me fui por mi cuenta. Solo. Le dije a mi entrenador que quería ir a probar cosas y me fui. Él vino la última semana. En Australia se entrena un chico muy bueno, Mack Horton [18 años, su rival en el 800 y 1.500] nos conocemos y decidimos probar a entrenarnos juntos.

P. ¿Pero qué tipo de trabajo hizo que no hacía en Italia?

R. Es diferente… Estoy seguro de que de que soy el que más nada en el mundo. No sé si hay muchos que nadan 18 kilómetros al día. En Italia y en general en Europa somos de la vieja escuela, la de cuanto más nades, mejor. 18, vale; si se pueden hacer 19, mejor y 20 ya ni te cuento. En Australia y Estados Unidos la mentalidad es diferente, no importa la cantidad sino la calidad. Así que allí nadaba 12-14 km y trabajaba más la técnica y el sprint. A las 9 de la noche, todos a la cama.

P. ¿En qué cree que ha mejorado?

R. En la técnica y en la velocidad. La velocidad es algo que me falta, puedo ser el hombre con más resistencia del mundo, pero esa punta de velocidad y los cambios de ritmo no los tengo.

P. ¿Ha pensado mudarse a Australia?

R. Me gustaría, pero no antes de los Juegos de Río. Me siento más seguro siguiendo con este proyecto.

P. ¿Qué aprendió en los Juegos de Londres?

R. Tenía 17 años… estar allí al lado de la Pellegrini ya era una cosa extraordinaria. ¡Conseguí nadar la final! Me clasifiqué con el tercer-cuarto tiempo… pero no fui tan bien en la final y terminé quinto. La tensión que sentí en Londres la he sentido pocas veces. En Río el objetivo ya no será la final, me la quiero jugar…

P. ¿Qué beneficios da el entrenamiento en altura?

R. Estamos a 2.300 metros, habiendo menos oxígeno los esfuerzos son mayores, te cansas más en hacer todo. El cuerpo, en las tres semanas que pasamos aquí, intenta acostumbrarse a esas sensaciones y con menos oxígeno produce más glóbulos rojos. Cuando bajas, hay más oxígeno fuera y muchos más glóbulos rojos en la sangre. Te sientes bien, porque es como si no sintieras el cansancio ni en el entrenamiento ni a la hora de recuperar. No es que me convierta en Superman, pero sí notas los beneficios de la altura.

P. Tiene la mejor marca del año en el 1.500. ¿Cuál es el objetivo en Kazán?

R. Nadaré el 800 y el 1.500. Ganar el 800 será más difícil aunque tenga una de las mejores marcas, pero quiero intentar hacer podio. El 1.500 es más mi carrera. ¿El oro? Podría ser. Está Mack Horton que con 18 años está en continua progresión, está Sun Yang aunque los tiempos que nadó hace algunos años ya no los va a hacer. No lo veo tan en forma, pero aunque no lo esté siempre te nada en 14.40, 14.45.

Ganar el 800 será más difícil aunque tenga una de las mejores marcas, pero quiero intentar hacer podio. El 1.500 es más mi carrera"

P. En los europeos de Berlín nadó (récord europeo) 14.39.93, en Riccione en abril 14.43.87 [mejor marca del año]. ¿Con qué tiempo se ganará el oro en Kazán?

R. Menos del 14.39 que hice en Berlín. Para ganar tendría que mejorar mi marca personal. Con 14.35 creo que se ganará el oro. Me siento bien en los entrenamientos, espero y creo que podré bajar de 14.39.

P. ¿Cómo recupera entre el 800 y el 1.500?

R. Bebo mucho, como bien e intento descansar todo lo que pueda. En Kazán tendré dos días de descanso entre las series y la final del 800 y las series y la final del 1.500.

P. ¿Cómo gestiona eso? ¿Salta a la piscina guardándose algo para el 1.500?

R. No, lo doy todo. Para mí habría sido mejor como en Berlín, antes el 1.500 y luego el 800. Llegaré cansado, seguro, pero es que es una final del Mundial y voy a ir a mil.

P. ¿En quién se fijaba cuando empezó?

R. Ian Thorpe. Me gustaba su forma de nadar, su traje que le llegaba hasta los tobillos…

P. ¿La descarga de adrenalina más fuerte que ha sentido?

R. Los Juegos de Londres.

P. ¿Hay algo que le hace temblar las piernas antes de las carreras?

R. No. Si sabes que te has entrenado bien estás tranquilo. Jope, nado 20 kilómetros diarios como para no poder hacer un buen 1.500.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de sociedad especializada en abusos e igualdad. En su paso por la sección de deportes ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de EL PAÍS.

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