La vida en un plato de macarrones
La proximidad y familiaridad de Xavi agrada su figura ante la hinchada azulgrana
Hubo un tiempo en que el Barça fichaba a niños de pueblo, hijos muchos de la Cataluña rural y algunos del área metropolitana, pequeños que apenas levantaban un palmo del suelo, incapaces de tirar a portería y de regatear, cuya principal virtud era la de anticiparse a la jugada para evitar el cuerpo a cuerpo con el grandullón del barrio o de la calle, críos que solo tenían cabeza, como le gustaba decir a su descubridor futbolístico Oriol Tort. Niños intuitivos de apellido Guardiola o de nombre Xavi. El secreto de su juego no estaba en sus piernas ni en su carrocería sino en su mente despierta, sabia e inteligente; en sus pies exquisitos y rápidos técnicamente; y sobre todo en su manera de ser, muy familiar, próxima a su casa, a su plaza, a su ciudad, como es el caso de Xavi Hernández i Creus.
Hubo un tiempo en que el Barça fichaba a niños de pueblo, niños intuitivos de apellido Guardiola o de nombre Xavi
Muchos de los aficionados del Barça saben que Xavi nació en Terrassa, jugaba en la Plaça del Progrés y en la playa de Torredembarra e iba en tren a Barcelona. También es conocido que su padre es un exfutbolista de nombre Joaquín; que tiene dos hermanos muy futboleros y una hermana también muy entendida; y que siente especial debilidad por su madre, Maria Mercè, que siempre le ha retenido en casa y en el Camp Nou con un plato de macarrones que sabe a gloria, el mismo que le devuelve a la infancia, al patio, a la felicidad compartida con un perro al que llamaba Xut, como debe ser en el futbolista que aspira a ser “el socio de todos”. A ningún barcelonista le extrañó que Xavi rompiera a llorar el sábado en el estadio cuando miró al palco y vio a los suyos allí, a sus amigos en la tribuna, a sus hinchas en los goles, gente conocida, todos en pie, aplaudiéndole por jugar su último partido de Liga y por levantar el trofeo que acredita como campeón al Barcelona.
Aunque el homenaje fue intenso y celebrado, la emoción resultó contenida porque se espera al equipo para el 7 de junio, después de la final de la Champions. Xavi aseguró el sábado que se reservaba para poder levantar dos copas más, la del Rey y la de Europa, dicho sea sin ofender al Athletic y a la Juventus. Xavi, al fin y al cabo, siempre fue un futbolista respetuoso y sencillo, un antihéroe en un mundo de ególatras, terreno para Messi y Cristiano Ronaldo. Puede que el día después de Berlín hasta Messi tenga unas palabras para Xavi porque las piernas del 10 nunca habrían sido tan rápidas si no hubieran estado conectadas al cerebro del 6 del Barça.
Xavi se va, igual que antes Puyol y Valdés, mientras se queda Iniesta como representante de una especie, de una manera de entender el juego, de vivir la vida con humildad, de sentirse del Barça, desde los alevines hasta el filial, la misma que protagonizaron Samitier, Segarra, el plantel de Les Cinc Copes o el dream team, equipos que conquistaron el mundo con el balón y la cabeza, la esencia azulgrana. Nadie simboliza mejor la causa barcelonista que Xavi.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.