De semifinales y papelitos
Hubo un tiempo en el que en el banquillo del Madrid se sentaba un individuo que presumía de llevar al equipo a las semifinales de la Champions, ahí es nada. Y no una, sino tres veces. En todas cayó el equipo con la misma dignidad que le faltó a su por entonces técnico para justificar tanto naufragio en la orilla. El sujeto en cuestión llegó incluso, en mayo de 2013, tras ser eliminado por el Borussia Dortmund, a presentarse ante los medios de comunicación para recordar la trayectoria europea de sus 18 antecesores, que ya son antecesores. Lo hizo papelito en ristre, pues la memoria es frágil por muy Jose Mourinho que uno se llame. Echó la vista 21 años atrás, que ya son años, y concluyó así su vomitona: “18 entrenadores en 21 años, cinco semifinales de Champions. El malo de Mourinho, tres años, tres semifinales. ¿Quieres el papelito?”, inquirió al periodista con el semblante matonil que le caracterizaba y le caracteriza. En un olvido sin duda inocente, el escribano del papelito de Mourinho había obviado las tres Copas de Europa conseguidas por dos de sus predecesores, Heynckes y Del Bosque, borrados de la historia del madridismo por un sujeto que a punto estuvo de borrar al madridismo en pleno, tal fue la pestilencia que dejó en el club.
Dos años después, Carlo Ancelotti se presentó ante la prensa tras caer eliminado en semifinales de la Champions ante la Juve. No hubo papelitos, ni reproches, ni quejas, ni lloros, ni acusaciones, ni insultos, ni vómitos, ni improperios, ni desplantes, ni mofas, ni siquiera memoria, con lo fácil que le hubiera sido a este señor recordar que en dos años él también ha llegado dos veces a semifinales de la Champions, con la sutil diferencia de que una de ellas vino acompañada de la Décima.
Mientras esto ocurría en la sala de prensa del Bernabéu, una decena de miembros del grupo fascista Ultra Sur, expulsados del Madrid por Florentino Pérez, pedían la dimisión del presidente y reclamaban la vuelta de aquel tipo que coleccionaba semifinales. Y papelitos.
Rossi y la casi unanimidad
Es el único deporte ante el que sucumbe el patriotismo de los aficionados, que suele ser irreductible, y el de los medios de comunicación, que suele ser innegociable. Lo mismo da donde vaya, a qué país, a qué ciudad, a qué circuito. A Japón, a Jerez, a La Mans. El mundo de las motos venera de manera unánime a un señor, Valentino Rossi, de 36 años, favorito de la hinchada en cualquier rincón del planeta. No hay grada donde las camisetas con su número 46 no sean brutalmente mayoritarias. Y ocurre ahora que vuelve a ganar y ocurría en los años de tormenta, cuando se veía rebasado por cuanto imberbe asomara por la pista. Dueño de nueve títulos mundiales y visitante de 193 podios, el último ayer en Le Mans, Rossi despierta una insólita unanimidad, desconocida en cualquier otro deportista. El italiano, convertido en leyenda viva, levanta pasiones, asombra, divierte, emociona y seduce a todos. Perdón: a casi todos.
Esta semana se conocerá el flamante ganador de los Premios Príncipe (ahora Princesa) de Asturias del Deporte, que ya van por su 29ª edición. Solo un corredor de motos ha sido galardonado. Sito Pons se llama.
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