La encrucijada de Pedro
El delantero canario, que tiene contrato en vigor con el Barça, decidirá al final de temporada si acepta alguna de las ofertas que le llegan tras jugar poco con Luis Enrique
Cuando todavía le llamaban Pedrito, fue capaz de sentar en el banquillo a un estilista como Henry. Tampoco pudo con el canario un fajador de nombre Alexis Sánchez, que llegó a Barcelona con el cartel del mejor futbolista de Italia. Sin embargo, desde que Luis Suárez compareció por primera vez con la camiseta del Barça en el Bernabéu, Pedro perdió protagonismo en el cuadro de Luis Enrique. Antes del clásico, el delantero canario fue titular en cinco de los primeros ocho encuentros (62%). Pero una vez que al delantero charrúa se le terminó el castigo por el mordisco a Chiellini en el Mundial de Brasil, el 7 disputó ocho de los restantes 22 encuentros del equipo blaugrana en la Liga (32%). Con Messi, Luis Suárez y Neymar, la plaza en la delantera del Barcelona se vende cara. “No juego demasiado esta temporada", recuerda. Y asume con franqueza que transita por "un año difícil”.
Cada fin de curso es más difícil quedarme; tengo menos oportunidades de jugar”, dice el canario
Tras un mes sin saltar al campo desde el inicio en la Liga, Pedro regresó al once inicial el pasado miércoles frente al Almería en el Camp Nou (4-0). En el vestuario nadie duda de su compromiso. Sus compañeros le ponen de ejemplo, mientras que clubes de media Europa se lo rifan para final de temporada. Como si fuera un cromo en el patio del colegio, justo el que falta para completar la colección en el álbum de septiembre. Pero ahí sigue, compitiendo con la que él, y otros muchos, consideran una de las mejores delanteras del mundo, o sea, peleando por un puesto con Messi, Luis Suárez y Neymar.
“Me honra saber que me quieren otros equipos, pero no ha llegado el momento de decidir que hago", insiste el delantero de Tenerife cuando se le pregunta sobre su futuro. Le quieren en Inglaterra (el Arsenal, el City y el Chelsea), le quieren en Italia (el Inter más que nadie) y para Guardiola y su Bayern sería un regalo con celofán. Pero ahí anda Pedro, consciente de que Luis Enrique, a su manera, le hace sentir importante aunque no le pueda dar rodaje. Hasta ahora ha jugado 1.260 minutos en la Liga, por los 1.674 de Suárez y 1.868 de Neymar. Y ya se sabe que Messi lo juega todo (2.654). No hay que olvidar, por otra parte, que el Barcelona no podrá inscribir futbolistas este verano (sancionado por la FIFA por los errores de los despachos al tramitar las fichas de menores durante el mandato de Rosell).
Pedro, en cualquier caso, asume su realidad. “Cada fin de curso es más difícil quedarme en el Barça porque cada año que pasa tengo menos oportunidades de jugar”, explica. Y recuerda: “Uno lo que quiere es disfrutar de muchos minutos”. Sin embargo, no hay reproches, ni caras largas. Lo dice sin ninguna acritud, guiado por la lógica y la humildad de la realidad. Es el análisis de un chaval que creció en Tenerife viendo a su madre salir de casa de madrugada para irse a trabajar a un hotel y a su padre llenar los depósitos de los coches en la gasolinera del pueblo con la intención de sacar adelante a sus tres hijos: “Sabemos que la exigencia en este club siempre es alta. Y mucho más por venir de donde venimos”.
Pedro suma 10 goles este año, cinco en Liga, y ha dado cuatro asistencias, la última el miércoles a Luis Suárez. “Bueno, tal vez pude intentar el gol yo, pero vi que Luis estaba en mejor situación y le pasé el balón. También me pone contento dar un pase así”, reveló el canario. Él es un jugador de equipo. “No me queda otra que salir al campo y darlo todo. Tengo que aprovechar las oportunidades, jugar lo mejor que sé y ayudar al equipo en lo que puedo. Para eso me entreno. Eso me deja satisfecho”, razona.
Tras 50 partidos internacionales, campeón del Mundo y de Europa con La Roja, se rebela contra el papel de suplente, pero no pierde la sonrisa ni el optimismo por la situación que vive. Siempre con los pies en la tierra. “A fin de cuentas juego en el Barça, hay cosas peores”, concluye el canario.
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