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Lucha de clases en el ‘green’

Los ‘caddies’ reclaman de la PGA una parte de la publicidad que generan como hombres anuncio en los torneos

Carlos Arribas
Ted Scott, caddie del actual campeón, Bubba Watson, a la izquierda, charla con su colega Alex Boyd, porteador del golfista Ban Martin, el lunes, en Augusta.
Ted Scott, caddie del actual campeón, Bubba Watson, a la izquierda, charla con su colega Alex Boyd, porteador del golfista Ban Martin, el lunes, en Augusta.EZRA SHAW (AFP)

Hace un par de semanas, terminada su ronda laboral en el torneo de Arnold Palmer en Bay Hil (Florida), al caddie Duane Bock se le acercó uno de los jefes de la PGA y le dijo que le iba a multar porque las bermudas rojas que vestía no se ajustaban al código de vestuario del circuito. El caddie, que trabaja acarreando sobre sus espaldas la bolsa de 30 kilos con los palos del golfista Kevin Kisner, informó inmediatamente la admonición en su página de Facebook, advirtiendo de que llevaba 14 semanas usando esos pantalones cortos rojos y que nunca le había dicho nadie nada, por lo que colegía que el problema en Bay Hill estribaba en que su color chocaba con el del logo de MasterCard que llevaba obligatoriamente en su peto de trabajo, como un publicitario hombre sándwich.

El incidente sucedió justo un mes después de que un grupo de 80 caddies de la PGA presentara una demanda colectiva contra el organismo que dicta las reglas del circuito norteamericano de golf solicitando una parte de los 50 millones de dólares (46,1 millones de euros) que estiman generan con su condición de anuncios andantes publicitando en su pecho el nombre del patrocinador del torneo. La demanda llega después de un año de frustradas negociaciones, lo que no es extraño dado el muy conservador proceder de los dirigentes del golf mundial, que necesitaron años y graves casos de golpes de calor y deshidratación de caddies en algunos torneos disputados en climas tropicales para permitirles a los porteadores vestir pantalones hasta la rodilla, no más cortos, solo desde 1997: hasta entonces debían vestir pantalón largo obligatoriamente.

El caso de las bermudas y los anuncios impagados no es el único que moviliza la furia de los caddies, dispuestos a convertir los inmaculados greens de los campos de golf en escenario de la lucha de clases. Son trabajadores autónomos que reciben del jugador al que sirven un 7% de sus ganancias (un 10% cuando su jugador logra la victoria en un torneo; un mínimo de 1.500 dólares, 1.383,6 euros, si este no pasa el corte y no recibe premio), pero que deben pagarse ellos mismos su alojamiento, transporte, seguro sanitario y manutención. En los torneos, se quejan, reciben el trato de la servidumbre, con parkings a kilómetros del campo, prohibición de entrar en la casa club y carpas desapacibles para pasar las horas muertas en caso de suspensión del juego por lluvia o tormentas.

El conflicto con la vestimenta no se producirá, de todas maneras, en Augusta, donde no hay patrocinadores ni otra publicidad que no sea la de los productos con el logo del Masters y donde los caddies visten todos un mono blanco y una gorra verde oscura. Este uniforme, que para algunos se ha convertido casi en un icono, es para la mayoría un recordatorio agraz de quiénes son y de dónde vienen. Históricamente los caddies de Augusta eran negros pobres que se apostaban en las puertas andrajosos y ofrecían sus servicios a los socios con un "Carry your bag, sir?" murmurado con una colilla entre los labios. Para el Masters, a los jugadores se les asignaba por sorteo -dicen que amañado: a Arnold Palmer siempre le tocaba el mismo, uno al que llamaban Ironman, y no por ser un hombre de hierro, sino por ser el hombre que portaba los hierros, los palos metálicos de los jugadores- uno del grupo de trabajadores registrados, a los que, para tapar sus harapos se les obligaba a vestir el mono blanco, no tan diferente del mono amarillo que aún visten los trabajadores que recogen los papeles y vacían los cubos de basura en el Augusta National Golf Club. La única distinción que les permitían era llevar pegado con velcro el nombre de su patrón en la espalda. Solo en 1983, coincidiendo con la segunda chaqueta verde de Severiano Ballesteros, el club de Bobby Jones permitió a los jugadores traer a Augusta el caddie no necesariamente negro que les servía habitualmente en los demás torneos.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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