Lo que Sergio García da, Sergio González lo quita

Es de otra pasta. Es Falete, como le corea la afición. Es el John Wayne con botas, el pistolero que no sólo se impone en los duelos sino que también se lleva a todas las chicas. Más que nada porque lo hace todo, porque lo mismo le da recular un par de pasos para hacer jugar a sus compañeros que afincarse cerca del área para resolver los entuertos. Es Sergio García, un futbolista capital que se subraya en pos de una convocatoria con la selección y que es la vida para el Espanyol. Pero ni siquiera eso le valió al equipo blanquiazul, condenado por la racanería de Sergio González, que puso a cinco defensas cuando tenía el partido dominado. Empate de Cristian Herrera; éxito de un Jonathas que lo intentó todo; y alborozo para un Elche que juega sin cobrar.

Trató el equipo de Escribá mezclar por abajo, con una salida del balón aseada y bien conjugada desde el centro del campo, pero al inicio fue incapaz de superar las dos líneas de presión del Espanyol. De nada servía el persistente ofrecimiento de Jonathas, bien atado por los centrales Moreno y Colotto. Y poco ayudaban los extremos, que no pisaban la línea de fondo y que tampoco tiraban centros. Sin pegada, más allá de una volea de Albacar tras un córner que recordó a la célebre jugada de Zalazar con el Albacete, poco podía hacer el Elche. Y eso, ante Sergio García, es un pecado capital de difícil solución.

No es que el Espanyol gobernara el juego y se repartiera el balón con diligencia y precisión. Consecuencia lógica de los dos mediocentros que ahora le hacen tilín a Sergio González. Castigados al banquillo Cañas y Víctor Sánchez, el relevo lo cogieron Javi López —que corre sin parar pero que no da un pase ni a la de tres— y Abraham, jugador que apenas tiene incidencia en el juego pero que de vez en cuando tiene destellos de genio. Como ese pase de entrelíneas que le dio a Sergio García. Y el 9, siempre peligroso, se giró sin tocar el balón, se lo orientó después para la zurda y soltó un zapatazo que silenció a la grada hasta que la pelota besó al palo y luego a la red. Un golazo de aúpa.

Antes del festejo, ya fue el propio Sergio el único que destiló un fútbol distinto, cómodo a la hora de bajar a recibir. Absorbía el esférico, se giraba y regalaba caramelos a las carreras de un Lucas que siempre tiene el quiebro como saludo pero que no pudo con Albacar. Aunque sí se inventó un disparo desde 30 metros con la zurda que Tyton acertó a despejar. Poco más ofreció el Espanyol, que se llevó varias pitas de una afición superada por el aburrimiento.

Hizo oídos sordos Sergio González, timorato porque prefirió defender a buscar el segundo tanto. Sentó a un medio para poner un zaguero de más. Movimiento de pizarra que penalizó Escribá, mucho más alegre —cambió a un medio por un delantero— y que redondeó Cristian Herrera al rematar de cabeza un rechazo de Casilla a disparo de Jonathas. Incluso pudo ser mayor el castigo porque el delantero brasileño se plantó ante el portero y trató de hacer un autopase que se quedó en ridículo. Lo que dio Sergio García lo quitó Sergio González.