¡El penalti de Guruceta!
La Liga 69-70 la ganó el Atlético de Madrid. El Madrid fue sexto y por primera vez desde la creación de la Copa de Europa no entraría en ella. Desde 1955-56 no había faltado a ninguna, ni tampoco Gento, que se mantenía como titular. Siempre hasta ese año el Madrid había ganado la Liga o, si no, la propia Copa de Europa, lo que le permitía reengancharse. Ahora no. Para estar en Europa, tenía la Copa de Ferias o la Recopa, que jugaban los campeones de Copa. A la Copa de Ferias (precedente de la Copa de la UEFA, hoy Liga Europa) se acudía por invitación. Había nacido al tiempo que la Copa de Europa, protegida por Ayuntamientos de ciudades con ferias importantes, y fue el consuelo del Barça mientras el Madrid campaba a su gusto en la competición mayor. La primera edición tardó tres años en completarse y la segunda, dos. El Barça ganó ambas. Bernabéu la llamaba la Copa de los pueblos.
Así que existía la curiosidad morbosa de ver al Madrid en la Copa de Ferias, a la que se vería abocado salvo que ganara la Copa. Y esta no le era competición propicia. La última la había ganado en 1962. La anterior se remontaba a 1947. Una sola Copa, pues, en 23 años. Esta la necesitaba especialmente para esquivar la Copa de Ferias.
Se jugaba al terminar la Liga. El Madrid eliminó al Castellón y a Las Palmas. Por su lado, el Barça eliminó al Espanyol y al Celta. El sorteo les cruzó en cuartos.
Pitó una pena máxima al Real Madrid en el Camp Nou que fue fuera y el asunto acabó en el Consejo de Ministros
La ida, en el Bernabéu, la gana el Madrid 2-0. El segundo gol, de Amancio, es muy protestado por el Barça. Vi el partido y recuerdo la jugada. El Barça sale a la contra y pierde el balón. Amancio, que venía detrás de la defensa del Barça, corre hacia su campo para habilitarse. Le envían el balón, se revuelve, avanza, y marca. Zariquiegui da el gol. Difícil precisar si cuando le enviaron el balón estaba o no todavía adelantado.
El Barça se quejó mucho de ese gol, que encadenó a otros agravios recientes: un gol fuera de hora de Veloso en la 1966-67, el ostracismo de Rigo tras la final de 1968 (final de las botellas) y la lesión de Bustillo por entrada de De Felipe en el primer partido de la propia temporada en curso, la 1969-70. Desde 1960, el Barça no había ganado la Liga. Sólo dos Copas y una Copa de Ferias. En los sesenta, años del estallido de la televisión, el Madrid se le iba, en fútbol y baloncesto, a una distancia estratosférica.
La vuelta se juega el 6 de junio de 1970 en el Camp Nou, y en lo que respecta a la rivalidad entre nuestros dos grandes clubes sería la mayor ocasión que contemplaron los siglos y hayan de contemplar los venideros. El árbitro es Emilio Carlos Guruceta Muro, donostiarra, joven, de gran planta, gesto seguro y máximo atrevimiento.
El comienzo es soso, con un Madrid a verlas venir y un Barça flojo. Pero en el minuto 45 hay un tiro de Rexach que pega en un poste, va al otro, y entra. Al descanso con 1-0.
El Barça sale con otro ánimo en la segunda mitad, aprieta al Madrid, fuerza faltas cerca del área. En el 59, hay una escapada de Velázquez hacia el área, en ventaja. Rifé le persigue y le derriba cerca del área. No a 10 metros, que se ha llegado a decir, pero sí a uno, o poco menos. Visiblemente fuera. Pero Guruceta señala penalti.
Entonces se revuelven todos los demonios en el Camp Nou. Los 10 años sin Liga, el gol de Veloso del 66, las botellas del 68, la impune lesión de Bustillo, la presencia permanente del Madrid en la tele, por Copa de Europa de fútbol o de baloncesto o por el Torneo de Navidad, que invade la sopa familiar de los hogares catalanes cada 25 de diciembre. Todo eso salta como un muelle liberado. El campo se llena de almohadillas. Los jugadores del Barça hacen gestos de retirarse y les frena su entrenador, Buckingham, inglés al fin y al cabo. Tras ocho minutos de lío lanza Amancio y marca el 1-1. Eladio aplaude briosamente a Guruceta, que le expulsa. Más almohadillas. Ya, el resto del partido será una sucesión de lluvias de almohadillas e interrupciones para retirarlas. Se grita en chufla “¡Campeones, campeones…!”. Al cabo, lo que invade el campo ya no son almohadillas, sino hinchas. Guruceta suspende el partido a falta de 10 minutos.
Los jerarcas madridistas no contribuyen a la calma. Bernabéu dice cínicamente: “¿De qué se quejan? ¡Si ha sido un penalti como una casa!”. El gerente, Antonio Calderón, es más hiriente: “Ha pasado lo que pasa en cualquier pueblo”.
Montal, presidente del Barça, hace un gran escrito de alegación, en el que razona las quejas anteriores y pide que se reanude el partido desde el minuto 59, sin penalti. Su actitud de esos días le consolidará en el ánimo de un barcelonismo en el que había ganado las elecciones no mucho antes por corto margen.
Las autoridades deportivas tienen una bomba en las manos. ¿Qué hacer? El asunto llega al Consejo de Ministros, por la irritación que ha producido en Cataluña. Lo que procedería, en pura y fría lógica futbolística, sería dar el partido por terminado y cerrar el Camp Nou, pero lo último no es posible. Se improvisa una salida política.
El resultado vale, claro. El Madrid sigue.
No se cierra el Camp Nou. El Barça es multado con 90.000 pesetas y Eladio suspendido por dos partidos por burlas al árbitro.
Se suspende a Guruceta, en decisión sin antecedentes ni consecuentes, por seis meses, “por alteración del orden público”. Plaza dimitirá de su condición de presidente del Colegio de Árbitros, en solidaridad con él. Regresará a los seis meses, con sello ya indeleble de madridista irredento.
En la línea de aplacamiento de la irritación barcelonista, el ministro secretario general del Movimiento, Torcuato Fernández-Miranda, liberó una partida de 50 millones para la construcción de un pabellón de hielo del club. Y aceptó la dimisión como delegado nacional de Deportes de Juan Antonio Samaranch, supuestamente disconforme con las decisiones tomadas, aunque nunca lo expresó así. Nombró en su lugar al que desde 1965 y hasta esos días había sido gerente del Barça, Juan Gich i Bech de Careda, falangista como Don Torcuato, que había apadrinado a uno de sus hijos.
El Madrid eliminó al Athletic en semifinales. Jugó la final contra el Valencia, precisamente en el Camp Nou, con un tremendo ambiente en contra, y la ganó por 2-1. Marcaron los goles Fleitas y Planelles, que entraron en el minuto 10 y el 20, por Grosso y Amancio, lesionados por sendas duras entradas.
Así que no tuvo que ir a la Copa de Ferias. En la 70-71 fue a la Recopa y llegó a la final, que perdería en desempate, en Atenas, con el Chelsea. Pero esa es otra historia.
Guruceta no arbitró más al Barça en partido oficial, ni cuando se suspendió el sistema de recusaciones. Sólo le arbitró, 14 años después, un amistoso en Mallorca ante el Gremio de Portoalegre. Perdió el Barça, 1-0. No se repitió la experiencia.
Un día hablé con Guruceta sobre esta jugada. Dice que lo vio dentro: “Fue un contraataque rápido, me pilló lejos, lo seguí a toda carrera… Me equivoqué, eso está claro”.
Luego fue árbitro de éxito, internacional muchos años. Con otros errores renovó su fama de madridista. Falleció en accidente de carretera el 25 de febrero de 1987, aún en activo, cuando iba a arbitrar un Osasuna-Real Madrid de Copa.
Diez años después de su muerte el, a la sazón, presidente del Anderlecht confesó formalmente ante la UEFA haber sobornado a Guruceta con un millón de francos belgas en un partido de los suyos contra el Nottingham. Ganó el Anderlecht 3-0. He visto el resumen, Guruceta pitó un penalti inverosímil. La UEFA dejó un año sin participar en Europa al Anderlecht y suspendió al presidente belga de por vida.
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