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Leyendas con pizarra

Navratilova y Davenport, que aconseja a Keys hasta las semifinales, debutan en Australia como entrenadoras

Juan José Mateo
Martina Navratilova, durante un partido del Abierto de Australia.
Martina Navratilova, durante un partido del Abierto de Australia.Joe Castro (EFE)

Para llegar a semifinales del Abierto de Australia, Madison Keys, de 19 años, tiene que escuchar cómo su entrenadora le cuenta que un pájaro le ha dejado un regalito durante su partido; cumplir la orden de entrenarse justo tras ganar uno de sus duelos; o someterse a una “disciplina” táctica nueva. Y no se queja. Lo acepta todo con bonhomía. Respetando a su entrenadora por lo que es, y sobre todo por lo que fue. Siguiendo la estela del circuito masculino, en el que Stefan Edberg, Boris Becker, Amélie Mauresmo, Goran Ivanisevic o Michael Chang se sientan en el banquillo tras haber ganado títulos grandes como jugadores, Martina Navratilova (18 trofeos del Grand Slam) y Lindsay Davenport (tres y un oro olímpico) han decidido empuñar la pizarra este curso. La campeonísima trabaja con la polaca Radwasnka, eliminada en octavos. La estadounidense es quien pilota desde diciembre la carrera de Keys. Ayer, justo cuando su pupila iba a tumbar 6-3, 4-6 y 6-4 a Venus Williams, Davenport hizo de todo menos poner cara de póker. Vivió la victoria como si fuera suya.

Saben por lo que pasa el jugador y se pueden basar en su experiencia y en lo que le funcionó durante su carrera para ayudar

Conchita Martínez, que tampoco descarta dar el paso

“Incorporar a Lindsey ha sido importantísimo para mi confianza”, explicó Keys, dolorida en una pierna antes de medirse por la final con Serena Williams. “Me ha ayudado a creer que tengo una oportunidad en cada partido. Ha compartido mucha de su experiencia conmigo, lo que es supervalioso para mí”, subrayó la número 35 tras alcanzar la primera semifinal de su vida en un torneo de la máxima categoría. “En cuanto al trabajo técnico, se centra más en lo táctico, en cómo mantener la profundidad en mis tiros, por ejemplo”, contó la estadounidense, quien además ha adoptado una decisión contracultural: en un circuito dominado por entrenadores masculinos sin experiencia como jugadores, emplea a una mujer extenista.

“Creo que la experiencia y los consejos que te puede dar un exganador de Grand Slams son muy válidos”, razona Conchita Martínez, la seleccionadora española femenina y excampeona de Wimbledon. “Me encanta ver a más exjugadores asesorando a jugadores, porque eso demuestra la pasión que sienten por este deporte y también las ganas que tienen de devolver un poquito de lo mucho que les ha dado el tenis”, añade la española, que no descarta seguir los pasos de Navratilova y Davenport. “Saben exactamente por lo que pasa el jugador y se pueden basar en su experiencia y en lo que le funcionó durante su carrera para ayudar en ciertas ocasiones… pero hay buenos entrenadores exjugadores al igual que hay buenos entrenadores que no han llegado a ser buenos jugadores”.

Es improbable que Davenport le diga a Keys algo distinto de lo que escuchó la prometedora estadounidense de técnicos anteriores. Muchos jugadores admiten que el mensaje se digiere más gustosamente si proviene de alguien al que admiran. Así, en 2009 Fernando Verdasco se instaló en el top-10 después de unas cuantas conversaciones con Andre Agassi: “Si me lo dice Agassi, que ha sido mi ídolo de pequeño... ¡pues claro que le voy a hacer más caso!”, dijo. Como explicó la rusa Maria Sharapova antes de enfrentarse a su compatriota Makarova en semifinales: “En ciertas situaciones, no hay nadie mejor para ayudarte que quien ya ha pasado por eso antes”.

Davenport pasó por todo en su carrera. Timidez. Títulos. Rivales que le dominaron. Rivales a las que dominó. Lesiones. Maternidad. Más títulos. Ahora, Keys convive con ella como si fuera su hija. Hasta le acompaña en los viajes familiares. Allí, como en los torneos, escucha atentamente la voz sabia de una excampeona.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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