Se acabaron las vacaciones, Mr. Bolt
Año impar, preolímpico y con Mundial: el rey de la velocidad vuelve a sudar
Siempre que habla de los años en blanco, y en atletismo eso significa uno de cada cuatro, los del ecuador olímpico, Usain Bolt habla de la felicidad, que para él, como para muchos, consiste en no hacer nada. Y a nadie le extraña, claro, pese a que lo que hace de Bolt un personaje interesante no sea precisamente la inacción.
El año que acaba de terminar, 2014, fue uno de esos, un año soso, sin Mundiales ni Juegos, los dos únicos escenarios a los que el hombre más rápido de la historia considera de cierta importancia (aparte, claro, de los platos de DJ que gira en sus noches locas, o las pistas de baile de las discotecas, o las playas), por lo que Bolt, como hizo en 2010, lo dedicó a descansar, bailar y ser feliz (corrió un 100m en un campo de fútbol en Polonia, un 150m en la playa de Copacabana, ¿dónde mejor?, y los relevos de los Juegos de la Commonwealth: trabajó en total tres días en agosto) y a visitar a su médico en Múnich para que le reforzara la espalda, pero 2015 es impar, preolímpico y con Mundial (en Pekín, nada menos, en agosto, cuando Bolt ya habrá cumplido 29 años de edad y siete como recordman mundial de los 100 y los 200 metros), lo que significa para el gigante jamaicano que si quiere brillar en verano tiene que sudar en invierno.
Volando hacia las dos horas
Como en 2014 Lavillenie con su pértiga derribó el récord de 21 años de Serguéi Bubka sería de lo más normal que en 2015, con su levedad de pajarito, Mutaz Barshim hiciera lo mismo con los 2,45m de Javier Sotomayor, altura que ya cumple 22 años como récord. Pero el gran movimiento de masas camino no de un récord sino de una barrera es el que lleva al fondo hacia un maratón en menos de dos horas. Después de Kimetto en Berlín, quedan por limar 2m y 58s, y no acabará 2015, seguramente, sin que algún segundo más haya sido raspado.
Lo que significa para el resto de especialidades, para los maratonianos que avanzan a grandes pasos hacia la barrera imposible de las dos horas, para los saltarines como Lavillenie, Barshim o Bondarenko, sobre todo, que tras un año de protagonismo (el récord del mundo del pertiguista francés, el cerco a los 2,45m de Sotomayor por parte del qatarí y el ucraniano), que en 2015 regresarán a la sombra tan alargada del ídolo de la velocidad. Y también Justin Gatlin, el sprinter renacido a los 32 años en el 14 después de su sanción de cuatro años por dopaje, que aprovechó para brillar las ausencias del Bolt sabático y de los sancionados Gay y Powell. Será, la que se viva en el atletismo de 2015 bajo el brillo del sol Bolt, una realidad que para muchos aficionados tendrá mucho de injusto, una realidad trucada por los intereses mediáticos, por el tirón popular de Bolt, que vive de su leyenda de invencibilidad: en una gran competición, Mundial o Juegos, solo ha sido derrotado una vez, por él mismo, una salida nula en los 100m de Daegu 2011 que impide el pleno de oros desde su gran entrada en la grandeza en los Juegos de Pekín 2008. Desde entonces, seis oros olímpicos y ocho mundiales cuelgan de su sólido cuello, y cuatro récords mundiales (dos de 100m y dos de 200m) batidos en sendas grandes finales. Desde el último, los 19,19s de los 200m de la final del Mundial de Berlín, no ha habido más récords, y aquello ocurrió en agosto de 2009, hace casi seis años. Eso puede significar dos cosas: o que Bolt, envejeciente, está en declive y nunca volverá a ser más rápido de lo que fue o que se puso a sí mismo la barra tan alto, tan magníficas fueron sus marcas-récord, tan adelantadas a su tiempo (con sus 9,58s de 2009 en los 100m dejó al segundo en discordia a casi dos décimas, un salto gigante), que están aquí para durar 20 años por lo menos. O ambas cosas a la vez.
Bolt apenas habla de récords ya, solo de títulos, aunque siempre deja caer que no se retirará, y lo hará después de los Mundiales de Londres 17, sin bajar de los 19s en los 200m, su gran amor. ¿Lo logrará este verano en Pekín?
¿El gran salto de Ruth?
Para completar su colección de medallas de todos los colores y tamaños, y son 11, a Ruth Beitia (y también al atletismo femenino español si se exceptúa a la sospechosa Marta Domínguez de Berlín 2009) solo le falta un par de medallas de oro, justamente las más importantes, las de un Mundial al aire libre y de unos Juegos Olímpicos. Quizás por eso, y quizás porque cree en su capacidad para conseguirlo, la saltadora cántabra, invicta en unos europeos (indoor y outdoor) desde 2012, ha alargado su carrera y a los 35 años salta más que nunca. En marzo calentará en la pista cubierta de Praga para el gran salto de agosto en Pekín.
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