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La burla de Neymar

A diferencia de los clásicos atacantes brasileños, el delantero del Barcelona mete el pie en los encontronazos y replica con zigzagueos y quiebros las tarascadas del rival

Jordi Quixano
Neymar marca el 1-0 sobre el Atlético.
Neymar marca el 1-0 sobre el Atlético.RODOLFO MOLINA (DIARIO AS)

Un tanto anárquico en lo táctico, a Neymar le gusta el alboroto y la taquicardia para descorchar sus mejores cualidades. Cuando hay jarana, pide la pelota para trazar eslálones y quiebros; y cuando le dan la tarascada, se anima a lanzar más regates y un baile con el balón que es tan espectacular para el aficionado como impertinente para el rival. Un pique que, sin ir más lejos, descompuso a los jugadores del Atlético el pasado fin de semana, que acabaron por darle más patadas de la cuenta y alguna bien peligrosa como la de Giménez, que le dejó el tobillo bañado en sangre. “Es un poco vacilón”, le definen con guasa desde dentro del vestuario; “y que no cambie”. Una característica que le diferencia de los clásicos delanteros brasileños, habitualmente fiados a su habilidad y reacios a cualquier batalla física o a meter el pie. “No es como otros atacantes de aquí porque no le importa entrar en las batallas”, reflexiona Emerson Leão, portero del legendario Brasil del 70. “Ronaldo, Ronaldinho y Rivaldo, por ejemplo, evitaban las jugadas de encuentro con el zaguero. Romario sí que era un poco más así”, añade Tostão, uno de los cinco dieces de ese equipo junto a Pelé, Gerson, Jairzinho y Rivelino.

“El zaguero interpreta que el punta quiere jugar y se pone más agresivos”, dice Tostão

El fútbol de Neymar, que conduce el esférico y dribla por definición, es una invitación a llevarse moratones. “Si le miras las piernas”, explican desde el vestuario; “son un poema. Están llenas de golpes”. Travieso con el balón, pillo y un tanto juguetón son los calificativos que reúnen la palabra brasileña moleque, apelativo que no es raro que asocien con Neymar por su forma de jugar, encarar y hasta descolocar al adversario.

Este año el delantero ha provocado 47 faltas (seis más que Messi, segundo en esta tabla azulgrana) y un total de 11 tarjetas amarillas, el cuarto que más en la Liga, sólo por detrás de Vela (22), Muniain (13) y Edgar (12), del Almería. Lo mismo ocurrió en el curso anterior, cuando provocó 78 faltas y 21 amonestaciones, justo por detrás de Vela (27) y Diego Costa (24). Tostão lo tiene claro: “Le gusta mucho regatear muy rápido y cuesta pararlo. Por eso le pegan patadas y por eso cae tanto al suelo”. Se suma Emerson Leão: “Es que en eso es el típico jugador brasileño; dribla, ataca y profundiza, por lo que sólo se le puede parar con patadas”. De hecho, es el segundo jugador azulgrana que más regates ha intentado (87 y 34 con éxito) en esta Liga, muy lejos de Messi, que está en 180 por 81. “Pero no siempre puede pretender hacer la jugada perfecta. Se tiene que esmerar en aprender a seleccionar cuándo encarar y cuando dársela al compañero”, reivindica Tostão.

“Cada vez que le dan una patada, quiere buscar más al rival”, añade Sergi Roberto

Su ligazón con los golpes, sin embargo, es inherente a su carrera de futbolista. “Le recomendaría que se marchara ahora mismo de Brasil”, se lamentó en su día Muricy Ramalho, técnico en el Santos, cansado de que su jugador acabara los duelos renqueante por los topetazos. “Es que Brasil driblaba más aún y por eso le tiraban más patadas. Pero también lograba salirse más veces con la suya porque eran defensas menos compactas”, expone Tostão; “ahora intenta hacer lo mismo y no lo consigue porque las zagas ofrecen menos espacios. Es una deficiencia que precisa corregir. Entre otras cosas porque él tiene mejor regate en largo. No es como Messi que sabe hacerlos en corto”. Aunque desde el vestuario añaden: “Si te reta en carrera, date por perdido”.

Entrar al trapo es algo que en su día trató de difuminar Tata Martino. “Hablé con él a su llegada, pero Ney tiene un estilo de juego que invita un poco a la violencia y hay algunas situaciones que se puede evitar”, señaló el extécnico azulgrana. Interviene Tostão: “El zaguero interpreta que Neymar quiere jugar y se pone más agresivos con él. Y cuanto más agresivo es el rival, más quiere driblarlo”. Aunque se suma Sergi Roberto: “Pero es que ya en los entrenamientos, cuando le buscas o le das una patada, él te encara más y si puede te responde con un caño. Es muy descarado”. Y abunda: “Es que es muy competitivo. Cada vez que le dan una patada, se pica y quiere buscar más al contrario”. De hecho, ahora con Luis Enrique, el 11 no se corta un pelo, toda vez que ya se ha enfrascado en varios rifirrafes. Y su fútbol de burla funciona de maravilla, con 17 goles (12 en la Liga, tres en la Champions y dos en la Copa) y cinco asistencias. Registros que superan los 15 tantos que marcó en todo el curso anterior.

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