Phil Jackson, en el ojo del huracán
Los Knicks se hunden y su presidente dilapida su aura ganadora
El pasado mes de marzo, los Knicks, la franquicia más valorada económicamente en la NBA, creyeron ver el final del túnel, el resorte que les iba a permitir redimirse de decenios de frustración. El fichaje de Phil Jackson se recibió en Nueva York poco menos que como la llegada del mesías del baloncesto. Ha transcurrido un mes y medio de competición y el presidente plenipotenciario ha perdido crédito a espuertas. El equipo, dirigido por su apuesta personal, el entrenador novato Derek Fisher, suma 20 derrotas en 24 partidos —el peor arranque en sus 69 años de historia—, las últimas diez consecutivas, y la más reciente (109-95), para más escarnio, ante unos Spurs que dieron día libre a su póker de figuras: Duncan, Parker, Ginobili y Leonard.
Jackson, que llegó al club con el aura que le otorgan los 11 anillos que ganó como entrenador de los Bulls y de los Lakers, y la nostalgia de los dos que obtuvo como jugador con los Knicks, en 1970 y 1973, es blanco de las críticas. Se le reprocha que quiera imponer un estilo que no cuadra con los jugadores de los que dispone, a pesar de la categoría de megaestrella de Carmelo Anthony —que podría tener que operarse de una rodilla— y de Stoudemire, que recuperado la forma. De Calderón se esperaba mucho, pero las críticas también le afectan porque hay quien se remite a la estadística: 10 derrotas en los 11 partidos que ha disputado.
“Obviamente, estamos decepcionados”, admite Jackson. “Los chicos entienden lo que tratamos de hacer, y redefiniremos algunas cosas. Se trata de una cuestión de mentalidad perdedora, no de calidad o talento”. La afición exige rendimiento a la segunda plantilla mejor pagada de la NBA con 72,4 millones de euros —solo superada por Brooklyn—, y con un presidente que percibe 6,7 millones de euros al año.
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