Ni la mística salva al Liverpool
Desdibujado y roto, el equipo de Rodgers descarrila en Anfield ante el Basilea (1-1) y queda apeado a las primeras de cambio ● Caen también el Olympiacos de Míchel y el Zenit
Era una noche viento y llovizna, muy propia de aquellas que suelen encapotar Liverpool e invitan a la épica en Anfield. Se preparaban los hinchas reds y ondeaban los banderones en la mítica grada The Kop. Todo a punto para una nueva llamada a la mística del club inglés, que debía derrotar en casa al Basilea, un adversario sin pedigrí europeo pero de doble filo, para acceder a los octavos. Sin embargo, después de toda la liturgia inicial y el curso de un partido insípido hasta que los de Brendan Rodgers se vieron contra las cuerdas y encendieron el interruptor, llegó la desilusión. Y el silencio. Un acontecimiento extraordinario en uno de los templos sagrados del fútbol inglés.
A las primeras de cambio, con mucha pena y sin nada de gloria, el Liverpool dijo adiós al torneo junto al Olympiacos y el Zenit. De poco sirve su jerarquía, aquella que se resume en los cinco cetros continentales que adornan sus vitrinas y que suelen achantar a sus rivales. No lo hizo el Basilea, valiente desde el pitido inicial, mucho más predispuesto a la hazaña que su contrincante. Los suizos, que el curso pasado ya doblegaron al Chelsea en Stamford Bridge, se distribuyeron con orden sobre el tapete y trenzaron muy bien. De una combinación fabricada en el minuto 24 nació el gol de Frei, muy certero en el disparo, probablemente desconcertado en su interior ante la tremenda pasividad de la defensa de los reds.
LIVERPOOL, 1 - BASILEA, 1
Liverpool: Mignolet; Johnson, Skrtel, Lovren, José Enrique (Alberto Moreno, m.45); Lucas Leiva (Coutinho, m.74), Allen, Henderson, Gerrard, Sterling; y Lambert (Markovic, m.45).
Basilea: Vaclik; Schär, Suchy, Safari; Zuffi (Samuel, m.88), Xhaka, Frei, Elneny (Díaz, m.83); Gonzalez, Gashi, Streller (Embolo, m.74).
Goles: 0-1, m.24: Frei. 1-1, m.80: Gerrard.
Árbitro: Björn Kuipers (NED). Amonestó a Lucas Leiva (m.46), Lovren (m.65) y Alberto Moreno (m.76), del Liverpool; y a Schär (m.80), del Basilea. Expulsó a Markovic (m.60), del Liverpool.
45.000 espectadores en Anfield Road.
A pesar de haber invertido la friolera de 150 millones de euros en verano, el equipo de Rodgers no carbura en la Premier y descarriló en Europa. Algunos de sus fichajes –Lallana, Can, Lambert y, por encima de todos, Balotelli– no aparecen en el mapa y su baza más incisiva es la punta de velocidad de Sterling. Balón en largo y carrera, a ver si suena la flauta. Poco más. La marcha de Luis Suárez, referencia absoluta en temporadas anteriores, ha dejado un vacío monumental que no se llena solo a golpe de cartera. Sin la pegada y el dinamismo del uruguayo, el Liverpool es un conjunto plano e inexpresivo.
Lo leyó bien el Basilea conforme avanzaron las manecillas del cronómetro. Pudo el cuadro helvético ampliar su renta, pero ni Streller ni Xhaka estuvieron finos en la definición. Más lo estuvo el colegiado Kuipers, bien asistido por el juez de línea para invalidar un tanto de Gashi en posición ilegal. Anfield respiró con alivio, pero su hinchada acumula demasiada astucia futbolística como para no temerse lo peor. Y el terreno se inclinó un poco más con la expulsión de Markovic, que a falta de media hora para la conclusión estiró el brazo sin sentido, mientras conducía el balón, para acariciar el rostro de Safari. Roja directa. Otro crochet en la mandíbula para el Liverpool.
Abonado a los desenlaces épicos, el público de Anfield achuchó a los suyos hasta que estos despertaron. Más en concreto, su capitán, el legendario Gerrard, un insurrecto en medio de un elenco de jugadores mucho más jóvenes y también mucho más conformistas. El 8 asumió galones y ejecutó de forma magistral una falta para terminar con el efecto de la anestesia e impulsar al personal. Percibieron la llamada del líder Henderson y Sterling, que buscaron con ahínco el gol salvador hasta el final. Anfield se predisponía a la epopeya, otra vez, a un fotograma histórico más, de nuevo, pero esta vez no funcionó el embrujo del gran templo. El meta Vaclik estiró sus kilométricos brazos y Schar se jugó el tipo cuando Sterling se disponía a engatillar. Ahí terminó todo. Después, un inmenso silencio. En estos tiempos, ni la mística acompaña al Liverpool.
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