Nolito, talento marismeño
El gaditano llega a la selección tras debutar en Primera con 24 años
A la tercera fue la vencida para Manuel Agudo Durán “Nolito”, que esperaba la llamada de Vicente Del Bosque en las dos anteriores convocatorias y la recibió justo en la antesala de dos partidos en escenarios especiales para él, el primero en Huelva, cerca de su Sanlúcar de Barrameda natal; el segundo en Vigo, la tierra donde disfruta de su eclosión futbolística, la de un tipo que fluctuó entre la promesa y el olvido para debutar en Primera División con 24 años y llegar a la selección al filo de los 28. Es el primer jugador del Celta que viste de rojo desde que Luis Aragonés llamó a Borja Oubiña y a Ángel en 2006.
Nada le resultó sencillo a Nolito, que lleva los apellidos de sus abuelos y se crió en un hogar con más de una docena de bocas que alimentar. Aquel niño se nutría de fútbol, de echar horas en una pista de futbol sala próxima a su casa, en la barriada de Andalucía sanluqueña. Ya entonces se anunciaba un talento descomunal, una oportunidad para que su familia saliese adelante. Con 16 años emprendió el camino, cruzó la península para integrarse en el Valencia, pero se encontró con un entorno que le pareció hostil. Demasiado joven y demasiado lejos. “Nunca había salido de casa, pero aprendí muchas cosas y le di valor a otras. Cogí el toro por los cuernos”, rememora. Con la mayoría de edad a punto de estrenar estaba de vuelta en casa, en el Sanluqueño, donde había debutado antes de partir a Valencia y en el que alternó con otro talento marismeño de su misma generación, José Manuel Jurado.
Siempre digo que lo mejor está por llegar"
Maduró y en verano de 2006 aceptó una oferta del Ecija para probarse en Segunda B. Fueron dos años que le cambiaron la vida. En el primero brilló, tras partir desde el banquillo, ante el Madrid galáctico en una eliminatoria de Copa en la que marcó un gol que sirvió para empatar a uno el duelo de ida. Diego López era el portero blanco. En la vuelta también en apenas media hora pudo brillar para dar el pase del gol del honor de su equipo en el Bernabéu. “Aquel año no jugaba mucho, solía salir en las segundas partes como en esa eliminatoria, pero la temporada siguiente jugué casi todo y el equipo llegó al play-off de ascenso a Segunda”, recuerda. Ya no siguió en Ecija porque recibió la llamada que más soñaba, la del equipo cuyo chándal vistió de niño hasta convertirlo en un harapo. Le reclutó el Barcelona, el sueño de dos vidas, la suya y la de su abuelo, el padre que no tuvo y que murió poco después de verle debutar en Primera de la mano de Guardiola. Fue contra el Mallorca en octubre de 2010.
“Sé que lo mío es el filial”, dijo entonces Nolito. No se equivocaba. La competencia en el primer equipo era mayúscula y camino de los 25 aparcó el corazón y optó por una salida. Eligió el Benfica, donde dejó buen sabor a pesar de unos desencuentros finales con el técnico Jorge Jesús. “No confiaba en mí”. Salió cedido al Granada, donde cumplió media temporada y el Celta estuvo vivo para hacerle una oferta y propiciar el reencuentro con Luis Enrique, el técnico que le dirigió en el filial del Barcelona, con el que creció como futbolista y cambió hasta su posición en el campo, de mediapunta a evolucionar por la izquierda. “Fue una variación, pero no dejo de ser un jugador que se mueve por todo el frente del ataque”, explica Nolito, el mejor goleador nacional en lo que va de Liga, destacado también en la faceta de pases de gol, ansioso por llegar a vestir de rojo ya tenía guardado un sitio para su primera camiseta en su casa de Sanlúcar. “Le pediré a todos los compañeros que me la firmen y será un recuerdo para siempre, pero siempre digo que lo mejor está por llegar”.
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