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Alonso y la mística del samurái

El misterio que ha alimentado el asturiano dispara las expectativas sobre su próximo destino.

Oriol Puigdemont
Fernando Alonso.
Fernando Alonso. MARK RALSTON (AFP)

La cuenta de Twitter personal de Fernando Alonso es un buen reflejo de los altibajos que en los últimos años ha vivido el asturiano profesionalmente hablando. Después de aquellas carreras que no terminan como a él le gusta, es habitual que cuelgue alguno de esos mantras que le ayudan a uno a aferrarse a los pensamientos positivos y a alejar los negativos. En su caso, la mayoría de las veces esos mensajes hacen referencia a la doctrina samurái, esa que le acompaña allí por donde va en forma de tatuaje. Esa mística se ha hecho visible últimamente en las comparecencias del español, especialmente desde hace poco más de un mes, el tiempo que ha pasado desde que Red Bull anunciara en Suzuka que Sebastian Vettel abandonará el equipo a final de temporada para fichar por Ferrari.

La rabieta que pilló Red Bull cuando Vettel dijo que se iba se tradujo en un comunicado exprés que cogió a trasmano a casi todo el paddock, pero sobre todo a los bólidos rojos y a quien ha sido su punta de lanza en los últimos cinco años. A partir de ese momento, la estrategia de Alonso y de su entorno se ha basado en rodear de misterio y de misticismo el que será el siguiente movimiento en su trayectoria, tratando siempre de desvelar los menores detalles posibles. De esta forma, si hay algo que evidentemente consigue es que algunos de los periodistas que le siguen le interroguen por ello cada vez que le tienen delante, mientras que no para de batear las preguntas tan lejos como puede. “La prioridad es lo que ocurre en la pista, mi futuro está en un plano inferior en estos momentos en los que peleamos por el Mundial de constructores”, dijo el jueves en su primera intervención.

No puedo decir nada más, solo que se trata de un plan ambicioso”, apunta el piloto

Es fácil que uno se pierda entre tanta incertidumbre alrededor de Alonso: que si volverá a McLaren, que si se estaría negociando la compra de parte de alguna escudería, que si se tomará un año sabático… En toda esa maraña, si hay algo evidente es el deseo del ovetense de proclamarse campeón del mundo por tercera vez, algo que solo podría lograr, como es obvio, compitiendo, circunstancia que debería descartar la opción de pasarse un año fuera. “Que no corra el año que viene es algo improbable, aunque no me perjudicaría demasiado porque las reglas no cambian y lo hemos visto en otras ocasiones. El último ejemplo es Kimi, que regresó en plena forma”, añade el bicampeón del mundo de 2005 y 2006.

La puesta en escena de Alonso parece muy estudiada a partir de una serie de fórmulas a las que hace referencia una y otra vez desde Suzuka. Las más destacables son tres. La primera se articula a partir de una idea: tratar de convencer al personal de que es él quien domina el mercado, que tiene la sartén por el mango y que correrá donde quiera. Esta posibilidad es a priori complicada porque si le dieran a elegir, se lanzaría a por un Mercedes, pero los dos que hay disponibles están ocupados por Lewis Hamilton y Nico Rosberg. De la misma forma, también repite una y otra vez que la decisión que tome será algo grande, de una dimensión tal que incluso habrá quien lo vea como algo único. “No puedo decir nada más allá de que se trata de un plan ambicioso para el futuro. Estoy muy emocionado y estoy seguro de que mis aficionados, cuando lo sepan, también lo estarán”, anima el corredor.

En cuanto al tercer input, aquí es cuando comienza a tener la sensación de que hay algo que no encaja. “Lo que decida será lo mejor para mí y también para Ferrari”, insistía el jueves, igual que lo ha hecho desde que se conocieron los planes de la Scuderia. Cinco minutos después de afirmar eso, dijo: “No es una cuestión de qué quiere la gente que haga, y probablemente lo que decida no será lo que querría Ferrari. Es lo que yo quiero”, remachó Alonso, que adrede o sin querer, ha provocado que las expectativas acerca del que será su siguiente paso estén por las nubes.

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