El Madrid ensaya el pragmatismo
Los de Laso, liderados por Rudy (22 puntos) y Llull (16, con 5 de 5 en triples), superan con solvencia y sin alardes al Valencia Los blancos retan hoy en la final al Barça (a las 19.00, Teledeporte)
El Madrid peleará este sábado por revalidar el título de la Supercopa en la que será la séptima final consecutiva de los blancos en las tres últimas temporadas. Rudy Fernández (22 puntos) y Llull (16, con 5 de 5 en triples) se bastaron para superar a un Valencia aplicado que comenzó efervescente pero se derritió al final.
Acostumbrado durante estos años a los pequeños retoques cosméticos, el Madrid de Laso acomete esta temporada una reforma estructural. Sin tocar los cimientos de la casa formados por su núcleo de nacionales —Sergio Rodríguez, Llull, Rudy y Felipe—, el club blanco ha hecho obra en todas las habitaciones fichando un quinteto nuevo con una incorporación por puesto —Campazzo, Rivers, Maciulis, Nocioni y Ayón— y ha ampliado su fondo de armario hasta las 13 fichas, con la obligación de hacer convocatorias y un descarte por encuentro —el primero en descabalgar fue Slaughter—. Con la coartada de los numerosos cambios y la atípica pretemporada, achatada por la pasada cita mundialista, los blancos parecen obligados y decididos a variar la hoja de ruta con respecto al curso pasado. Ante el Valencia enseñaron su nuevo repertorio y anunciaron su proyección, pero también evidenciaron su rodaje. No terminó de mezclar lo nuevo, pero funcionó lo de siempre.
Real Madrid, 89-Valencia, 76
Real Madrid: Llull (16), Rivers (6), Rudy Fernández (22), Nocioni (10) y Bourousis (4) —quinteto inicial—; Sergio Rodríguez, Campazzo (1), Carroll (4), Maciulis (7), Reyes (13), Ayón (2) y Mejri (5).
Valencia Basket: Van Rossom (12), Ribas (6), Lucic (7), Aguilar (9) y Loncar (17) —quinteto inicial—; Martínez (2), Sato (7), Lishchuk (6), Buycks, Harangody (3) y Vives (7).
Parciales: 19-26; 24-17; 17-15 y 29-18.
Árbitros: Guirao, Oyón y Serrano. Eliminaron a Mejri por faltas personales.
Unos 10.000 espectadores en el Fernando Buesa Arena.
Hace casi un año, también en Vitoria-Gasteiz, la cuna de Laso, el Madrid recreó un tráiler perfecto de la película de dibujos animados que iba a estrenar después y que se prolongó durante cuatro meses hasta una racha histórica de 31 victorias consecutivas. Aquel día, en la semifinal de la Supercopa ante el Bilbao Basket, ganó por 39 puntos de ventaja (100-61) en un partido en el que el conjunto blanco anotó 19 triples y Sergio Rodríguez repartió 12 asistencias. Un ataque en manada, un baloncesto recreativo y un contragolpe incontenible que deslumbró a Europa. Pero la historia no tuvo final feliz, Tyrese Rice se llevó la Euroliga para el Maccabi y el Barça hurgó en la depresión y conquistó la Liga. Como si de un desengaño amoroso se tratase, el Madrid, menos romántico y más resabiado, se muestra menos generoso y más pragmático.
Su rival presentaba carencias similares por falta de entendimiento. A Perasovic le desmontaron gran parte del quinteto con el que conquistó la Eurocup tras las salidas de Lafayette, Doellman, Triguero y Lavrinovic, y después la lesión de Dubljevic completó la avería, pero como presume en el eslogan de su camiseta conserva la misma cultura del esfuerzo representado por jugadores como Sato y Van Rossom. Con la vibrante dirección del base belga, los rebotes de Harandogy y los puntos de Aguilar, los naranjas se hicieron con el mando del partido (13-21, m. 7). El Valencia movía más y mejor el balón y sumaba más efectivos a la rotación mientras el Madrid rompía a sudar. Pablo Aguilar dominaba la pintura mientras el Madrid ensayaba las distintas mezclas de sus interiores. De salida la pareja de pívots la formaron Nocioni y Bourousis, después irrumpió con fuerza Mejri y más tarde aterrizó Ayón. El méxicano, con el jet lag a cuestas y apenas un par de entrenamientos con sus compañeros, mantuvo a duras penas el tipo en su aparición episódica. Pero, como casi siempre, el primero en poner orden bajo los aros para el Madrid fue el incombustible Felipe Reyes. El capitán, con 13 puntos y cinco rebotes en apenas 18 minutos de juego, se reivindicó a su manera tras el ninguneo que sufrió en la eliminación mundialista de España.
Con su brega y acierto el conjunto de Laso se fue rearmando en el partido. Campazzo mostró empeño en defensa y Maciulis intensidad a cancha completa y el Madrid comenzó a contener el brío del Valencia. Un triple de Nocioni puso el empate en el marcador coincidiendo con el bocinazo que daba paso al descanso y a la vuelta de los vestuarios, los blancos se apoderaron de la iniciativa. Rudy protagonizó un parcial de 11-3 (56-49) que dejó sonado a su rival antes de caer a la lona.
Las pérdidas de balón condenaban a los de Perasovic mientras el Madrid comenzaba a afinar su perímetro con Rudy y Llull como estiletes. Sólo Kresimir Loncar se remangó para respaldar a Van Rossom y, como un martillo pilón, los triples del Madrid fueron desmontando la meritoria defensa valencianista. La traca final de los de Laso encumbró a Llull con un 5 de 5 desde el 6,75 y descosió a los de Perasovic hasta los trece puntos. El Madrid pidió cita para la final (hoy, 19.00, Tdp).
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