Mejor llamarle ‘Coach K’
Krzyzewski, capitán del ejército, ha impuesto el orden militar para domar los egos en EEUU
A Mike Krzyzewski (Chicago, 1947) le molestan los intentos de pronunciar su apellido correctamente. "Si no sabes cómo me llamo, me voy", dice muy serio. Las consonantes se amontonan en ese nombre familiar de ascendencia polaca, heredado de unos abuelos maternos que emigraron a Pensilvania. "Llámame Coach K", zanja a modo de orden. El apodo no es solo la mejor solución para evitar cabreos. Funciona también como un sello, la marca de un entrenador forjado en la disciplina militar. En su mente, Coach K equivale a un rango, lo mismo que si le dijeran Sargento Krzyzewski. Por cierto, se pronuncia Sha-shef-skee.
El orden y el trabajo son los valores que ordenan la personalidad de Coach K, un carácter que ha impregnado en las sucesivas selecciones estadounidenses que ha dirigido. El gran reto de Krzyzewski ha sido gestionar y moldear un vestuario rebosante de estrellas que se miran unas a otras recelosas de su protagonismo. Como él dice, construir un "ego colectivo" en lugar de juntar muchos egos sueltos. "Es una cuestión de demostrar personalidad. Hemos avanzado en la creación de un ego colectivo. No hay ningún jugador que diga al resto cómo hay que jugar. Es un grupo fácil de llevar y que deja ser entrenado. Todos saben cómo pienso. Para ganar tienes que tener un plan. Ese plan es lo primero. Pasa por trabajar todos juntos y mantenernos orgullosos, cumplir con lo pactado. Si no te mereces ganar eres tú el que te derrotas a ti mismo", resume su filosofía, al estilo de las frases que deja en Twitter.
Desde que cogió a la selección en 2006, suma 72 victorias y solo una derrota
Krzyzewski, que tiene tres hijas y nueve nietos, es una figura tan autoritaria como paternal. Siendo el entrenador más veterano del Mundial, con 67 años (solo 11 días mayor que su amigo y compatriota Mike Fratello, preparador de Ucrania), dirige al equipo más joven, 24 años de media. En los entrenamientos es habitual verle con las manos en la cintura, como el oficial que mira a los soldados hacer flexiones o arrastrarse por el fango. Esa mano dura fue la que compró la federación estadounidense, USA Basketball, para "restablecer" la hegemonía tras el bronce en los Juegos de 2004 y su papel de "embajadores de Estados Unidos y del deporte". Reclutó en 2006 a Krzyzewski para formar un equipo y Coach K ha recobrado el camino al trono: oro del FIBA Americas 2007, dos oros olímpicos (2008 y 2012) y un oro mundial (2010). Desde que hizo suyo el grupo, EEUU solo ha perdido un partido, las semifinales mundialistas de 2006 ante Grecia (101-95). Una derrota por 72 victorias entre encuentros oficiales y de preparación, 60 triunfos seguidos desde aquel resbalón.
Cada convocatoria es una mutación. Del último equipo olímpico solo repiten Davis y Harden. Del mundialista, Rose, Curry y Gay. El baile de caras ha aumentado el papel de Krzyzewski como pegamento entre tanto cambio. El técnico ha martilleado a cada plantilla para que asuma labores colectivas y suene como orquesta y no como solistas, una tarea más fácil cuando escuchan gente como Cousins o Curry que con LeBron y Kobe. Para interiorizar la lección, es habitual que Coach K organice visitas a alguna academia militar. Eso le sirve para remachar la idea de que Estados Unidos acude a unos Juegos o un Mundial en misión especial, como si fueran un comando enviado a territorio enemigo. "No hay honor más grande que defender a tu país", dijo cuando renovó el contrato hasta 2016.
Coach K llegó al rango de capitán en la academia militar de West Point, en Nueva York. En sus años en el ejército jugó al baloncesto y ganó un torneo en el Madison Square Garden. Luego aprendió del mítico Bobby Knight y enfocó su carrera al entrenamiento universitario. Es una leyenda en Duke, cuyo enorme anillo luce en la mano derecha y a cuyo equipo entrena desde hace 34 años, con un 78% de victorias. Nadie tiene más triunfos en la Liga universitaria, un mundo en el que ha preferido ser el número uno en lugar de probar en la NBA cuando Celtics, Portland y Lakers le han tanteado.
En 2001 entró en el Salón de la Fama del baloncesto y ha trabajado con 13 selecciones estadounidenses en varias categorías, con nueve medallas de oro. Estos días recuerda cuando en 1992 era asistente de Chuck Daly en el dream team, un verano del que conserva la canción Barcelona de Freddie Mercury y Montserrat Caballé como una de sus preferidas. "Éramos como los Beatles, como los Stones. Parecíamos un grupo de rock", dice. Ahora son un batallón a las órdenes de Coach K.
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