España prueba el amargo bronce

La natación española recibió un espolonazo en Berlín. El grupo de sincronizada que dirige Esther Jaumá perdió la condición de segunda potencia europea en favor de Ucrania, que ayer conquistó la plata en las modalidades de dúo y equipo y se colocó con mucho mérito en la estela de la maravillosa Rusia. Ocurrió en la primera jornada de finales de los Europeos de Berlín. A la espera de las finales de hoy, donde se nadarán los solos y los combos, el horizonte amenaza tormenta. Los acontecimientos de la piscina del Velódromo obligan a la federación a un análisis profundo sobre su división de sincro. En los próximos meses la natación española se jugará el destino de la mayor factoría de medallas de su historia.

La sesión matinal reservó el primer golpe. El nuevo dúo formado por Ona Carbonell y Paula Klamburg no consiguió cuadrar un buen ejercicio. Las chicas no nadaron especialmente bien. Tuvieron fallos de sincronización con las manos y en una subida vertical. Pero el problema primordial fue de planteamiento. La coreografía, Tempus Fugit, un relato metafísico sobre lo inexorable de la vida, no contuvo los elementos necesarios para poder competir con garantías. La presentación de los ejercicios resultó evidentemente lenta por contraste con la propuesta adversaria.

Rusia fue oro porque arrasó con un torbellino de elementos técnicos y figuras ejecutadas a una velocidad y una potencia desconocida en este deporte. La música de Metallica determinó el estilo enérgico. Ucrania superó a España porque insistió en desarrollar esta vía del extremo técnico y atlético que las rusas han elevado a la máxima expresión. Se trata de admirar a los jueces a fuerza de exhibir músculo, velocidad, precisión, altura.

La federación dio un giro estratégico que flexibilizó la preparación en 2012

La pareja ucraniana que forman Lolita Ananasova y Anna Voloshina se ha constituido sobre la misma filosofía de trabajo que caracteriza a las rusas, representadas por las poderosas Daria Korobova y Svetlana Kolesnichenko. Los dos equipos hacen hincapié en el entrenamiento atlético, el rigor y las repeticiones exhaustivas sobre una base formativa que normalmente incluye danza clásica.

La final de equipos tuvo un guión similar. El Samsara español, bello y bien logrado por las nadadoras (obtuvo 92.466 puntos), no resistió el ímpetu del Cascanueces de las ucranianas (94.833). Las rusas permanecieron en otro planeta (96.8333)

El modelo castrense de Rusia avanza a la vanguardia de esta disciplina y Ucrania ha estado dispuesta a imitarlo. España no. La federación optó por dar un giro a la estrategia cuando el presidente Fernando Carpena destituyó a Ana Tarrés en 2012, al tiempo que antiguas nadadoras acusaban a la entrenadora de maltratarlas. Entonces surgieron múltiples voces apelando a una sincronizada “más humana”. Es decir, más suave. Más flexible. Menos rusa.

Desde 2002, bajo el régimen de Tarrés, España ganó oros y platas en modalidades de dúos y equipos en los Europeos de sincronizada. El hundimiento de Berlín es una señal preocupante. Falta un año para los Mundiales de Kazán y dos para los Juegos. Si la deriva sigue en esta dirección el equipo español se quedará fuera del podio el día que se sume China.

La evolución de Ucrania no es una sorpresa. Ya en los Mundiales de Barcelona de 2013 se evidenció que la distancia en la puntuación entre Ucrania y España se acortaba mientras que Rusia se alejaba. Los árbitros advirtieron un cambio. El cumplimiento de las previsiones debería llevar a los dirigentes españoles a la reflexión. Pero Esther Jaumá, la responsable técnica, no lo ve así. En declaraciones al diario As, Jaumá denunció una especie de conspiración, un lobby ucranio-ruso.

La conjetura es cuando menos extraña en estos días. Como todo el mundo sabe, Rusia y Ucrania están al borde de la guerra.