Pesadilla en Hong Kong
Ramón Sánchez, meta del Compostela, cuenta el calvario de su estancia en Asia
Parecía que la vida de Ramón Sánchez (El Viso de Alcor, Sevilla; 34 años) seguía el dictado de un guionista aficionado a los relatos de superación, de sueños que se cumplen. Todo empezó cuando este futbolista, formado en las categorías inferiores del Sevilla, se encontraba en el peor momento de su carrera. Había dejado la portería del Écija, en Segunda B, y se encontraba sin equipo, con 33 años y la incertidumbre de no saber si iba a volver a ganarse la vida como futbolista. Pero se resistía a colgar los guantes. Decidió entonces acudir a la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE), a las sesiones de entrenamiento que organiza el sindicato que sirven también de escaparate. Esa oportunidad lo cambió todo. Al poco tiempo recibió la llamada del Atlético Sanluqueño, de Segunda B, y meses después se le presentó la oportunidad de fichar por un equipo de Hong Kong: de futbolista en paro a una segunda juventud en una primera división.
Hong Kong, la tierra de las oportunidades para el guionista accidental, se convirtió en un calvario. Porque una redada policial en un vestuario no es ningún final feliz, sino más bien el claro comienzo de una pesadilla. “Casi pierdo la vida”, recuerda, por teléfono, desde Santiago, donde ahora juega con el Compostela, también de Segunda B.
El sevillano sufrió una peritonitis y tuvo que ser hospitalizado. "Casi pierdo la vida", recuerda
Ramón Sánchez llegó a Hong Kong el pasado 26 de diciembre. Había fichado por el Happy Valley, seis veces campeón de Liga. El 8 de enero se reanudaba el campeonato y Ramón asistió como espectador. Él había llegado para ocupar la plaza del guardameta Darko Bozovic, que se despedía ese día. Encajó cinco goles. Un grupo de policías irrumpió en el vestuario y se llevaron detenidos a siete miembros del equipo, jugadores y técnicos, entre los que se encontraba el portero montenegrino. Ramón estaba allí, junto a Iván Zarandona y Chupe, viejos conocidos del fútbol español. Ninguno de ellos se había incorporado todavía. A los arrestados se les acusaba de amaño de partidos y les retuvieron el pasaporte hasta nueva orden. Ramón había firmado su contrato, pero aún no tenía ni ficha ni visado de trabajo.
Al mes siguiente, cuando se encontraba en su casa de Tin Shui Wai, Ramón empezó a notar un fuerte dolor de barriga. El club le llevó a una clínica privada, donde, tras diagnosticarle una gastroenteritis, lo mandaron a casa. Pero el dolor volvió, y tuvo que regresar a la clínica, y esta vez nadie del club le acompañó. A las tres de la mañana le comunican que tienen que pasarle a planta, pero que para eso debe abonar 400 euros. Nadie del Happy Valley le coge el teléfono, por lo que decide irse a casa. Al tercer día la dolencia se agravó y sus compañeros, alarmados, llamaron al club: “O venís a por Ramón o se muere”.
La apendicitis se estaba convirtiendo en peritonitis y el sevillano debía ser hospitalizado urgentemente. Consiguieron que fuera sometido a la operación, pero Ramón tuvo que quedarse un mes ingresado, a 400 euros la noche. El club se encargó de que lo trataran, pero no de las facturas.
La Federación de Fútbol de Hong Kong decidió suspender al Happy Valley, y Ramón quedó en un limbo, sin equipo y con una deuda de 12.000 euros. El club llegó a un acuerdo con el Hong Kong Rangers, que se comprometió a hacerle un contrato como entrenador de porteros y a asumir las facturas con una condición: que el Hospital le cobrara como residente. El Hong Kong Rangers ha interpuesto una reclamación que a día de hoy sigue sin respuesta. Ramón sobrevivía con los 1.000 euros que le pagaba su nuevo equipo más lo que su mujer, que viajó a Hong Kong en cuanto lo ingresaron, ganaba dando clases de flamenco.
La temporada pasada había ocho jugadores españoles en Azerbaiyán, seis en Tailandia y 11 en Honk Kong
El Happy Valley, según cuenta el jugador, no le ofreció ningún tipo de seguro privado, ni tenía acuerdo con ninguna clínica. De hecho, él nunca llegó a pasar un reconocimiento médico.
“En países donde no hay asociaciones de futbolistas lo único que podemos hacer es acudir a la FIFA”, explica Jesús Díaz, secretario general de la AFE. Hong Kong no cuenta con sindicato.
Son de sobra conocidos los futbolistas que emigran con éxito al extranjero en busca de las oportunidades que no encuentran en España. “Para los jugadores de Segunda B las puertas se cierran. Emigrar no solo es una experiencia deportiva, sino personal”, explica Álvaro del Moral, que la pasada temporada jugó en el Kristianstads FF, sueco, y el First Vienna, austriaco. Ahora los destinos son cada vez son más exóticos y más arriesgados. La temporada pasada había ocho jugadores españoles en Azerbaiyán, seis en Tailandia y 11 en Honk Kong.
El 7 de julio Ramón y su mujer volvieron a España. “No sabía si por las deudas me iban a dejar pasar la frontera”, cuenta el portero. Poco después recibió la llamada del Compostela. Todavía no sabe qué va a pasar con las facturas dejadas atrás. “Ahora mismo soy feliz”, asegura, después de repasar, día por día, la pesadilla de Hong Kong.
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