“Hemos escalado muy al límite”
Mikel Zabalza, Alberto Iñurrategi y Juan Vallejo, de la expedición WOPeak, relatan la apertura del pilar sur del Paiju Peak, una de las ascensiones más importantes del alpinismo nacional
En la inmensa mayoría de los deportes, un sujeto de 35 años se ha retirado o estira aún su carrera ante la admiración de sus íntimos. A esa misma edad, un alpinista serio sabe que si la pasión no se difumina, tiene ante sí otros 15 años de plenitud. Es solo cuestión de ilusión, entonces. Y de experiencia. Mikel Zabalza, Alberto Iñurrategi y Juan Vallejo, todos en torno a los 45 años de edad, firmaron el pasado sábado una de las aperturas himaláyicas más sobresalientes que ha conocido el alpinismo de éste país: el pilar sur del Paiju Peak, que culmina a 6.000 metros de altitud, una pared vertical de granito que protege la cima de la montaña, 600 metros de desnivel por encima. El trío, integrado en la expedición WOPeak, no alcanzó la cima. Poco importa. Mikel Zabalza, una de nuestras grandes referencias, Director del Equipo Español de Jóvenes Alpinistas, un tipo extremadamente modesto y cauto alcanzó a calificar su apertura como "la vía más difícil que jamás he escalado".
Si Zabalza dice de una de sus vías que es "guapa", el que vaya a probarla sabrá de antemano que será una escalada tensa
Los que le conocen o han escalado alguna de sus otras aperturas, tragaron saliva. Si Zabalza dice de una de sus vías que es "guapa", el que vaya a probarla sabrá de antemano que será una escalada tensa. Si comenta algo así como "una vía durita, eh, durita", el que pretenda repetirla puede santiguarse. A diferencia de los ochomiles, donde sólo la cima cuenta, el alpinismo técnico prima la búsqueda de un itinerario complejo, el placer de descubrir un camino donde sólo parece haber un mar de roca, la dificultad como motivación. La cima es solo la guinda del pastel. En el Paiju Peak, el terreno que conduce desde el final del pilar hasta la cumbre es sencillo, técnicamente hablando: lo complicado queda debajo, pero el trío contempló el terreno nevado y concluyó que el viaje, por peligroso, no merecía la pena. Además, en el último campo de altura descansaba Vallejo, herido en un hombro tras recibir la víspera el impacto de un bloque de granito.
"Para llegar a la cumbre de la montaña hay que encarar una arista muy complicada y hubiese sido casi un suicidio porque hay una barrera de seracs (formaciones inestables de hielo) donde continuamente están cayendo bloques helados. Desde el punto de vista de un alpinista es un absurdo porque nosotros intentamos acceder a las montañas por lugares difíciles pero esquivando los peligros y ahí nos los hubiésemos comido 'con patatas'. La verdad es que la escalada nos ha costado un montón en todos los sentidos, físico y psicológico, hemos escalado muy al límite, al límite de nuestras fuerzas...", narra Zabalza, con un lenguaje tan sincero como desacostumbrado.
El trío invirtió diez días de campo base a campo base, a razón de 10 a 12 horas de paliza diarias. Dormián en hamacas, colgadas de la pared. Con todo, lo menos llevadero resultó ser la amenaza repetida que presentan los peligros objetivos, con caídas de hielo y roca. "Dependía mucho de la hora y la orientación. Hay determinados lugares a determinadas horas en los que sabes que no tienes que estar ahí. Que sabes que algo va a caer. Hay muchos peligros que hay que esquivarlos y bueno, hay que convivir con ellos . No es como otras paredes que hemos escalado que no tienen este hándicap. Y la dimensión de la pared es enorme", observa Zabalza.
Hace exactamente un año, en el mismo escenario, el trío se retiró sin cumplir ni de lejos sus objetivos: el mal tiempo, unido a una mala planificación logística les forzó al abandono. Ahora, con las ideas más claras y una ventana suficiente de buen tiempo, no han querido regalarse ninguna excusa para dejar inacaba su apertura, ni siquiera el accidente sufrido por Vallejo. Lo realmente sorprendente es mantener intacta la ilusión por hacerlo bien donde antes se erró, por cumplir un sueño, por emplear su enorme experiencia para firmar a su edad una pequeña obra maestra, su gran obra. Sin vender humo, sin adornos, con honestidad.
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