Cascada de consecuencias
Uno de los corredores supervivientes de este Tour se despierta este jueves en Pau pensando en la etapa que hay que cubrir ese día, en el Tourmalet y Hautacam y en lo que puedan deparar, y se dice a sí mismo: ‘hoy gano yo’. Seguramente, la idea no viene por inspiración divina ni es un calentón momentáneo, sino que está meditada e incluso comentada en petit comité en los días previos. Pero al despertarse el pensamiento viene de nuevo a la cabeza, a pesar del dolor de piernas, y desde ese momento la decisión es firme. Y en la reunión táctica antes de la salida se lo comenta a sus compañeros. Y les cuenta que les necesita, que hoy va a ganar él, y les pide que lleven la carrera controlada dentro de unos márgenes hasta la ascensión a Hautacam y que, a partir de allí, todo es cosa suya.
Lo malo es que el que piensa así, el que se levanta con este ánimo no es otro que el ganador de tres etapas en este Tour, una en Gran Bretaña, otra en Los Vosgos y otra en Los Alpes. Y en este otro macizo montañoso, Los Pirineos, aún no ha triunfado y quiere hacerlo. Y esta es su última oportunidad. Pero como el que lo quiere, es el mismo que viste el maillot amarillo de líder desde la segunda etapa, el mismo que tiene una renta de más de 5m sobre el segundo clasificado, es decir el italiano Vincenzo Nibali, él sabe mejor que nadie que en este caso querer es poder.
Vincenzo Nibali ganó en Gran Bretaña, en Los Vosgos, en Los Alpes y en Los Pirineos
Y este pensamiento de Nibali acarrea en cascada una serie de consecuencias. Por una parte, los que busquen la fuga, los que se han despertado con la idea de filtrarse en la escapada, acumular minutos de ventaja en el valle del Adour y destapar las esencias de escalador que aún quedan en el Tourmalet, en busca de Hautacam, éstos están condenados. En este caso la condena recae sobre Nieve, valiente y luchador pero condenado desde el desayuno, aunque entonces aún no lo supiese.
Lo supo al coronar la Cota de Bénéjacq, en el kilómetro 28 de la etapa, cuando circulando ya en la escapada con más de 4m de ventaja, supo que el Astana tiraba con fuerza detrás comenzando a reducir las diferencias.
Para sus compañeros en el Astana, la idea de Nibali no llevaba aparejados tantos cambios con respecto a los días previos. Tocaría controlar la etapa, como siempre, tratando de resguardar a sus hombres más fuertes hasta lo alto del Tourmalet para comandar la bajada camino de Argelés. Scarponi y Kangert cumplieron con esto último, y el resto era cosa de Nibali.
Otro que sufriría las consecuencias sería el polaco Majka en su objetivo de adjudicarse el maillot de la montaña. Si Nibali ganaba la etapa, debía cruzar la meta de Hautacam unos pocos puestos detrás de él, sino su objetivo se le evaporaría en las manos. Filtrarse en la fuga en un día así no era lo más apropiado, era mejor pelear la última ascensión con el doble de puntuación, olvidando la leyenda del Tourmalet, más mítica pero menos práctica. Y con la lucha descarnada por las posiciones del podio tras el italiano, la empresa no parecía nada fácil. Pero finalmente, cruzando la meta en tercera posición tras el italiano y Pinot, Majka fue capaz de lograr su objetivo.
El movimiento táctico de Valverde y del Movistar fue tan estratégicamente sublime como finalmente inútil
Y otros tres corredores, Valverde, Pinot y Péraud, sufrirían en menor medida esta decisión de Nibali enfrascados como estaban en otra guerra particular entre ellos por ocupar las posiciones del podio de París. El movimiento táctico de Valverde y Movistar bajando el Tourmalet —atacando como Indurain detrás de Rominger hace ya 21 años— fue tan estratégicamente sublime —con Herrada e Izagirre esperando desde la fuga para tirar de él— como finalmente inútil. Pero aceleró el ritmo y facilitó las cosas a Nibali.
Y ya en Hautacam, un ataque de Horner faltando 11 kms. sirvió de lanzadera a Nibali, que se fue en solitario a cumplir su objetivo cuando faltaban unos 10 kms. y Nieve aún mantenía 45 segundos de ventaja. Y en la lucha por el podio, Pinot atacó a falta de 6 kms, seguido por Péraud y Van Garderen, y comenzó la penitencia de Valverde, que cedería en meta 49 segundos con el francés. Peraud, sufriendo intensamente, tan sólo pierde 5 segundos con Pinot en pleno esprint. Ahora sólo 15 segundos separan al segundo del cuarto, y falta la crono de Bergerac.
Y aunque lo que cuento al principio de esta columna no es crónica sino ficción, estoy convencido de que no está muy alejado de la realidad. Pues ya lo dijo Nibali tras su cuarta victoria: “Hoy quería ganar”.
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