Más de 100.000 argentinos invadirán Río

Los argentinos que tienen el fanatismo, el dinero, el tiempo y el espíritu aventurero han decidido cruzar la frontera para estar este domingo en Río de Janeiro en la final del Mundial. La prensa calcula que más de 100.000 llegarán a esa ciudad brasileña, la mayoría de ellos sin entradas. Algunos pagarán más de 8.000 euros en la reventa, pero otros viajan solo con la ilusión de ver el partido contra Alemania en la pantalla gigante instalada en la playa de Copacabana. Al mediodía de este viernes, unos 1.600 coches y 300 autocares ya habían atravesado el límite entre Argentina y Brasil con rumbo a Río de Janeiro. La estatal Aerolíneas Argentinas puso a la venta 20 nuevos vuelos entre Buenos Aires y Río de Janeiro apenas la Albiceletes derrotó a Holanda en semifinales y rápidamente se agotaron los billetes pese a que su precio se triplicó respecto de lo habitual.

Muchos argentinos ya están instalados en Brasil desde que comenzó el Mundial. Algunos viajaron en avión y a buenos hoteles. Otros fueron en casas rodantes. Pero el hecho de que su seleccionado jugará una final después de 24 años y que pueda ganar la tercera Copa, después de 28 años de la segunda, ha enfervorizado a los hinchas en este país futbolero.

Las entradas alcanzan hasta los 8.000 euros

Los que se han subido a último momento a los nuevos vuelos de Aerolíneas han pagado hasta más de 2.700 euros, es decir, por un viaje de tres horas el doble de que lo que cuestan 12 horas hasta Madrid. En cambio, otros hicieron cálculos de que ida y vuelta gastarían en gasolina unos 800 euros por coche y entonces grupos de amigos llenaron las cinco plazas del vehículo para hacer las 35 horas que separan a Buenos Aires de Río de Janeiro. Pero muchos de los que este viernes han cruzado la frontera son de las provincias del noreste de Argentina, como Corrientes y Misiones, limítrofes con Brasil. Desde la ciudad de Corrientes hasta el Maracaná se tardan 22 horas en coche. También hay agencias de viajes que ofrecen paquetes para ir. Están entusiamados, y aún más cuando leen el triunfalismo de dirigentes y periodistas alemanes.