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Ivan Brzic, el método de piedra

Hijo de la escuela balcánica de entrenadores, militó en la Yugoslavia que fue subcampeona de Europa en 1968 y dejó huella en Osasuna, al que condujo por primera vez a Europa

Alejandro Ciriza
El entrenador serbio Ivan Brzic, en el banquillo.
El entrenador serbio Ivan Brzic, en el banquillo.JOAQUÍN DE HARO

Cuentan que, cuando ponía un pie en el vestuario y no le había gustado lo que había visto sobre el césped, se podía masticar el silencio. “Era enorme, un armario. Alto [medía 1,90] y anchísimo”, recuerda Javier Vicuña, portero de Osasuna en los ochenta. “Y hablaba de ese modo tan serio... Intimidaba”, agrega Jon Andoni Goikoetxea, en aquella época un cachorro del equipo que, dirigido por Ivan Brzic (Novi Sad, Serbia; 1941), alcanzó por primera vez Europa y convirtió El Sadar en un campo de batalla casi inabordable para los adversarios de 1983 a 1986. El método espartano y el rostro hierático de ese hombre, un sargento de hierro enfundado en el traje de un entrenador, dejaron huella en Pamplona. “Al principio chocó con nosotros, pero con el tiempo descubrimos que era una persona con un corazón gigantesco”, explica el exdelantero Enrique Martín Monreal. El pasado 2 de junio, después de 73 años y una larga enfermedad, ese corazón enorme dejó de palpitar. En total, entrenó a 12 conjuntos de cinco países diferentes.

Soñaba con él por las noches. No podía dormir porque terminaba los entrenamientos molido" Patxi Rípodas, ex de Osasuna

Hijo de la antigua Yugoslavia, de aquella escuela de técnicos forjados con mano dura y una enseñanza ultradisciplinada, Brzic fue un correoso pivote defensivo de la Vojvodina antes de sentarse en los banquillos. Formó parte también de aquella selección que alcanzó la final de la Eurocopa de 1968, conquistada finalmente por Italia. De facciones angulosas, rudo en las formas y escaso de palabras, desfiló como entrenador por Osasuna, Mallorca (1988-1989), Oviedo (1995-1996) y Hércules (1996-1997). Fue en Pamplona, donde tuvo mayor arraigo su fórmula. Sesiones triples de entrenamiento, desde el alba, carreras interminables por las montañas del Roncal y muy poca pelota. “Trajo unos procedimientos que no existían aquí. Al principio nos sacaba de quicio”, apunta Martín. “Entrenábamos como bestias y pasábamos hambre. El primer año, yo soñaba con él por las noches. No podía ni dormir porque terminaba molido. Llegábamos a los partidos cansados”, describe Patxi Rípodas, pivote del equipo.

LA TRAYECTORIA DE BRZIC

1977: SK Vöest Linz (Austria)
1978-1979: Vojdovina (Serbia)
1980-1981: DSV Leoben (Austria)
1983-1986: Osasuna (España)
1989-1990: FK Rad (Serbia)
1990-1991: Vojdovina (Serbia)
1991-1993: Universitario de Deportes (Perú)
1993-1994: Blooming (Bolivia)
1994-1995: Alianza de Lima (Perú)
1995-1996: Oviedo (España)
1996-1997: Hércules (España)
1997: Universitario de Deportes (Perú)
1999: Sport Boys (Perú)
2001: Alianza de Lima (Perú)
2007-2008: Vojdovina (Serbia)

Tras foguearse en Austria (SK Vöest y DSV Leoben) y su país (Vojvodina), aterrizó en El Sadar después de que el presidente navarro, Fermín Ezcurra, atendiera la recomendación de Vujadin Boškov, histórico preparador del Real Madrid. Lo hacía para relevar en la caseta a Pepe Alzate, un técnico de la casa. “Hasta entonces no hacíamos concentraciones. Luego vino él y nos puso firmes. Cenábamos un consomé y una tortilla. No nos dejaba ni comer un sándwich, ni mucho menos tomarnos una cerveza. Nos mataba. Te preguntabas: ¿Por qué nos hace esto? Pero no lo hacía para amargarnos la vida, tenía un fin. Su filosofía era muy estricta, pero con el tiempo se suavizó”, señala Martín. “Era muy recio, muy recto, tanto en lo personal como en lo profesional. Yo ya había estado entrenando en el Madrid con Miljanić y Boškov, así que le comprendía un poco mejor. Los entrenamientos eran durísimos, pero tenía un gran conocimiento del fútbol y la táctica. Era un gran estratega”, apostilla el fornido Javier Castañeda.

La casualidad no tenía cabida para Brzic. “Lo controlaba todo”, indica Vicuña. “Puntualidad, alimentación, viajes... Si te pillaba en alguna, te multaba con 1.000 pesetas. Si le te ponías tonto, con 2.000. Casi no veíamos el cuero. Un compañero le llamaba al balón ORNI: objeto rodador no identificado. Era todo físico, nos quemaba”, añade antes de recordar una divertida anécdota: “En el 86 fichamos en Navidad a un danés, Michael Pedersen. Venía de un fútbol amateurs y le hizo hacer todo el trabajo de pretemporada en solo dos semanas. Lo dejó tieso. Una semana nos llevó al monte, a Belagoa, para hacer trabajo físico. El pobre se quedó descolgado porque no podía seguir nuestro ritmo y encima se echó la niebla. Se perdió y por allí no había nadie. Encima no hablaba nada de español. Tuvo que subir la Guardia Civil a buscarle. Del susto se quedó más blanco de lo que había llegado”.

Nos sacaba de quicio y nos mataba, pero tenía un corazón gigantesco" Enrique Martín Monreal, exjugador y director de cantera de Osasuna

La exigencia era máxima con Brzic, que dividía el vestuario en estratos, en función de la veteranía y el rango. “A los veteranos nos tenía más respeto, pero a los jóvenes los tenía a raya. No les pasaba ni una”, desliza el actual preparador de porteros. Uno de esos imberbes era Goiko. “Debuté con él, me subió de Tercera al primer equipo. Nos trataba de otra manera, nos apretaba el triple, pero siempre le estaré muy agradecido”, dice el que sería después miembro del Dream Team de Johan Cruyff. “Los 11 titulares trabajábamos por un lado y el resto por el otro, apartados. Era muy competitivo. Participaba en los partidillos y no terminaban hasta que su equipo los ganaba. Si era necesario los alargaba media hora”, ahonda Martín.

Bajo su régimen, Osasuna cruzó por vez primera los Pirineos para competir en la UEFA. En esta competición rubricó un triunfo para los anales del club frente al Glasgow Rangers (1-0 en la ida, en Escocia, y 2-0 en la vuelta, en El Sadar). “Yo metí nuestro primer gol europeo”, reivindica Rípodas. Sin embargo, el equipo estaba asfixioado en el campeonato doméstico. Tres cursos y 11 partidos permaneció Brzic antes de ser destituido y relevado por Pedro Mari Zabalza. A partir de ahí se convirtió en un cazarrecompensas en equipos de perfil medio y más tarde, en 1991, dio un salto exótico a Bolivia (Blooming) y Perú, donde era conocido como Cara de Piedra. Un fiel reflejo de su metodología. Allí dirigió a los dos grandes del país, el Universitario y el Alianza de Lima, y se casó antes de retornar en 2007 al punto de partida, la Vojvodina. Su epílogo como entrenador.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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