“El talento de Garbiñe se veía”
20 años después de su segundo título en París, Sergi Bruguera reflexiona en esta entrevista sobre sus éxitos, sus dificultades, los cambios en el tenis y lo difícil que es que convivan un padre entrenador y un hijo tenista
Se cumplen 20 años del segundo Roland Garros de Sergi Bruguera (Barcelona, 1971), exnúmero tresmundialy plataolímpicaen los Juegos de Atenas 1996. El español, que fue el primer tenista de La Armada en ganar un grande desde 1975 (Manuel Orantes), lo ha celebrado estrenándose en París como técnico del francés Richard Gasquet, al que eliminó ayer en tercera ronda Fernando Verdasco (6-3, 6-2 y 6-3). Bruguera se sienta para hablar de las tensiones que vive un tenista, de las velocidades del juego, y de lo complicado que es para un padre guiar en la competición a un hijo.
Pregunta. Empieza su carrera como entrenador. El suyo fue su padre. ¿Es difícil que el jefe en la pista también lo sea en casa?
Respuesta. Mucho. Es muy difícil. A mí me fue muy bien, pero no es aconsejable. Mi padre fue la clave de mi carrera. Él había formado a otros grandes jugadores y sabía lo que se hacía.
P. ¿Entrenaría a un hijo?
R.Depende de cómo fuese la relación. Todo el año intentaría no hacerlo. Partiría. Supervisaría. El día a día quema mucho. Lo tendría que hacer otro.
P. Su padre siempre creyó en Garbiñe Muguruza, a la que formó en su academia.
R. Su talento se veía desde el principio, se veía bastante rápido que iba a ser una gran jugadora. Hay cosas que se notan en un niño por cómo pega la pelota, por cómo le corre la bola, por el impacto, por su ojo en la pista, por cómo se mueve. Luego hay más pasos. Hay que hacer el paso. ¿A dónde llegará? Eso es difícil saberlo.
P. ¿Qué le daba a usted la tierra que no le diera el cemento?
R. Primero, yo hasta los 18 años no había jugado ni entrenado en pista rápida o bajo techo. No sabía lo que era. En mi época, no había estas pistas de ahora. El juego era 100 millones de veces más rápido. Era imposible jugar de fondo. Todos hacían saque y red en primero y segundo saque, también resto-red… era muy complicado jugar de fondo de pista. Ahora, ves los mismos partidos prácticamente en rápida y en hierba. Han pasado 20 años. Las bolas ahora son más pesadas. Antes eran más vivas. Las superficies son más lentas ahora que entonces. Te tiene que ayudar la raqueta, porque cuesta más mover la pelota.
P. ¿Le sorprende la movilidad de los tenistas de ahora?
R. Se movían mejor antes. Hombre, cómo se mueve Rafa es espectacular, Djokovic también. Ahora hay mucha más gente con más fuerza, más pesados, a los que hay que mover porque la movilidad… casi todos son de 1,90m o por encima, y evidentemente no se pueden mover tan bien. En mi época había pocos grandotes. Edberg era el más ágil y el más coordinado. Era muy gato.
P. Siempre junto a su padre, camino de aquel título del 94 solo perdió dos sets. ¿Cómo es jugar así en un grande?
R. Creo que jugué mejor en el 93. En el 94 sentía bastante presión, porque defender un título de Grand Slam es de las situaciones en las que más presión tienes. Es mucho más difícil. Muy complicado. Jugué bien, pero jugué más a controlar, sin la alegría del 93. Tenía la experiencia, estaba jugando muy bien, estaba muy sólido. Nunca pensé repetir.
P. Fue la primera final española en París. Le esperaba Alberto Berasategui.
R. Era una presión añadida. Contra un compatriota hay rivalidad, no quieres perder, hay la presión añadida del derbi. ¡Y más como venía él! Era el más difícil. Venía arrasando. Se había plantado ahí sin perder más de tres juegos por set. Fue complicado. En el 95, llegué tras haberme roto la rodilla en febrero. Sin preparación. Tenía una pierna mucho más delgada que la otra. Fue por orgullo, por saber estar ahí, que llegué a semifinales. Chang jugó muy bien, pero yo no supe afrontar bien el partido: si hubiera estado bien de cabeza, podría haber ganado. Iba muy justo. Me costaba salvar cada partido, ganar. Llegar a semifinales, tal y como llegaba preparado, me pareció una cosa increíble.
P. El hambre pudo con la falta de fuerzas.
R. Estuve igual de mal en los Juegos de Atlanta 1996 y saqué una medalla de plata. Es una de las cosas de las que me siento más orgulloso.
P. ¿Qué puede mejorar Gasquet, que fue número siete?
R. Todos pueden mejorar. Rafa es un buen ejemplo. Aunque sea el número uno, siempre ha ido mejorando: el juego de ataque, el saque, el resto… A Richard todavía le queda mucho margen. Cuando la gente es tan buena, no hay que cambiarla completamente. Hay que potenciarle. La suerte es que tiene un gran talento, que puede hacer muchas cosas. Hay que mejorarle pequeñas cosas, cambiarle algunas maneras de hacer que tiene.
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