No se puede ganar sin jugar
El Atlético perdió la final de Lisboa porque hizo mal lo que suele hacer bien, que es neutralizar al rival cancelando sus virtudes

Alguien inventó un popular axioma falso: "Las finales no se juegan, se ganan". Debió ser alguien que ganó una final fortuitamente. En Lisboa se demostró que las finales hay que jugarlas con grandeza hasta el último momento.
El Atlético jugó mal porque hizo mal lo que suele hacer bien, que es neutralizar al rival cancelando sus virtudes. Se vio cansado, no coordinó las posiciones y se metió demasiado atrás. No presionó bien y permitió que el Madrid agarrara la pelota, la distribuyera y lo devorase.
Ángel di María fue el mejor. Su crecimiento en los últimos años es fascinante. Aportó muchas cosas comenzando la temporada como suplente y demostró una versatilidad poco común en muchas áreas del juego. Es un empecinado. Cuando el miedo a cometer errores es un condicionante, él busca y se reafirma. Jugar con Cristiano y Bale es muy difícil porque tienen un estatus dominante y quieren la pelota. Hace falta autoestima para expresar algo propio en ese contexto y Di María no se siente un escalón por debajo.
El Atlético se vio haciendo realidad un sueño tan grande y se sintió tan pequeño que se abrazó a lo que estaba pasando
Cristiano y Bale condicionan a los compañeros porque nunca se sabe cuándo van a soltar la pelota. Actúan como si estuvieran aislados y es preciso adaptarse a ellos. El reto del Madrid es mejorar la elaboración, pero el perfil y el estilo del equipo estará determinado por ellos porque en lo único que piensan es en rematar. Con Cristiano y Bale el Madrid nunca conseguirá elaborar del todo bien porque se sienten acorralados cuando el equipo mezcla, no saben continuar con la cadena de pases, ni saben distraer al contrario, ni juegan bien sin balón, ni tienen un especial talento para desmarcarse a la espalda de los defensas. No porque les falte voluntad, sino porque entre sus cualidades no está la comprensión del juego asociado. Pensar que esto lo pueden resolver otros es un error. En el fútbol o elaboran los 11 o la elaboración es difícil. Saltarse los pasos es frecuente cuando intervienen jugadores como Bale o Cristiano porque hacen goles en cualquier situación. El problema surge cuando las aventuras individuales no bastan. Y en Lisboa el Madrid caminó por la cornisa.
Fue llamativo el poco dominio que tiene el Madrid del dos contra uno por fuera. Como Bale y Cristiano están acostumbrados a resolverlo todo por su cuenta a veces se bloquean cuando no encuentran espacios porque no saben cómo utilizar los desdoblamientos de los laterales. Marcelo y Carvajal podrían haber hecho mucho más daño pero no fue así porque a Cristiano y a Bale les cuesta procurarse espacios o generar huecos para los laterales. Entre las virtudes de estos dos goleadores no está la comprensión del compañero. Marcelo fue capaz de desbordar porque posee un inmenso talento natural y un gran atrevimiento, pero no porque tenga una complicidad con su extremo.
Con Cristiano Ronaldo y Bale el Madrid nunca conseguirá elaborar del todo bien porque se sienten acorralados cuando el equipo mezcla
Lo mejor del partido fue la rebeldía del Madrid. Ahí residió su grandeza. Los partidos límite hacen que la cabeza se cargue de nociones negativas: frustración, violencia, rabia. El Madrid nunca perdió la compostura. No se apresuró y quizás haya que atribuirlo a que el Atlético se encerrara en los últimos 25 metros para dejar pasar el tiempo. El Atlético se vio haciendo realidad un sueño tan grande y se sintió tan pequeño que se abrazó a lo que estaba pasando. Habría sido muy difícil explicar la victoria del Atlético en el planto futbolístico. Defender sin la pelota es una receta que le dio resultado pero no es lo más eficaz. En Lisboa, mutilado por las bajas de Costa y Arda, el equipo acabó quedándose hasta sin contraataque. No intimidó porque no consiguió jugar; y las finales son para jugarlas.
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