Así juega el Madrid
Si alguno se preguntaba todavía las razones de la extraordinaria temporada del Real Madrid, de su impresionante balance victorias-derrotas, del atractivo, vibrante y estético juego que ha desplegado, o de las fiestas que se organizan en el Palacio, la semifinal frente al Barcelona expuso el ideario de cabo a rabo. Su actuación, inmaculada, resultó un compendio de todas las virtudes de un estilo de jugar al baloncesto que le han convertido en el equipo de moda, hasta el punto de conseguir poner de acuerdo en el halago a resultadistas y amantes del juego. Después de unos cuantos partidos frente a sus eternos rivales azulgrana, en los que el ritmo había sido el impuesto por Xavi Pascual, en el momento más importante de la temporada se jugó de la forma y manera en la que los jugadores de Pablo Laso se expresan en toda la extensión de su talento, que es enorme. Tanto que es capaz dar una paliza de campeonato a un rival tan cualificado como el Barça. Fue una explosión de una proporciones tan inesperadas como inimaginables, sobre todo en el segundo tiempo, donde se sucedieron una tras otra jugadas milimetradas, contraataques fulgurantes, triples por doquier y una defensa que no siempre se destaca, pero que terminó por reducir a cenizas a sus rivales, desesperados ante el vendaval que se les vino encima. Un Real Madrid versión 2014 en estado puro.
Y eso que el partido comenzó con dominio azulgrana. A pesar de que el Madrid introdujo una novedad en su defensa, colocando a Darden vigilando a Marcelinho, con el claro objetivo de tapar una de las vías más importantes de producción ofensiva del Barcelona, el pick and roll entre el base brasileño y sobre todo Tomic, el Barcelona se puso en actividad rápidamente de la mano de Oleson, un tipo que no sólo tiene el punto de mira afinado, sino que es capaz también de negar puntos a Rudy o Carroll. El Madrid empezó a recibir malas noticias, como las dos faltas de Bourousis o Darden, lo que obligó a Laso a tomar dos buenas decisiones. Sacar a Slaughter, que dio vigor defensivo, y poner en pista al MVP de esta Euroliga, de nombre Sergio Rodríguez. El cambio de panorama fue radical. El Madrid empezó a carburar y las tendencias reactivas de Xavi Pascual esta vez no funcionaron. Para disminuir el impacto de la presencia del Chacho, el entrenador azulgrana optó por Víctor Sada. La jugada no salió bien ni por un lado ni por otro. Sergio dominó el juego como acostumbra y encima el Barça perdió el hilo y la fluidez ofensiva. A veces es mejor potenciar cualidades propias que ir a rebufo de lo que haga el rival.
Aunque el partido ya trasmitía una clara sensación de dominio blanco cuando ambos equipos se fueron a descansar, nada hacía presagiar lo que iba a ocurrir. A lo largo de este curso hemos visto como el Madrid ha pasado por encima con su juego preciosista y demoledor a equipos de diferente enjundia, sobre todo cuando juega al amparo de su entregada afición, Pero se supone que estas exhibiciones no tienen cabida en una Final Four, donde se dan cita lo más granado del continente. Pues el Madrid, de la mano de Sergio Rodríguez, quién si no, fue capaz de desencadenar la tormenta perfecta en el escenario soñado. Con el Mirotic por el que suspiran los Bulls de Chicago, y el MVP de la Euroliga repartiendo golosinas y anotando sin parar, el resto fue sumándose a la fiesta paulatinamente. El Barcelona, irreconocible con respecto a sus últimas actuaciones y lastrado por el mal partido de casi todos sus jugadores, asistió impotente a una pesadilla que ni en el peor de sus sueños se habían imaginado.
Total, que salvo en los primeros compases, no hubo partido ni emoción, solo la constatación que este Madrid, cuando se desata, lleva al baloncesto a su máxima expresión de intensidad, belleza y efectividad. El titulo le espera, con el permiso del Maccabi. Por el bien del baloncesto, pues su apuesta lo merece, ojalá la consigan.
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