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Caída y abandono de Purito

El líder del Katusha sufre una caída que le provoca la fractura de un dedo y dos costillas Evans saca ventaja de una monumental montonera provocada por la lluvia en la que Urán y Nairo pierden casi un minuto y que le cuesta el fémur derecho a Vicioso

Carlos Arribas
Purito, a su llegada a la meta de Montecassino.
Purito, a su llegada a la meta de Montecassino.Bryn Lennon (GETTY)

En la salida, en la dulce Lucania, brilla el sol y brillan los dientes blanquísimos de Mikel Landa, que bromea. “El primer día me caí en el lado derecho y pude dormir apoyado en el izquierdo; la segunda caída [el miércoles, cuando el chaparrón de Viggiano, cuando ganó Ulissi], me he fastidiado todo el costado izquierdo, pero ya se había curado el derecho, así que he podido dormir bien, pero el que no va a ganar para hacerme ropa es Nalini, no hago más que destrozársela, chalecos, culottes, maglias…”, decía el escalador alavés, al que ni la Irlanda lluviosa, ni los Apeninos, las montañas tan lluviosas del sur, no le estaban sentando nada bien. “Sí, lo mío puede ser los Dolomitas, pero a este paso no sé si llegaré…”. Lo decía riendo, como si verbalizándolo y bromeando alejara el peligro, como si fuera tan fácil en el ciclismo de estos tiempos, y en el insidioso asfalto del sur de Italia, cambiar el destino.

Casi 300 kilómetros más tarde, y unas cuantas horas, y un chaparrón más, y ya en el Lazio, a la altura de Roma, una cortina de agua que fabricó el habitual y temido efecto jabón' sobre el asfalto liso ante una rotonda, Landa se veía ensordecido en medio de un guirigay caótico. Y su aullido se mezclaba con el de decenas de compañeros caídos. Y se agarraba el codo, y sufría porque pensaba que, en efecto, la tercera sería la última y definitiva caída. También gritaba Purito, y gritaba Urán, y Nairo, y Scarponi, y casi todos los que pensaban, los que piensan y pueden ganar este Giro. La ambulancias ululaban y callaban el silencio de Vicioso, con una pierna destrozada de fémur a tibia [y el aragonés espera poder ser trasladado rápidamente a Roma para ser operado], y su compañero Caruso, dos fieles de Purito. Todos, caídos ante una rotonda a 11,2 kilómetros de la meta, cuando tras la cortina de agua, el pelotón ciego, a 70 por hora, entraba en Cassino, la ciudad reconstruida, y se lanzaba hacía las primeras rampas de la subida a Montecassino, donde los benedictinos comenzaron a orar hace más de 1.500 años, donde Evans ganó 53s a Nairo y Urán y perdió el alma. Scarponi llegó a casi 2m. Purito perdió casi 8m y el Giro, y con un dedo roto y una costilla rota (la octava) —“ya vine con la novena y la décima rota, pero no quise decir nada para no dar pistas a los enemigos—, buscaba ya, junto a sus padres, que le esperaban en su hotel de Cassino, un avión de regreso y adiós a una carrera en la que desde el primer día, desde la lluviosa contrarreloj de Belfast, ha estado a disgusto.

CLASIFICACIONES

6ª ETAPA:

1. Michael Matthews (AUS/Orica Greenedge) 6h.37:01
2. Tim Wellens (BEL/Lotto Belisol) m.t.
3. Cadel Evans (AUS/BMC) m.t.
4. Matteo Rabottini (ITA/Neri Sottoli) m.t.
5. Ivan Santaromita (ITA/Orica Greenedge) a 13
6. Steve Morabito (SUI/BMC) a 23
7. Wilco Kelderman (HOL/Belkin) a 49
8. Mauro Finetto (ITA/Neri Sottoli) m.t.
9. Diego Ulissi (ITA/Lampre-Merida) m.t.
10. Fabio Duarte (COL/Colombia) m.t.

GENERAL:

1. Michael Matthews (AUS/Orica Greenedge) 24h.18:14
2. Cadel Evans (AUS/BMC) a 21
3. Rigoberto Urán (COL/Omega Pharma) a 1:18
4. Steve Morabito (SUI/BMC) a 1:25
5. Matteo Rabottini (ITA/Neri Sottoli) m.t.
6. Ivan Santaromita (ITA/Orica Greenedge) a 1:47
7. Fabio Aru (ITA/Astana) a 1:51
8. Tim Wellens (BEL/Lotto Belisol) a 1:52
9. Ivan Basso (ITA/Cannondale) a 2:06
10. Nairo Quintana (COL/Movistar) a 2:08

Ya era demasiado tarde cuando el pelotón, equilibristas sobre ruedas de milímetros y frenos de carbono que patinan en el agua, que se enfrentó a la rotonda, precedida de una isleta tremenda, como a todas las anteriores, pensando que se podía circundar por ambos lados, se percató de que la izquierda estaba bloqueada, de que un hombre del Giro con una bandera roja les indicaba que tenían que ir solo por la derecha. El primer frenazo provocó el primer patinazo, la caída masiva, precedida metros antes por un par de caídas individuales.

Solo 12 corredores quedaron en pie por delante de la caída, entre ellos Evans, el único de entre los favoritos indemne, que ordenó con su batuta a sus compañeros del BMC Oss y Morabito un allegro feroce.

En Italia, como en el pelotón, entre los directores que guían los coches y entre los ciclistas, das una patada a una piedra y descubres una ruina, o a un filósofo. Cuando Mussolini encerró a Gramsci en la cárcel de Calvi Vecchia, a apenas 10 kilómetros de la caída, el fiscal fascista dijo: “Debemos conseguir que el cerebro de este hombre deje de funcionar durante al menos 20 años”. Gramsci, comunista, les respondió escribiendo su obra maestra, Cartas desde la cárcel. Y en Montecassino, en la vieja abadía, estudió Tomás de Aquino al Aristóteles que los monjes sacados de El Nombre de la Rosa habían manuscrito y traducido.

Los directores son también filósofos que por la mañana hablan mucho de lo que van a hacer (para hacer lo contrario luego, por supuesto) y por la tarde o chillan o levantan los hombros como diciendo: “y qué quieres que te diga, así es la vida, así es el ciclismo”.

También se supone que piensan y leen, y elaboran teorías. Así, Valerio Piva, quien fue director de Purito dos años y ahora guía a Evans. “No, no nos interesa coger la maglia rosa tan pronto”, decía por la mañana. “Por lo menos no vamos a luchar para conseguirla. Ahora bien, si se pone a tiro, no la vamos a despreciar”.

La maglia rosa se le puso a tiro a Evans con la caída, que eliminó súbito, como si alguien con una goma de borrar se dedicara a hacer diabluras en la lista de corredores, a todos sus rivales. Y mientras atrás, los caídos y magullados intentaban reorganizarse, y miraban a su alrededor y contaban sus bajas —a Nairo se le cayeron cuatro compañeros del Movistar, a Urán otros tantos del Omega; medio Astana chillaba en el suelo para desesperación de Scarponi, también él caído—, Evans, tras contar a los supervivientes agarró el látigo y azuzó a los suyos, a Oss y Morabito, que convirtieron la subida en un sprint violento, en una autopista fulgurante.

Sin embargo, pese a sus esfuerzos, el veterano australiano no logró despegar al sorprendente maglia rosa, a su joven compatriota Michael Mathews, que se pegó a su rueda, y solo se separó para adelantarle fluidamente en la última curva y ganarle la etapa y mantener el liderato. Por detrás, llevados por los demonios, los directores rivales, que apreciaron poco la elegancia del ataque de Evans, juraban venganza entre dientes, y Nairo daba gracias a Dios por no tener nada roto, como Landa, que si no llega a los Dolomitas mañana sí, por lo menos, verá las primeras montañas de verdad de este Giro sin piedad.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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