En el cielo de Contador
El ciclista de Pinto, que ha puesto su preparación en manos del holandés Steve de Jongh, casa su impulsividad de campeón con la ciencia para ganar la Tirreno
Mientras la París-Niza era tradicionalmente la carrera de los hombres Tour, la prueba en la que, por ejemplo, se descubrió Miguel Indurain, la Tirreno-Adriático, que comparte fechas, pero no carácter, siempre había sido considerada como la prueba de los clasicómanos, de los hombres que en marzo empezaban a pensar en Flandes, pavés y el Poggio de San Remo, y por eso no es casualidad que el récord de victorias en la carrera que va de mar a mar en Italia a través, a veces, o bordeando los Abruzos, esté en poder de uno como Roger de Vlaeminck (1972-1977), el antiMerckx espléndido de la París-Roubaix, o que uno de los cuatro españoles que se han impuesto alguna vez en la prueba sea Óscar Freire (2005) precisamente. Los otros son Herminio Díaz Zabala (1991), un gregario que encontró su oportunidad de oro; Abraham Olano (2000), quien contó a su favor con una contrarreloj de 27 kilómetros, y, desde ayer, Alberto Contador, cuya victoria espléndida en una edición montañosa (los Abruzos se acometieron de frente) simboliza no solo el cambio producido en la carrera italiana, sino, sobre todo, la transformación última de Contador, quien, con 31 años ya cumplidos, ha logrado casar sin merma su impulsividad única, su elemento diferencial, su instinto, con la ciencia que se impone en el ciclismo moderno, la llamada marca Sky.
La próxima semana,
en la Volta, Contador se las verá con Froome, Quintana, Purito...
El único español que ha ganado Tour, Vuelta y Giro era un hombre de París-Niza de toda la vida (dos victorias en la carrera francesa, la primera en 2007, el año de su primer Tour) hasta que el año pasado, una temporada considerada finalmente de transición, descubrió la Tirreno, donde buscó el desafío con Chris Froome y Vincenzo Nibali, los mejores hombres de tres semanas del momento. Aunque el experimento (lluvia, tercer puesto tras italiano y británico, y caos de calendario posterior) se reveló negativo, el orgullo del ciclista de Pinto, el deseo, la necesidad quizás, de medirse de nuevo a Froome y a la revelación Nairo Quintana, los dos primeros clasificados del último Tour, le condujo a probarse de nuevo en las montañas del centro de Italia. Finalmente, en vísperas del comienzo de la carrera, y víctima de un insidioso lumbago, Froome se borró de la Tirreno. No así Quintana, a quien Contador batió en las dos etapas de montaña (invirtiendo la tendencia habitual de 2013) y que terminó segundo, tras defender su puesto en la contrarreloj final (la ganó, a más de 53 por hora, su compañero en el Movistar Adriano Malori por delante de los más grandes, de Cancellara, Wiggins y Tony Martin, y Quintana, pese a su planura extrema, hizo mejor tiempo que sus desafiantes Kreuziger, Peraud y hasta Contador), lo que, en todo caso, aumenta el valor de lo conseguido por Contador.
Clasificación
El líder del Tinkoff ha sido ciencia este invierno pasado, desde noviembre, desde que puso su preparación en manos del holandés Steve de Jongh, un exciclista que recaló en el equipo de Riis procedente del Sky, donde su pasado como corredor no fue aceptado por la política de tolerancia cero del equipo inglés. Con De Jongh, Contador descubrió el entrenamiento en el Teide, la clave, cuentan los libros, de las victorias de Wiggins y Froome en los pasados Tours, donde comprobó, con números claros, la ganancia que le concedía la altura frente a rivales como Quintana y donde, sobre todo, comenzó a mostrarse más receptivo a nuevas formas de practicar su oficio. Este detalle, la apertura y la receptividad, también lo han apreciado los ingenieros de Specialized, su marca de bicicletas, que han podido trabajar este año más a gusto con Contador, quien incluso ha llegado a aceptar su consejo antes que el de su gente de toda la vida.
La impulsividad, el sello Contador, la otra parte del matrimonio ganador, se apreció en todo su esplendor el domingo, con su ataque lejano en el Passo Lanciano hasta el muro de Guardiagrele. "Quise hacer algo diferente de lo que se lleva ahora", dijo ayer Contador, con el tridente neptúnico de ganador en la mano. "Por la mañana ya lo dije en el autobús, que atacaría de lejos. La gente busca algo diferente, todos los aficionados buscan algo diferente en el ciclismo...".
La próxima semana, en la Volta a Catalunya y frente a Quintana, de nuevo, y Purito, Froome y Betancur (el ganador de la París-Niza), Urán, con los habituales de los grandes podios, Contador se encontrará con los Pirineos, y con nuevas oportunidades para seguir marcando su diferencia.
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