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Simeone prueba desde el origen

El técnico del Atlético ensaya jugar el derbi sin Villa ni Diego Ribas y con su esquema habitual

Ladislao J. Moñino
Diego Ribas, en el partido de vuelta de las semifinales de la Copa del Rey entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid en el estadio Vicente Calderón.
Diego Ribas, en el partido de vuelta de las semifinales de la Copa del Rey entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid en el estadio Vicente Calderón.Luis Sevillano (EL PAÍS)

Hubo un momento en el que en las ruedas de prensa de Diego Pablo Simeone una expresión predominaba tanto como el “partido a partido”. La frase, por el énfasis y la reiteración con la que la pronunciaba, tiene el mismo valor paradigmático en su ideario. “Si nos salimos de lo que sabemos hacer, vamos mal seguro”, repetía. Esa otra sentencia, de menos calado mediático y popular, hace referencia a todo aquello que es prioritario en Simeone: el esfuerzo diario, el sentido de pertenencia al grupo y al club, el sentido colectivo y, sobre todo, una manera de interpretar el juego. Agresiva, intensa, vertical, sin cabida para el exceso de retórica con la pelota.

Bajo esos parámetros, emergió el mejor Atlético que se recuerda, ese equipo áspero e incómodo que desde su llegada pretendió construir el entrenador. Y a esas mismas coordenadas parece apuntar la prueba que ayer hizo Simeone tras la derrota en El Sadar (3-0) y los intentos fallidos por encajar a Diego Ribas, todavía en periodo de adaptación a un equipo más consolidado sobre una idea de juego que el que dejó.

No funcionó el Atlético en Pamplona con Diego Costa caído a la derecha y Adrián a la izquierda como escoltas de Diego. El ensayo apuntó a una vuelta a los orígenes, al modelo con el que conquistó el Bernabéu en la última final de Copa (1-2) y en el partido de la primera vuelta de este curso (0-1). Ante una muchachada de canteranos que parecía simular los movimientos del Madrid, Simeone dispuso una formación en 4-4-2, sin el mediapunta brasileño, con Koke y Arda de interiores, y Raúl García y Diego Costa en la punta.

“Cuando jugamos 4-4-2 es porque el partido lo requiere así. El míster nos pone así porque hay que cerrar más o porque hay que atacar por un lado. Diego se tiene que adaptar otra vez, pero poco a poco va a volver a ser el que fue, incluso mejor. Es muy importante para nosotros”, analiza el canterano Koke.

Suelen decir los entrenadores que el 4-4-2 es el dibujo que más equitativamente reparte los esfuerzos porque es el que subdivide el campo de manera más equilibrada y racional. En su idea de dominar los partidos a través de los espacios más que con la posesión, los jugadores del Atlético han dado señales de sentirse más cómodos y seguros en esa disposición táctica. Tienen muy mecanizadas las distancias a recorrer y las posiciones a ocupar según la situación del balón, ya sea en ataque o en defensa. El sistema, tan mimetizado, ha sido muchas veces el refugio del equipo cuando no se ha sentido dominador en algunos partidos. Los futbolistas siempre han transmitido la sensación de que, parapetados bajo ese dibujo, eran muy poco vulnerables, hasta el punto de convertir a Courtois en el portero menos goleado y el que menos remates recibía. Con Diego desde el inicio el equipo ha estado menos equilibrado en defensa y aún no ha terminado de engrasarse con él en ataque. Su concurso ha alterado una manera de jugar muy consolidada y eficaz. El fichaje de Diego, tan demandado como necesario por los planteamientos defensivos que le hacen ahora los rivales que se consideran inferiores, ha cobrado el mismo cariz de solución que de reto para Simeone.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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